Enrique Viloria Vera
Por boca de los golpistas que no fueron golpistas, de
los militares que tampoco supieron ganar una batalla convencional que iniciaron
con la ventaja de la sorpresa y la pavura, nos enteramos que los sangrientos
hechos del 4F
fueron producto de un juego de niños: fue una inocentada, una quijotada pues.
Bueno, la cosa fue así más o menos, un grupito de
mosqueteros de domingo va al Samán de Güere se juramenta, unos para todos,
todos para Mí. Envalentonados se toman unas cervecitas en el bar de la esquina
y llaman a otros amigos para echarle una vaina al Presidente ese. La vaina no
es de verdad verdaíta, pero es bueno reclutar unos venaítos para que echen y
les echen plomo, y buscar unos tanques que ruedan pero no
disparan. Al verse derrotados, luego de
masacrar y asesinar al prójimo como si se tratará de un video juego, sacan una
bandera blanca y se disponen a seguir jugando en la chirona.
El apiadado
abuelo cantarín los saca de la cárcel y los adolescentes siguen jugando,
ahora se ganan el país en la mesa de juego y siguen jugando. Los pubescentes
inventan su propio Monopolio con moneda propia – el Sucre - en el que el Estado siempre es el ganador;
compran avioncitos y tanquetas para armar a sus soldaditos de plomo para juguetear
a una eventual guerra asimétrica con los soldaditos del Norte; aprenden a jugar
damas chinas y ajedrez persa. Pronto se dan cuenta de que es bueno emular a Rico
McPato y se traen el oro para contarlo una y otra vez. Invitan a jugar a otros
colegas, como son pobres les regalan los uniformes y los aparatos para que
participen en uno más grande que llaman ALBA. Juegan felices sin preocuparse de
nada de lo que pasa afuera, encerrados en sus bunkers y cuarteles, cantan y
bailan, escuchan al Líder y se felicitan de lo que han logrado en ese juego
nada virtual que llaman Socialismo del Siglo XXI, juegan y juegan
canturreando ¡No volverán! , convencidos
de que han eliminado para siempre a los demás contendores.
Los espectadores, sin fichas ni tableros, contemplamos sus arrogantes marchas, paradas y desfiles, donde continúan jugando a indios
y vaqueros, para muy pronto decirles a
los Mosqueteros del Emperador Caribeño que no caímos por inocentes.
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