domingo, 24 de noviembre de 2013

LOS DÍAS MAS DIFÍCILES


  Elías Pino Iturrieta

El Nacional

Hablar de la complicación de los días recientes puede parecer estúpido, si se compara con el enredo terrible que ha caracterizado la vida de los venezolanos en los últimos años. En la más cercana  década hemos visto cómo lo que parecía una mudanza de relativa profundidad debido al ascenso de Chávez al poder –un personaje parecido a los cuarteleros de antes, pero no del todo; un sujeto tan pobre de ideas como los oficiales izquierdistas o no izquierdistas de antes, pero con recursos inéditos en su equipaje– se volvió  proceso constituyente, mengua de los partidos políticos del siglo XX, militarada en crecimiento, auge del populismo, asfixia de los poderes públicos por el Ejecutivo, recrudecimiento de las corruptelas y “socialismo del siglo XXI”. No llegaron de golpe esos fenómenos, no los tomamos en una sola cucharada, sino en incómodas cuotas que terminaron por llevarnos a una situación inédita, si se establece una analogía con las vicisitudes del período de la democracia representativa. La dependencia de Cuba, vasallaje inimaginable en el pasado e inesperado a estas alturas de la historia de un pueblo que se las jugó como pocos por una existencia autónoma, completa el panorama de una aberrante mudanza de la vida de la cual forman parte los sucesos de nuestros días, los más cercanos, que no parecen a primera vista tan diversos como para concederles una peculiaridad en el cuadro de las catástrofes que se nos han acumulado.
Pero no es lo mismo el “socialismo del siglo XXI” bajo la batuta de su inventor, que las trastadas puestas en marcha por los sucesores. Lo que era un disparate bajo el control de Chávez, se ha vuelto una mamarrachada que manejan sin concierto los herederos. La apoteosis bolivariana ha devenido culto grosero a la personalidad del Comandante Supremo, rayana en comparsas que nadie en sano juicio puede atribuir a las sociedades de la cultura occidental de nuestros días. El huero discurso de la víspera se ha vuelto aún más lampiño de ideas, pese a que el prefacio de los ruidos del comandante tampoco destacara por la solidez. El partido de gobierno parece una criatura de la robótica, como si no pintara nada en la casa de gobierno, y aunque no pintaba mucho tampoco antes, lo disimulaba. No abundaban las figuras de prestancia porque el llamado ahora Gigante acaparaba la escena, pero hoy, sin relevancias personales en la cabeza del gobierno, se echan más en falta. El crecimiento de la corrupción pudo evitar un escrutinio severo de la sociedad porque la retórica del jefe del Estado fue astuta en el encuentro de vericuetos capaces de desviar la atención de la ciudadanía, pero un régimen sin imán en las alturas carece de recursos para maquillar lo que es cada vez la herida más dolorosa y evidente de la sociedad.
En cuestión de un trimestre desapareció el carmín administrado por Chávez, las arrugas de la decrepitud tomaron todo el cuerpo de la “revolución”, sin dejar pedazos lisos en un pellejo que llegó a engañar con la trampa de su lozanía hasta que el salón de belleza no fue capaz de seguir con su trabajo. El discurso es hijo del anterior discurso, pero ni siquiera parece discurso. Los herederos del Gigante, su hechura personal, ponen en evidencia la flaqueza de una pedagogía que pareció atractiva, pero que demostró en noventa días la imposibilidad de establecer un aula de formación de dirigentes digna de tal nombre. La plata dejada por él, que no fue mucha, ha caído en una fosa de dilapidación e improvisación tan profunda que no parece de la parentela de la corrupción previa, aunque es su hija legítima. Una aceleración propia de los procesos condenados a un derrumbe próximo hace distinto lo reciente de lo que sucedió hasta hace poco desde hace más de una década.
¿Individuos como Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Pedro Carreño se pueden dar cuenta del declive, y pueden proponer una rectificación? No parece probable. ¿Los líderes de la oposición y la sociedad que los apoya saben que se enfrentan a una situación distinta de la anterior, de la que dominaba Chávez en persona, y tienen la aguja apropiada para el remiendo? Ojalá sepan, por lo menos, que la tela que deben cortar es distinta.

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