jueves, 14 de noviembre de 2013

LA GUERRA INTERMINABLE


DIEGO BAUTISTA URBANEJA            

EL UNIVERSAL
 
Lo ocurrido con los comercios de electrodomésticos, las situaciones que a propósito de ello se produjeron, son el producto natural de la forma en que el Gobierno ha decidido entender y enfrentar los problemas del país. Se trata de la tesis de la guerra económica, doctrina oficial del Gobierno respecto a los orígenes de la situación crítica que atraviesa nuestra economía y los efectos sociales de tal situación. La lógica es muy simple. A una guerra económica no se le puede enfrentar sino con guerra. Eso es lo que hace el Gobierno.

La tesis de la guerra económica es un disparate. Un disparate más de la disparatada política económica de este Gobierno. Pero es la tesis que el Gobierno ha adoptado. Peor aún: es la tesis en la que el Gobierno cree. En una economía disparatada, los males económicos proliferan en las más diversas formas: inflación desbocada, distorsión monstruosa en el terreno cambiario, con un dólar oficial insostenible y un dólar paralelo por las nubes, desabastecimiento agudo, especulación de todo el que pueda especular en el terreno que sea.

En ese ambiente, tenemos un gobierno que reacciona histéricamente a todas esas erupciones, aferrado a un lenguaje bélico, insultante, amenazante que, aunado a la política económica del disparate, lo agrava todo. Así que esto seguirá. Vendrán más controles, con sus efectos de escasez, conflicto, corrupción. Vendrán nuevas situaciones críticas.

Es muy sencillo. La política económica, el modelo económico, está profunda, irremediablemente equivocado. Eso lo sabe casi todo el mundo. Sólo un equipo económico de la ignorancia y la obcecación del que conduce la economía del país puede no verlo. Pero por alguna maldición bíblica, estamos gobernados por el único equipo económico del mundo que no ve lo que todo el resto ve meridianamente.

Como efecto neto de todo, la vida de la mayoría de los venezolanos es un manojo de incertidumbre, inseguridad, zozobra, rumores, colas, limitaciones de todo tipo, maniobras de supervivencia, ejercicios de adaptación a unas condiciones de vida cada vez más precarias. También, si por el Gobierno es, ello seguirá siendo así.

La gran pregunta es qué piensan los venezolanos de todo eso. Dicen que unos cuantos creen lo de la guerra económica. Está la cuestión de cuántos sentirán que lo del Gobierno contra las tiendas de electrodomésticos es una sanción contra los especuladores que merece el premio del voto en diciembre.

Por mi parte apuesto a que sean muchos más los que se digan: "esto no puede seguir así". Puede que haya especuladores, pero lo más importante es que haya una situación que los propicia, creada por un gobierno que de repente reacciona bruscamente, con lo cual no hace sino profundizar la situación de angustia colectiva. Así le vemos luego, dando cadena tras cadena para justificarse, para mantener vivo el fantasma de una guerra económica producto de su imaginación o de su dogmatismo ideológico, y para ansiar sus "ofensivas" contra esos enemigos imaginarios.

Algunos han pensado que todo el asunto de los electrodomésticos es para ganar votos, o para distraer la atención de la gente y desviarle de problemas más graves. De ser así, estaríamos ante nuevas maniobras para ganar tiempo, obtener ventajas de corto plazo. Pero la guerra económica seguirá. La inventada por la fantasía gubernamental y la que el propio Gobierno, en respuesta, le tiene declarada a la economía venezolana.

No va a cesar esa guerra. Al contrario, se alimenta a sí misma. Como la situación empeora, el Gobierno va a creer que ello es producto de que la guerra que le han declarado sus enemigos, los burgueses, se intensifica. De modo que se sentirá obligado a intensificar la que a él le corresponde adelantar en respuesta. Dejada a su propia lógica, la visión gubernamental de las cosas nos conduce a una guerra interminable.

En ese contexto de guerra que se profundiza, de zozobra que se agudiza, de incertidumbre general que se agrava, le corresponde a la oposición democrática fortalecerse como alternativa válida, capaz de ofrecer certidumbre, capaz de concebir los problemas del país en términos diferentes a los de una guerra, capaz de cortar la dinámica de la guerra interminable. Tiene que mostrar a la población esa capacidad y esa disposición, porque tiene de sobra con qué. Ese debe ser su discurso, de modo de ofrecer orientación a una ciudadanía desconcertada, poner a su disposición un canal que le permita enrumbar de modo políticamente fructífero las angustias que lo aprisionan y que el Gobierno se encargará de que sean cada día mayores.

dburbaneja@gmail.com

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