jueves, 7 de noviembre de 2013

REINALDO LEANDRO MORA


           Leandro Area
 
Lo quise como lo permite el respeto, y lo admiré como supongo debe quererse a un padre. Leandro para él era apellido y para mí, nombre de pila; cumplíamos años en la misma fecha, con una distancia exacta de treinta años, los 24 de mayo geminianos, que celebrábamos regularmente como hermanos en unidad de familia y amigos. Además, los dos proveníamos del  Colegio La Salle y fuimos maestros de profesión y gusto. Nos agradaba el arte, el buen vino, las gratas compañías, la larga conversa y hasta el silencio mismo.
Lo conocí personalmente en 1989 por mano de Ramón J. Velásquez, quien ya para la fecha presidía la Comisión Presidencial para la Integración Colombo-Venezolana, donde yo trabajaba y cuyo Secretario Ejecutivo era Edgar Otálvora. El doctor Leandro Mora por su parte, acababa de ser nombrado Presidente de la Comisión Presidencial para la Delimitación de Áreas Marinas y Submarinas con la República de Colombia, y desde ese momento hasta el sol de hoy, no nos distanciamos jamás. Se trataba de un esfuerzo de los Presidentes Barco y Pérez por dar a las relaciones colombo-venezolanas, maltrechas desde 1987 por el caso de la corbeta “Caldas”, un nuevo y fructífero giro, mediante una globalizadora estructura de negociación, que sin dejar nada de lado, impidiera que el Golfo de Venezuela fuera prioridad o freno. Fueron designados además para a acompañar a Leandro Mora en su alta responsabilidad de Estado, Hilarión Cardozo y Pompeyo Márquez, en la convicción de CAP de que el tema del Golfo sólo podría ser resuelto a través de un consenso nacional y bajo la conducción de los partidos, no ya tan mayoritarios para la época, AD, COPEI y el MAS, de los que Leandro, Cardozo y Márquez eran presidentes o secretarios generales. En su momento, Caldera ratificó el esquema nombrando al cordial amigo José Ángel Oropeza Ciliberto, representante de lo que se dio en llamar “el chiripero”, como se autodenominó la marea que lo llevaría al traspiés ambicioso de su segunda Presidencia.
Pero no solo eran las áreas marinas y submarinas, sino que se incluían, bajo la responsabilidad de dicha Comisión Presidencial, otros temas como lo eran la demarcación y densificación de la frontera terrestre, las migraciones, la navegación fluvial y las cuencas hidrográficas comunes. Leandro Mora junto a sus pares venezolanos asumió, con sabiduría y mano zurda, ese berenjenal que representaba el manejo de esos temas tan técnicos bajo las circunstancias tan politizadas del momento: el llamado “Caracazo”, los golpes de Estado, militares y civiles, la fractura de los partidos políticos, la crisis social que se manifestaba en todos los órdenes, el juicio a Pérez y además, el historial atrabiliario del “Gocho” en relación a los asuntos bilaterales. En este sentido, Leandro Mora estaba convencido que adelantar en el tema del Golfo y exponerlo ante la opinión pública podía llegar a ser el pretexto que muchos esperaban para incendiar y derrumbar definitivamente el ya deteriorado esqueleto de la democracia venezolana. Y con ese convencimiento, con bajo perfil, navegó esas turbias aguas, esquivando intereses internos o agravios, y también la presión de Colombia, que pudo calcular, en nuestra debilidad coyuntural, una oportunidad propicia para satisfacer sus viejos intereses geoestratégicos.
En esas dificilísimas circunstancias, que hasta personales llegaron a ser, Leandro Mora demostró una vez más ser un venezolano cabal, negociador curtido desde sus viejos tiempos de Secretario Juvenil de Acción Democrática, torero sublime, defensor de nuestra soberanía, fiel a sus principios y amigos, y ejemplo para los que quedamos aquí navegando en la tormenta que nos dejan los dioses de la historia. Honor a quien honor merece. Agradecido de su compañía. Solitario de su afecto.

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