RAMON GUILLERMO AVELEDO
Cinco preguntas sobre el diálogo
1. ¿Es necesario?
El país no es una parte de nosotros, el país somos todos. El gobierno tiene una responsabilidad de autoridad, que es mayor que la de nosotros los ciudadanos, pero eso no lo convierte en sinónimo de la nación entera, ni nos exime de responsabilidades a quienes no estamos en el poder. El país somos todos quiere decir gobierno y alternativa, y también los demás que están a favor o en contra o no lo saben, pero que existen aunque sean menos. El país son los jóvenes y los viejos, los pobres, los ricos y la clase media, la capital y las regiones, la ciudad y el campo. El país son los empresarios y los trabajadores, los civiles y los militares, las universidades, las academias, los gremios, los medios de comunicación.
La situación del país pasa de grave a insostenible. El cuadro fiscal cada vez admite menos disimulo. La crisis del signo monetario se nota en la caída del poder adquisitivo y en la brecha anchísima entre cambio oficial y paralelo. La economía anda de mal en peor porque es disfuncional, pues los atávicos problemas del rentismo se han acentuado y agravado por el prejuicio ideológico obsesivamente estatista y el muy castrense afán de controlar todas las variables que lleva a decisiones irreales. La realidad social es dura y puede empeorar por limitación en las posibilidades de atención clientelar. A esto hay que agregar la disfuncionalidad de una política que no cumple sus funciones esenciales de generar convivencia ni canales para la solución pacífica y ordenada de las diferencias y conflictos que siempre pueden presentarse, simplemente porque niega al otro y lo alude sólo para insultarlo y formularle cargos con motivaciones de propaganda.
Ese panorama reclama diálogo entre los actores políticos y con los actores sociales y económicos. Diálogo que no es coro ni es monocolor. Diálogo que parte de las mínimas condiciones del reconocimiento de su alteridad y del respeto. Por ejemplo, cuando el gobierno socialista de Polonia que por definición era el gobierno de los proletarios dialogó con Solidaridad y Walesa, estaba reconociendo su alteridad. Es decir, que había obreros que no se sentían representados en él. El reconocimiento no se limita a lo jurídico o en lo formal. Es un hecho y un concepto.
También es un reclamo de la realidad, y una exigencia de la ciudadanía, de un pueblo exhausto y necesitado, y cada vez lo será más.
2. ¿Es oportuno?
Hubo elecciones municipales y quedó claro otra vez, como se ha evidenciado de diciembre de 2007 que somos dos mitades. En setenta y seis municipios del país y el Area Metropolitana de Caracas gobierna la Unidad, y setecientos y tantos concejales hablan de una presencia unitaria en cerca de trescientas cámaras municipales de la República, una realidad nueva. Este cuadro es mucho más real, y ciertamente más actual, que el de las regionales de diciembre de 2012. Los alcaldes de la Unidad, lo mismo que sus tres gobernadores, tienen la responsabilidad de gobernar, y el gobierno nacional la obligación de permitir que lo hagan y de coordinar con ellos.
La ocasión es, objetivamente, propicia para dialogar. Antes de la elección, la cabeza del Ejecutivo Nacional había anunciado su invitación a conversar con todos los alcaldes que salieran electos. Después la modificó: (a) Separándolos por color político y mostrando una celebración fastuosa y una reunión; (b) Poniendo a los de la Unidad, condiciones extra-constitucionales en tono que más parecía disuasivo que promotor del encuentro; (c) Incluyendo a los gobernadores, que fueron elegidos hace un año y con quienes tiene agendas específicas qué discutir, solo con una intención política que era tender una trampa a Henrique Capriles, en la cual podía perder (lo que haya pasado está por verse) asistiendo y no asistiendo. (d) Y, develado ya en la reunión, el pésimo gusto y la grosera provocación de poner el Himno Nacional en la voz del difunto Presidente, que es factor de unión en el oficialismo pero de división en el país y fue el emblema de la campaña de los rivales de los allí presentes. No es una conjetura aventurada que estos cambios fueron para complacer a sectores rojos siempre dispuestos a mostrar los dientes, y no precisamente para sonreír. Y eso, favor anotarlo, no es fortaleza, como tampoco la que se nota en las respuestas relativas a los presos políticos.
Pero la reunión tuvo lugar y ante los ojos del país, y ese es un hecho de obvia significación.
3. ¿En qué condiciones?
No hablo de las teóricas que ya sabemos (igualdad, reconocimiento mutuo, respeto) sino de las prácticas, que no se conocían. Nada aclaró el anfitrión, porque la formuló públicamente y sin que existieran, para ese momento, canales abiertos de intercambio. Al aceptar, la Unidad sabía que corrìa riesgos y se preparó para ellos. No habría sido aceptado irrespeto alguno. Y aunque las ventajas para el convocante eran obvias, los antecedentes son tan malos que las condiciones de este encuentro parecieron helvéticas.
Lo que es innegable es que en esa incertidumbre, la presencia de Capriles como uno más no era prudente. Si de verdad se quería que un hecho tan específico, cualitativamente, como la presencia del Gobernador Capriles en Miraflores ocurriera, había, por lo menos, que tramitarlo de un modo diferente, suprimir toda provocación y ofrecer unas garantías. Son condiciones que trascienden a su persona e impactan a la Unidad, como alternativa, en su conjunto. Eso es otra cosa, y los convocantes lo saben.
4. ¿Quién ganó?
Creo que ambos lados ganaron y ambos lados asumen riesgos. Lo importante, aunque suene a lugar común decirlo, es que gane el país.
Es verdad que Maduro sumó puntos importantes en términos de imagen de amplitud, seguridad en sí mismo y posición institucional. También que los alcaldes de la Unidad plantearon su visión con solidez y no dejaron de hacer ninguna exigencia importante. Destacaron Ledezma (acordado como vocero previamente) quien se vio como todo un hombre de Estado, Ocariz, Ceballos, Smolanski y Blyde. No es por larense que vi muy bien a Falcón y Ramos. Los demás, si bien a nivel nacional lucieron menos, deben haberse anotado éxitos locales y todos mostraron que sabían de lo que hablaban, que conocen los problemas de su localidad y, por cierto, que Venezuela está plagada de problemas.
Este es un territorio en el cual hay que evitar las conclusiones parciales y apresuradas. Para un lado puede haber ganado Maduro porque lo "reconocieron”, y porque se presentó con "amplitud”, con o sin comillas en ambos casos. Pero, ¿cómo caerá en el otro verlo respetando y tomando nota de lo que le dicen aquellos a quienes ha tratado, hasta ayer, de "asesinos fascistas” y algunos llamados "choros” o "vampiros”? Allí puede ser desmoralizante para una parte.
He escuchado, y leído, a venezolanos opositores felices con sus alcaldes e impresionados por su coraje y entereza, y a otros (los menos) en una posición exactamente contraria, con el acento puesto en las intervenciones de quienes fueron más amables. En unos casos, en el modo de ver de este cronista, demasiado. La novedad del evento sacó de sus esquemas a venezolanos de ambos lados. En los extremos hay desacuerdos acentuados, pero en la mayoría del país, me atrevo a decirlo, produjo alivio y la evaluación es positiva y esperanzada.
Que todo eso haya salido por Venezolana de Televisión tiene una importancia enorme.
5. ¿Es posible el diálogo?
Bueno, y ahora viene lo más difícil. ¿Es este diálogo sostenible?
La clave está en la democracia, esa palabra polivalente que todos usan a su modo y le ponen condiciones para apellidarla "verdadera”. Pero en su base, la democracia remite a pluralismo, libertad e igualdad. Sólo así se reconoce que el otro existe y que es legítimo que así sea.
Muchos nos preguntamos si el gobierno estará dispuesto a pasar por encima del prejuicio ideológico. Para los revolucionarios, cuyo deber es hacer la revolución, no es posible transigir con la contra-revolución, y un diálogo que no pueda conducir a transacción es estéril. Y por lo tanto no es diálogo.
No digo que abandonen su modo de pensar, sino que se adapten a la Constitución y renuncien a imponerlo a toda la nación.
Si este diálogo fuera táctico, para ganar tiempo y "marear” al adversario, al que se ha tratado como enemigo por tantos años, traería más perjuicios que beneficios y desembocaría en una frustración de consecuencias de alto riesgo.
Y no olvidemos una pieza esencial para evidenciar la seriedad con que se aborda el diálogo. Maduro debe dar el paso de dialogar oficialmente con la Unidad como tal. Porque hay que resolver asuntos clave para que el país se normalice, como la elección de los rectores del CNE, los magistrados del TSJ y el Contralor o Contralora todo dentro de la Constitución, por ejemplo. Además, regularizar la relación con los diputados de la Unidad en la Asamblea Nacional y abordar la cuestión de los presos y los exiliados. A todos, Felicidades en Navidad y Año Nuevo.
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