DIÁLOGO Y LUCHA DEMOCRÁTICA EN
VENEZUELA
Emilio Nouel V.
“El fanatismo es la
incapacidad de aceptar situaciones
sin solución clara”
Amos Oz
Si hay una conclusión a la que todos
deberíamos llegar es a la de que en política, doméstica o internacional, como
en la vida en general, nos toparemos a menudo con preguntas sin respuestas
inmediatas, con la dimensión desconocida. Que no todo tiene una solución
cristalina, perceptible, tajante, sin lugar a dudas y cisnes negros, a primera
vista.
Que la incertidumbre, la opacidad y
lo gelatinoso siempre estarán presentes, habiendo ganado o siendo derrotados.
Que en la brutal competencia entre los hombres por hacerse con el poder, nada
está dado de una vez, ni está garantizado, ni es concluyente, mucho menos
perenne. Que lo único seguro es el cementerio, como dicen por ahí, y ni tanto.
Obviamente, esa carencia de certezas,
esa profusión de dilemas, la diversidad de apuestas posibles que se abren,
tantas encrucijadas oscuras; las coaliciones de conveniencia que se nos
imponen; las puñaladas traperas furtivas a media noche; el trasiego a tientas;
los acomodos liosos, los toma y daca contingentes y las negociaciones
problemáticas e ineludibles, no se avienen bien con el fanático maximalista, que
solo admite blanco o negro, bueno o malo, amigo o enemigo, tú o yo, nada de
grises o matices, todo definido de una vez, las soluciones inmediatas que
corten por lo sano lo que haya que cortar, incluso cabezas humanas.
No se allanan a estos difíciles vericuetos
de la lucha, los paladines de la antipolítica, los que ven la pelea por el
poder como un oficio sucio y deleznable, para individuos ayunos de moralidad o
escrúpulos, personas entregadas al cálculo que sólo lo persiguen para colmar
sus ambiciones y llenar sus bolsillos.
A ambos, el fanático y el nihilista,
altas dosis de paranoia, desconfianza y escepticismo mediante, las situaciones
intermedias, los procesos a veces largos e indefinidos de maduración, los
equilibrios inestables, las transiciones complicadas, les resultan
inaceptables, “todo o nada” es su enseña, no hay en ellos lugar para el
análisis frío y sosegado que exige la complejidad de la realidad.
Y cómo abundan estos personajes en
circunstancias como las que vivimos en nuestro país.
Ciertamente, no es muy fácil afrontar
la crisis nacional, abrumados y agobiados como estamos por la incertidumbre
presente y el dudoso futuro de Venezuela. Huelga insistir en la situación grave
de arbitrariedades que todos conocemos y padecemos.
Después de superar decisivos errores,
las fuerzas democráticas venezolanas han venido recuperando espacio político e
institucional, enfrentando, desde la precariedad de los recursos, uno de los
Estados más poderosos de la región, puesto al servicio de una ideología demencial
por más de tres lustros.
Y eso no es “concha de ajo”, ni se
resuelve en un santiamén, por mucha voluntad y empeño que pongamos en tal tarea
titánica. Los que han intentado implantar, enfrentando una dura resistencia
democrática, una sociedad del anti-bienestar duradero, del atraso y la
descomposición moral, tienen sus fervientes acólitos y son millones. Esa es una
realidad, nos guste o no, que está allí, frente a nosotros, y que no podemos
despachar así como así.
Tal correlación de fuerzas nos impone
unos ritmos y velocidades que no nos gustan, nos agotan y desesperan.
Pero si queremos cambiar ese estado
de cosas de forma civilizada y pacífica, aunque hayan unos desalmados frente a
nosotros, hace falta armarse de paciencia, mayor a la de Job, poner a funcionar
la inteligencia y sobre todo mantener la mollera bien fría.
Sé que sostener tal talante no es
fácil y que los resultados positivos demorarán, no serán inmediatos, que mucha
angustia y duras experiencias habrá en el camino. Pero no tenemos otra. La horrenda
alternativa sabemos cuál es.
De allí que el dialogo entre fuerzas
paritarias enfrentadas cobre enorme significación. Vale la pena apostar por él,
aun teniendo reservas y dudas. La historia nos enseña de muchas experiencias al
respecto. Enemigos se han sentado a conversar, así sea para regular el combate.
Es la hora del ejercicio de la
política responsable, seria y realista. No es una apuesta de ingenuos, como
algunos descaminados dicen. La oposición democrática está obligada, por
principios, a hacerla. Si el gobierno falta a su palabra, si no obra en
consecuencia, allá él y los suyos, ya no será culpa de los demócratas que el
país se hunda en la confrontación salvaje y el caos.
Estamos en una de esas situaciones
que aludíamos al comienzo de estas líneas. Nada está claro, chapoteamos en
arenas movedizas, y ojalá, a la brevedad, nos enrumbemos por senderos
civilizados de respeto y apego a la ley. Es el clima que podría favorecer el
restablecimiento de la democracia y la paz.
Será necesario deslindarse de los
Savonarolas desquiciados que estorban en la oposición. No me queda la menor
duda, hacen mucho daño, y retrasan el proyecto de recuperación de la democracia
y de las libertades plenas. El gobierno deberá hacer otro tanto.
Hemos avanzado y podemos avanzar más
en ese propósito. Voluntad indoblegable de lucha, firmeza de convicciones e
inteligencia son las claves de la victoria definitiva.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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