Los marcianos llegaron ya
JEAN MANINAT |
EL UNIVERSAL
6 de septiembre de 2013
En 1938, Orson Welles, entonces un joven productor, adaptó para la radio la novela de H.G. Wells, La guerra de los mundos, una historia de ciencia ficción que narraba la invasión marciana de la Tierra después de que el planeta Marte fuera sacudido por terribles explosiones que anunciaban su desaparición irremisible. El programa fue emitido como si de un noticiero se tratase, con Welles haciendo de un científico que narraba en tiempo real la caída de meteoritos, que no eran más que naves repletas de marcianos, y la utilización, por parte de los invasores, de un rayo de calor que todo lo derretía mientras nubes de gases venenosos intoxicaban las vías respiratorias y colapsaban los pulmones de los aterrorizados humanos. Un actor hacía a su vez de periodista. En la introducción del programa se había advertido que lo que se estaba por escuchar se trataba de una dramatización y que la supuesta invasión extraterrestre era ficticia. Pero la interpretación de Welles y su colega describiendo el avance de las fuerzas invasoras y la destrucción que dejaban a su paso fue tan veraz y potente, que los oyentes que habían sintonizado desprevenidos la emisión radiofónica sin escuchar la advertencia inicial, creyeron que se trataba de un hecho real y en pocos minutos cundió un pánico generalizado en New York y New Jersey, desde donde se habrían emitido las informaciones, que pronto se extendió a nivel nacional. Miles de horrorizados ciudadanos de toda laya obturaron las líneas telefónicas indagando la suerte de sus seres queridos, o reclamando más informaciones a las estaciones de radio y periódicos. Cuando se aclaró la situación, la sensación de rabia y bochorno fue generalizada. Orson Welles se disculpó al día siguiente, pero hasta el sol de hoy se sigue discutiendo si no sería una treta genial para ganar notoriedad de quien, algo más tarde, dirigiría una de las mejores obras cinematográficas de la historia del celuloide: El ciudadano Kane.
Hollywood pronto se dio cuenta que tenía entre sus manos una veta inigualable para aterrorizarles las cotufas domingueras a los incautos adolescentes gringos e incrementar las entradas en los teatros. Las pantallas se llenaron de invasores verdes, arañas gigantescas, dinosaurios de goma espuma recién despertados, pulpos de tentáculos ávidos de carne humana y cuanto bicho raro y sobredimensionado le pasara por la cabeza a un productor de cine supletorio mientras mordía un puro barato y estrujado. Por alguna razón que sólo los guionistas alcanzaran a explicarnos, todo comenzaba con un bombillo que sin ton ni son empezaba a titilar en un hogar americano, hasta que en medio de un in crescendo de chispazos y zumbidos eléctricos, la casa, el vecindario, y luego toda la ciudad quedaban a oscuras. Desde entonces es parte del canon hollywoodense, el que una falla eléctrica anuncie la presencia eminente de unos alienígenas dispuestos a arrasar con cuanto modo de vida tengan por delante.
Uno no sabe si quienes desgobiernan a Venezuela son adictos a la ciencia ficción, pero lo cierto es que han convertido al país en un gran escenario de fin de mundo, de batalla campal, donde todo colapsa a pasos agigantados, mientras la población se pregunta cuál de las siete plagas de Egipto acampará mañana en sus predios. Huecos enormes cuartean las avenidas de la capital: ayer fue El Cafetal, hoy la Francisco de Miranda, mañana no sabremos qué nos depara un pavimento fatigado por tantos años de desentendimiento oficial. Inflación, desasbatecimiento, falta de agua, caos vial, crimen rampante, hospitales y clínicas bajo pronóstico reservado, son la materia prima de la que está hecha cualquier historia que describa el colapso de una sociedad. Y como si fuera poco, el entristecedor espectáculo de columnas de gente caminando hacia sus hogares en medio de ciudades oscuras que una vez fueron luminosas: todo en medio de un país petrolero.
Es cierto, los marcianos llegaron ya, sólo que se instalaron hace quince años en Miraflores y están arrasando con todo.
@jeanmaninat
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