viernes, 31 de enero de 2014

ACELERAR EL CAMBIO

Simón García

Se está convirtiendo en una inquietud dominante el asunto de cuándo va a producirse un cambio en la situación que vive el país. Preocupación que justifica extender la pregunta hacia las condiciones que se requieren para producirlo. El paso de uno a otro tema es aparentemente simple, pero no existen evidencias de que tengamos las preguntas pertinentes y las respuestas convenientes.

Más bien en la inquietud parecieran alojarse indicios no sólo de impaciencia, sino dudas de que ese cambio pueda ser posible. Esa incertidumbre comienza a abonar tres conductas: el acomodo pasivo al régimen; la rebeldía desesperada o el refugio nihilista en una vida privada que no quiere saber nada de política. Todas pueden ser reacciones humanamente válidas, pero ninguna de ellas propicia la reflexión ni la adopción de pasos que nos encaminen hacia las salidas.

Los últimos quince años muestran la instalación sostenida de un modelo opresivo de sociedad.

Aunque se conserven formalmente aspectos democráticos, lo dominante ha sido la transformación y el manejo del Estado en órgano de dominio directo cuya función es ejercer una hegemonía excluyente.

Pero es igualmente relevante que el aplastante desempeño del Estado como principal sujeto político, con toda su variada capacidad de intervención, no haya logrado doblegar a las fuerzas democráticas. La existencia de esta lucha, en condiciones de extrema desigualdad, ha contribuido a mantener espacios de convivencia, a la subsistencia de determinados derechos y a sostener la posibilidad de construir una mayoría social, plural y ciudadana que debilite las bases populares del régimen. Por ser demasiado obvio es necesario recalcar que la velocidad del cambio depende de conquistar una mayoría que necesariamente tendrá que contener un apreciable sector del lado oficialista y una fracción de los que por distintas razones están colocados fuera del debate y el combate sobre el país que queremos. Es decir, la relación de antagonismo con el régimen debe tener formas distintas según se enfrente a la cúpula autoritaria o se confronte a sus seguidores de a pie, por conciencia o por gratitud.

Hay que tener un discurso efectivo y una presencia afectiva donde es alta la influencia del poder dominante. 

Un régimen parado en un piso muy lleno de contradicciones y que por eso, entre otras razones, acentúa sus propósitos de hostigamiento, desmoralización y reducción de todo lo que se le opone.

Pero la existencia de ese dato no debe hacernos creer en espejismos sobre golpes o insurrecciones de la calle que terminan en más penurias para la gente. 

Los partidos, si se comprometen en su renovación, constituyen una esperanza. Otra expectativa positiva es la existencia de un nuevo liderazgo si es capaz de profundizar la competencia solidaria para dotar a la oposición de una condición alternativa.

La MUD debería ocuparse ahora de mejorar la autoestima de los millones de venezolanos que han seguido sus orientaciones electorales y abrir con ellos un debate nacional sobre los elementos de una estrategia que nos devuelva la confianza en que sí es posible acelerar el cambio. 
@garciasim

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