CÁLCULO, NO DESESPERACIÓN
FAUSTO MASÓ
La desesperación no explica la conducta de Chávez sino el cálculo, el afán de sacar a Capriles de la estrategia que inspiró su discurso de proclamación. Repite lo que en el pasado le dio resultados, llevar a la oposición a su terreno; quiere volver la campaña un torneo entre dos machos criollos, no analizar su obra de gobierno; le gustaría asociar a Capriles con el pasado, comparar teóricamente el socialismo con el capitalismo, la patria con el imperialismo, la igualdad con la desigualdad, como si él representara el pueblo, la patria, la justicia.
¿Por qué regalarle esas banderas? Nunca la dependencia de Venezuela ha sido mayor, comemos lo que siembran otros, nos aliamos con Bielorrusia y le dimos la espalda al Pacto Andino. A quien hay que desenmascarar es a Chávez.
A Capriles le conviene preguntar por qué los obreros en la CVG son víctimas del gangsterismo, hablar del funcionamiento de las plantas de cemento, el desastre de la gran mayoría de las empresas estatizadas, cerradas, o en quiebra. El miércoles se deslindó del golpe de Estado de abril de 2011, se definió como progresista, una forma hábil de colocarse en la centro-izquierda, quiere hablarle a la gran mayoría de los venezolanos, no a los radicales de cualquier bando.
Chávez lo insulta para llevarlo a su terreno, intenta presentarlo como un político tradicional de oposición disfrazado.
No tiene respuesta cuando Capriles contrasta la obra de Lula en Brasil con la de Chávez, una prueba contundente de la conveniencia de que el sector privado trabaje por el país.
Nadie soporta vivir en el socialismo real, pero después de cien fracasos la utopía siempre encontrará seguidores, hasta que los sueños llevan nuevamente a la ruina. Aunque dispone de recursos aparentemente ilimitados, el supuesto socialismo del siglo XXI vuelve al venezolano buhonero, empleado público mal pagado, o trabajador sin derechos sindicales en empresas estatizadas que no cumplen las leyes sociales.
A Chávez le gustaría discutir sobre la avaricia capitalista como causa de la inseguridad, pero nunca explicar la abundancia de escoltas para los familiares de los boliburgueses, ni referirse a los signos ostensibles de riqueza que hasta en los barrios muestran algunos chavistas.
¿Cuál es el mejor modelo de sociedad?, ¿Brasil o Cuba? En octubre escogeremos entre una izquierda charlatana y retrógrada, y el progreso. Chávez quiere desestabilizar a Capriles, que en su discurso definió una estrategia. Responder a las ofensas será inevitable con tal de que no se olvide el debate sobre la realidad. Chávez quiere empujar a Capriles al terreno que le conviene. Dice que coloca los recursos de Pdvsa al servicio del pueblo, jamás discutirá lo que está ocurriendo en la CVG, la ruina industrial del gran proyecto de desarrollo venezolano, ahora en manos de una mafia del cemento, la cabilla, el aluminio.
Hay que arrinconar a Chávez en el aquí y el ahora. Confrontarlo no es sacarle la madre, como alguien hizo en el pasado, sino no caer en la trampa de siempre, en una polarización charlatana entre capitalismo y comunismo, y discutir la realidad, aquí y ahora. Si el país no cae en la artimaña de siempre, Chávez pronto estará desesperado. El Gobierno ha lanzado una ofensiva orquestada para desestabilizar a Capriles.
¿Tropezaremos de nuevo con la misma piedra? Los votos de Capriles y de Pablo Pérez mostraron cuál es el camino de la victoria.
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