viernes, 22 de noviembre de 2013

EL ASALTO FINAL


     Argelia Ríos

Esto no es un diseño concebido únicamente para mejorar el potencial electoral del oficialismo. Estamos ante lo que Chávez llamaba un “salto adelante”; sin duda, el más ambicioso y temerario de todos cuantos se han producido a lo largo de catorce años. Lo que está en desarrollo es una operación redonda para completar la imposición de un implacable modelo de dominación social: una ofensiva destinada a aplastar -ahora sí definitivamente- al país democrático y a todo vestigio de independencia y autonomía.
El objetivo no es sólo exterminar a la MUD, a Capriles, o a “los que se meten en política”: el blanco es toda la sociedad venezolana, a la que se busca convertir en servidumbre de las insolentes orgías corrompidas que mantienen secuestrado al poder. Ni los indiferentes serán absueltos, porque el esquema nos requiere a todos plegados, resignados y comprometidos.
Ahora sí vienen por todo y con todo, blandiendo las armas de la represión y arropados en una coartada ideológica con la cual nos plantearán la peor de las luchas de clases que hemos visto en los últimos tres lustros… La escasez de recursos y la ruina económica no los detendrán: al contrario, toda esa desgracia será el telón de fondo de la confrontación entre “ricos” y “pobres”.
Aunque se muestren arrogantes y altaneros, quienes están motorizando este asalto final no tienen el poder ni el liderazgo para hacerlo: Maduro y compañía son fieras heridas y han emprendido esta aventura porque no disponían de otra alternativa. La nomenclatura identificó la inminencia del derrumbe y se anticipó para lanzar un hachazo al aire, en plan de declaración de guerra a muerte. Con el tiempo en contra -y en medio de una economía encaminada hacia la quiebra- los “herederos” han elevado sus lanzas en esta crucial batalla por la sobrevivencia, convencidos de que el país reaccionaría muy pronto ante su acelerada devastación.
La parada de Maduro y de sus generalotes es una huida hacia adelante en la que todos fingen ser superiores a lo que en realidad son. Como siempre, confían en que sus contrarios vean en ellos atributos y condiciones de fortaleza que no poseen y que les son necesarias para inocularles más miedo a los ciudadanos.
El país opositor no debe colaborar en la tarea de convertir en gigantes a los enanos. Chávez sí era un “hombre fuerte”: éstos no lo son. Ante ellos no cabe sucumbir, como nunca se sucumbió frente a quien sí tenía los galones de comandante. El hecho de que sean más peligrosos sólo sugiere que el esfuerzo y el compromiso habrán de ser mayores. Capriles ha convocado a la calle, en un claro replanteamiento de la lucha democrática. La represión dejará de serles barata. Vamos hacia un cuerpo a cuerpo; hacia un inevitable choque de trenes.

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