domingo, 22 de diciembre de 2013


El excandidato presidencial y gobernador del
estado de Miranda,Henrique Capriles, rompe
su silencio después de las municipales del 8 de 
diciembre —que demostraron que Venezuela sigue
dividida— y recibe a ABC en su despacho de Bello
Monte, en Caracas. Después de su sonada ausencia
en la reunión que el presidente Nicolás Maduro
convocó esta semana en el Palacio de Miraflores,
Capriles reta a un «cara a cara» al sucesor de Hugo 
Chávez. Pero le advierte de que «si voy a Miraflores, 
es para plantear a fondo los problemas y buscar 
una solución a la crisis». Frente a una economía
dependiente de las importaciones que «va por un
barranco», el líder de la oposición emprende ahora
la lucha política desde una perspectiva social.
—¿Con la inminente devaluación de la moneda
y la subida del precio de la gasolina, la crisis
económica está acorralando a los venezolanos?
—La fiebre del país está subiendo a 40 grados centígrados.
Hay dos opciones: o el Gobierno aplica la medicina
que no está aplicando o el paciente irá a cuidados
intensivos. Lo digo como venezolano, no como líder
de la alternativa democrática: estoy sumamente
preocupado por lo que se vislumbra para el próximo
año. No soy economista, pero no tengo que serlo para
darme cuenta. El país va por un barranco.
—¿Cómo de crítica es la situación?
—Nuestra economía prácticamente depende de la
importación, entre el 70, el 80 y casi el 100% en algunos
sectores. Las reservas internacionales y la capacidad
financiera están en su más bajo nivel. Los chinos ya
no siguen prestando dinero como antes. El costo de
la financiación es sumamente alto. El Gobierno no
da ninguna señal de confianza para que vengan los
inversores. Cambian el tipo cambiario. El país se ha
convertido en un mercado negro para todas las
transacciones.
—¿Qué medidas toma el Gobierno para hacer
frente a la crisis?
—Imprimir dinero inorgánico.
—¿Hay riesgo de que caiga el presidente Nicolás
Maduro?
—No quiero una salida que sea por un golpe. Y lo repito
siempre porque sería más desastroso para el país. Ojalá
que el Gobierno, con su intención de «vamos a dialogar»,
entienda que con ese modelo nos está conduciendo a los
cuidados intensivos. No hay manera de sostener una
economía como lo plantea el Gobierno, con mayores
controles y restricciones, como lanzar operativos para
el pollo, papel higiénico... La población termina
acostumbrándose a hacer cola para comprar de todo.
—¿Es viable el Plan de Patria socialista, el programa
de gobierno que Maduro trata de imponer sin
tener mayoría?
—Pienso que no. Llegará un momento en que reviente
ese modelo. No quiero que ese reventón tenga por
respuesta un golpe militar. Eso es lo peor que puede
pasar.
—¿Y el diálogo?
—Maduro quiere dialogar para que lo reconozcan como
presidente. El diálogo no es para eso. Es obvio que ellos
tienen una parte del país y nosotros otra.
—¿Por qué no fue a la reunión que convocó
Maduro esta semana en el Palacio de Miraflores?
—La reunión era para los alcaldes y si yo voy, deja
de ser una reunión de alcaldes. Si voy a Miraflores
es para plantear a fondo los problemas y buscar solución
a la crisis.
—Se dice que, al ausentarse, perdió la oportunidad
de enfrentarse a Maduro.
—Esa fue una reunión para alcaldes. Yo no quería el
protagonismo. Pero si el presidente quiere, podemos
hacer una reunión cara a cara.
—¿Nicolás Maduro busca legitimarse dialogando
con la oposición?
—El problema de su legitimidad está a nivel internacional.
Pero él está ejerciendo la presidencia y mientras lo esté
haciendo, tiene que responder al país. Si el problema es el reconocimiento y él lo busca condicionando el diálogo,
eso está muy mal. Ahora el país está en crisis y si el
diálogo es para buscar soluciones entre todos, entonces
es distinto.
—¿Teme que empeore la crisis?
—Yo no quiero que el país se hunda, ese no es mi
juego, ese es su juego. Lo veo en el sabotaje que hace
el chavismo en el estado de Miranda con su apuesta
para que me hunda. Mi juego es que el país salga de
la crisis.
—¿Qué le parece que el presidente cree entes
paralelos y despoje de competencias a los
alcaldes opositores?
—Es una bofetada a los ciudadanos, a la voluntad
popular, a la Constitución. Es inaceptable.
—¿No es contradictorio que mientras Cuba
impulsa una apertura económica, Maduro
la cierra y restringe?
—Absolutamente. Ningún país en el mundo como
Venezuela está aplicando un modelo que ha fracasado
en otras partes.
—¿Cuáles son sus previsiones sobre la inflación
este año?
—El Banco Central no ha querido publicar el índice
de noviembre. Pero tengo la cifra. En noviembre ha
subido un 4,8%. Están maquillando la inflación para
que no aparezca tan brutal.
—¿Las medidas que adoptó Nicolás Maduro
para rebajar los precios no fueron efectivas?
—La inflación no se baja por decreto. Tendremos el
57% de inflación anualizada hasta noviembre y al
cierre de diciembre sería del 60%.
—¿Van a subir la gasolina?
—Parece que sí. Es obvio que la gasolina está
regalada.
—Si en Venezuela suben la gasolina un
2.900%, ¿el Ejecutivo debería suspender el
subsidio petrolero a Cuba y Petrocaribe?
—El Gobierno venezolano le está regalando a Cuba
4.000 millones de dólares anuales, y es mentira que
sea para pagar a los médicos cubanos. Son 100.000
barriles diarios los que le enviamos, de los cuales
Cuba no consume ni la mitad. ¿Qué hace con el
otro 50%? Lo revende. ¿Y quién se queda con ese
dinero? El Gobierno cubano.
—¿Hay que suspender el subsidio a los países
caribeños?
—Hay que revisar caso por caso. Se puede subsidiar
pero no regalar. Lo que hay que hacer es dejar de
regalar nuestro petróleo. Y este Gobierno tiene una
caja negra en las cuentas pendientes de cobro.
—¿Si Rusia al final condonó la deuda de
35.000 millones de dólares a Cuba, haría
lo mismo si fuera presidente de Venezuela?
—Siempre he dicho que las facturas hay que cobrarlas.
No estamos para financiar regímenes de otros países.
El día en que Venezuela deje de regalar petróleo a
Cuba, ese día los cubanos cambiarán.
—¿Mantiene la tesis de que Maduro no llegará
a concluir su mandato en 2019?
—La mantengo. Si este Gobierno va como va, a mí
me cuesta pensar que no se tenga que buscar una
salida constitucional. Hay varias opciones, pero
primero tenemos que concentrarnos en resolver la
crisis y acompañar a nuestro pueblo.
—¿Qué le pasó después de las municipales
del 8 de diciembre? ¿Su silencio y aislamiento
son los signos de una derrota?
—No di una rueda de prensa porque no hay medios
de comunicación. Yo quería que el 8 de diciembre se
diera una participación contundente como la que se
dio en las presidenciales del 14 de abril. No se logró.
—¿Fue inútil el esfuerzo que dedicó a la
campaña?
—No, no fue inútil porque subimos a 77 las alcaldías
de la oposición, casi duplicamos el número, pero
esperaba un sentimiento de cambio que no se
manifestó en la votación. Fue un resultado
agridulce. El Gobierno no ganó y tampoco la
oposición. El 8 de diciembre dejó al país igual
de dividido.
—¿Fue un error plantear la elección como
un plebiscito?
—Al principio de la campaña dije que era un plebiscito,
pero después no utilicé más esa palabra.
—¿Considera al líder opositor Leopoldo López
como un rival porque aspira a ser presidente?
—Los deseos no empreñan. En Venezuela la lista de
los que desean ser presidente es muy larga. Ese cargo
siempre ha tenido muchos aspirantes. Mi obsesión no
es ser presidente de la República. Lo mío es que el país
cambie.

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