El milagro de
las primarias
Trino Márquez
El 12-F se produjo el milagro de las primarias. Poca
gente, incluida la de la oposición, creía que esa empresa tendría éxito. Había
que unir demasiados partidos y grupos diferentes. Además, no se trataba solo de
elegir el candidato que se enfrentaría a Chávez el 7-O, también había que
escoger 17 candidatos a gobernador en
esa misma cantidad de estados y, por si fuera poco, se seleccionarían 290
candidatos unitarios a alcalde en la misma cifra de municipios. Toda una
megaelección.
Frente
a semejante desafío, el Gobierno adoptó una estrategia que pasó por varias
fases. Al principio las ignoró, luego las descalificó y luego las agredió.
Estamos en esta última etapa que combina la agresión con la descalificación. Trataron
de que la MUD
conservara los cuadernos electorales como si la infame lista Tascón no hubiese
existido. Para realizar la maniobra se valieron de un payaso que intentó crear
zozobra en los millones de ciudadanos que fueron a las urnas convencidos de que
no se le daría ninguna arma al Gobierno que este pudiera utilizar contra los
votantes. La treta de baja estofa no funcionó. Los cuadernos se quemaron. En la
oposición no hay sapos ni delatores.
El
pueblo perdió el miedo y de paso transmitió varios mensajes que deben ser
leídos con mucha atención. Tres millones de venezolanos le dijeron al teniente
coronel que están hasta el copete con su estilo caudillesco y con el socialismo
del siglo XXI y todos los vicios que este proyecto representa: sectarismo, exclusión,
violencia, corrupción, incompetencia, militarismo y culto a la personalidad,
para detener aquí la larga cadena de perversiones que podrían anotarse. Ante el
desenfado del país, el hombre no sale de su perplejidad. En medio de su
desconcierto, primero les ordenó a sus lugartenientes que se lanzaran al ruedo
a atacar la oposición con las armas del insulto, precisamente una de las que provocó el
tsunami del 12-F; luego lo hizo él mismo como un basilisco. No acepta que sin
autobuses ni gasto dispendioso, millones de compatriotas se hayan armado de
valor y paciencia para depositar su voto, mientras él languidecía con una
esmirriada y deslucida concentración en La Victoria.
El
recado a los militares también fue clarísimo. Los venezolanos desean resolver sus
diferencias en paz, de forma cívica y democrática. No los quiere metidos en
política, ni opinando y decidiendo sobre materias que son de la estricta
competencia de los civiles. A la
FAN le corresponde resguardar la integridad territorial y
garantizar la soberanía nacional. Esta no es una democracia tutelada ni
teledirigida por los militares. Su participación en el mundo de la política se
circunscribe al Plan República, tarea cumplida con eficiencia el día de las
primarias.
A los
partidos de la oposición los votantes les ordenaron que preserven la unidad por
encima de cualquier interés parcial. En la unidad reside la única posibilidad
de derrotar a Chávez el 7-O. Con las primarias se cerró un ciclo cuyos
protagonistas fueron los candidatos que aspiraron a la nominación presidencial,
a la de gobernadores y alcaldes. Como era de esperarse, aparecieron diferencias
y contrastes propios de una competencia
en la que se buscaba el respaldo popular
para las distintas aspiraciones. Ahora se abre una etapa en la que se requiere
la más férrea cohesión en torno al candidato electo, a su plataforma
organizativa y a sus proposiciones programáticas. Las diferencias habrá que
postergarlas para cuando un nuevo gobierno se haya asentado y la democracia
haya retomado la fortaleza que tuvo en el pasado, cuando Venezuela era un
ejemplo mundial de estabilidad.
En el
plano de la legitimidad nacional e internacional lo ocurrido el domingo también
tuvo significativas repercusiones. La oposición, cuyo prestigio ha venido creciendo
luego de los triunfos obtenidos en las elecciones de gobernadores y alcaldes de
2008 y en los comicios legislativos de 2010, ahora exhibe un líder respaldado
con casi dos millos de sufragios, y unos dirigentes regionales y locales que
obtuvieron sus victorias igualmente mediante la consulta popular. Existe una
dirección colectiva que cuenta con la aceptación de un amplio sector de la
población. En este campo no hay ningún dirigente escogido a dedo, ni
autodesignado. ¿El chavismo puede decir lo mismo?
Los organismos
y los partidos políticos foráneos cuentan en Venezuela con una oposición
democrática enraizada en el voto popular. Este respaldo reduce el oxígeno de cualquier intento de golpe de Estado,
inhabilitación de los candidatos electos o desconocimiento del triunfo democrático
el 7-O. Chávez tiene los días contados y esto lo tiene loco.
@tmarquezc
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