¿Y el cambio del control para cuándo?
¿Cómo evitar esa reacción visceral, glandular, que le produce la palabra "dólar" a los venezolanos?
MIGUEL ÁNGEL SANTOS | EL UNIVERSAL
viernes 24 de febrero de 2012
Es impresionante la estrecha relación que existe entre algunas palabras clave en el título de los artículos de prensa y su número de lectores. Es un indicador esencial de los asuntos que ocupan más espacio dentro de las reflexiones de los lectores. En economía las palabras-imán son "dólares", "control de cambio", "devaluación", "default". Cualquier referencia al mercado laboral, empleo de calidad, diversificación, ahorro en bolívares o competitividad, están en el fondo de las preferencias de los lectores. Haga la prueba. Toda nuestra cultura de extracción expresada en esta sencilla etimología. Ese es uno de los mayores retos que debemos enfrentar: ¿Cómo evitar esa reacción visceral, glandular, que le produce la palabra "dólar" a los venezolanos? No es algo trivial, porque de la capacidad del gobierno para alterar ese orden dependen las posibilidades de levantar el control de cambio. Me explico.
En Venezuela hoy coexisten tres tasas: Dólar oficial (4,3), Sitme (5,5-6,0) y el dólar negro. El gobierno está embarcado en una expansión monetaria acelerada (48% en doce meses) que, combinada con los traslados de reservas a sus cuentas en el exterior, han dejado la relación liquidez a reservas en 16,8 bolívares por dólar. Es decir, si todos los venezolanos que cuentan con bolívares fuesen mañana al BCV a comprar dólares, el BCV podría absorberlos a 16,8 bolívares por dólar.
Todo esto para decir que, en el entorno de ausencia de institucionalidad, tasas de interés negativas (penalización al ahorro), falta de confianza en la institución de la propiedad y dependencia del consumo de las importaciones, es improcedente e inconveniente (no digo imposible, porque imposible no es) levantar el control de cambio. Ya en 1989, con el consumo dependiendo menos de las importaciones y una relación de liquidez a reservas menos desfavorable, la liberación produjo un shock que -según algunos cálculos que he venido realizando- no es ni siquiera comparable al provocado por la huelga general 2002-2003.
De allí que la prioridad del nuevo gobierno debe ser por un lado el envío de señales claras que empiecen a cambiar la percepción de riesgo (seguridad a la propiedad privada, respeto a la división de poderes, mayor fortaleza institucional); mientras por el otro idea una forma creativa de ir desde aquí (una economía reprimida, con un sistema de precios perturbado) hasta donde debemos ir (una economía libre). Libre, sí, pero no libre para comprar dólares (al menos no sólo para eso). Libre, para que podamos ahorrar en nuestra propia moneda sin perder, libre para invertir y crecer, libre para poder adquirir propiedades y ser productivo, y tener al Estado de tu lado para proteger ambas condiciones. Ya Tobías Nóbrega (en el feliz exilio portugués tras su rentable paso por la administración Chávez) trató de utilizar una vez el argumento de que aquí se podía imprimir más liquidez sin inflación, porque teníamos niveles de monetización (liquidez/PIB) mucho más bajos que los de Chile. Si, claro, pero es que en Chile cuando un ciudadano coge un peso, su primera reacción no es salir corriendo a convertirlo en dólares. Y Chile, no se olvide, tiene tipo de cambio flexible. De eso es de lo que se trata.
@miguelsantos12
En Venezuela hoy coexisten tres tasas: Dólar oficial (4,3), Sitme (5,5-6,0) y el dólar negro. El gobierno está embarcado en una expansión monetaria acelerada (48% en doce meses) que, combinada con los traslados de reservas a sus cuentas en el exterior, han dejado la relación liquidez a reservas en 16,8 bolívares por dólar. Es decir, si todos los venezolanos que cuentan con bolívares fuesen mañana al BCV a comprar dólares, el BCV podría absorberlos a 16,8 bolívares por dólar.
Todo esto para decir que, en el entorno de ausencia de institucionalidad, tasas de interés negativas (penalización al ahorro), falta de confianza en la institución de la propiedad y dependencia del consumo de las importaciones, es improcedente e inconveniente (no digo imposible, porque imposible no es) levantar el control de cambio. Ya en 1989, con el consumo dependiendo menos de las importaciones y una relación de liquidez a reservas menos desfavorable, la liberación produjo un shock que -según algunos cálculos que he venido realizando- no es ni siquiera comparable al provocado por la huelga general 2002-2003.
De allí que la prioridad del nuevo gobierno debe ser por un lado el envío de señales claras que empiecen a cambiar la percepción de riesgo (seguridad a la propiedad privada, respeto a la división de poderes, mayor fortaleza institucional); mientras por el otro idea una forma creativa de ir desde aquí (una economía reprimida, con un sistema de precios perturbado) hasta donde debemos ir (una economía libre). Libre, sí, pero no libre para comprar dólares (al menos no sólo para eso). Libre, para que podamos ahorrar en nuestra propia moneda sin perder, libre para invertir y crecer, libre para poder adquirir propiedades y ser productivo, y tener al Estado de tu lado para proteger ambas condiciones. Ya Tobías Nóbrega (en el feliz exilio portugués tras su rentable paso por la administración Chávez) trató de utilizar una vez el argumento de que aquí se podía imprimir más liquidez sin inflación, porque teníamos niveles de monetización (liquidez/PIB) mucho más bajos que los de Chile. Si, claro, pero es que en Chile cuando un ciudadano coge un peso, su primera reacción no es salir corriendo a convertirlo en dólares. Y Chile, no se olvide, tiene tipo de cambio flexible. De eso es de lo que se trata.
@miguelsantos12
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