LA AN Y LA UNIDAD
Elias Pino Iturrieta
EL NACIONAL
Los observadores de la política
venezolana sostienen que la dictadura se ha mantenido por la
fragmentación de sus opositores. Ante la debilidad de los partidos que
la adversan y la soledad de líderes que antes se sentían acompañados por
un conjunto de ánimos vigorosos, Maduro y sus seguidores se manejan sin
dificultad en un ambiente que no los favorece, pero que pueden manejar
por la falta de sus contrarios. Es una opinión reiterada que no parece
tener posibilidades de rebatimiento, en torno a la cual se esbozarán
ahora algunos puntos que pueden proponer matices y, tal vez, una opción
capaz de conducir a una tierra prometida que todavía se siente lejana e
inaccesible.
Ya se habló aquí sobre las
dificultades naturales para la unidad de los opositores como opción
suprema, pero también de los saludables escollos que se debían superar
para llegar a su meta, porque se consideró necesario cernir los granos
antes de meterlos en el mismo saco. Ante la existencia de elementos que
una sensibilidad realmente democrática debe repeler, se sugirió un
debate capaz de clasificar el trigo para topar con cosechas abundantes
después de una esforzada labranza. Dado que no se han hecho tales
trabajos y que, por consiguiente, se continúa en la persecución del plan
unitario sin una actividad previa de sanidad, tal vez convenga mirar
hacia una plataforma diversa de reunión que pueda hacer, no sin
inconvenientes, un trabajo de cercanías capaz de alejarse del terco
vicio en beneficio de la buscada virtud.
Tal plataforma debe ser la AN, porque
no es una incómoda junta de partidos. Como no debe su existencia a los
intereses de las banderías ni a influencias personales, sino solo a la
decisión contundente de la mayoría de la nación, puede y debe superar
las sensibilidades subalternas para asumir el papel de heraldo y escudo
que se le concedió en un momento de renacimiento de la beligerancia
social. A través de una consideración concienzuda de su origen, y de lo
que necesariamente debe a él, puede convertirse en vanguardia de la
unificación que se sigue manifestando como una vaga promesa. La AN no
está constituida, o no debe estar, por partidos que mandan hombres a las
curules para que actúen como sus mandaderos, sino por piezas de la
colectividad que se quiere expresar por su intermedio para lograr
ventajas y mejoras concretas en su vida. Cuando el Parlamento observe
con propiedad la profundidad y la seriedad de sus fuentes, puede ocupar
el lugar que no pudo cumplir la MUD por limitaciones de procedencia y
por el egoísmo de sus criaturas.
Una mirada distinta sobre el papel de
las fracciones parlamentarias, una observación compartida de la
política que puede salir de las comisiones ocupadas de analizar los
problemas esenciales, y también los de menor tamaño; un trato más
honesto de los diputados, provocado por sentirse como hechuras de la
soberanía popular y no como muebles de su casa paterna; un mensaje de
las directivas que no se reciba como la voz del diputado de turno que
habla por su partido, o que parece que lo hace, pueden provocar una
renovación de argumentos y una mudanza de actitudes mediante las cuales
se llegue, por fin, a la unidad a través de la institución de mayor peso
con la cual puede contar la política venezolana y con la cual puede
aliarse la comunidad internacional. La metamorfosis puede encontrar
comienzo en la mudanza de las rutinas parlamentarias, en cuyo nuevo
aliento se asiente la hermandad que todos buscan y pregonan, pero que
realmente es la pieza más extraviada de una cacería extenuante.
Consciente del poder que la AN
significaba, Maduro le creó un organismo parecido para que actuara como
pilar de su dictadura, en nombre de un pueblo que inventó y a través de
una mascarada electoral a que le obligó la existencia de una fortaleza
formidable. La fortaleza dejó de ser como en el principio, menguó
progresivamente o permitió que sus fragilidades la llevaran a
expresiones menores de influencia, pero no deja de dar señales
importantes de vida y conserva una raíz de legitimidad en la cual debe
inspirarse para ser, porque le corresponde y porque no hay otra fórmula a
mano, el asiento de la unidad que los partidos no han logrado, por
volverse realengos y triviales. La AN puede hacerlos disciplinados y
trascendentes. Es lo que hay, pero no es cosa menuda.
epinoturrieta@el-nacional.com
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