DIEGO BAUTISTA URBANEJA
EL UNIVERSAL
El 2014 se le presenta al país como un año lleno de complicaciones. Se derivan sobre todo de un panorama económico muy oscuro, en un contexto político signado por la paridad de fuerzas entre el Gobierno y la oposición y por un gobierno de rumbo incierto, posiblemente fragmentado, y aquejado de una muy baja calidad de gestión.
Ese panorama le plantea a la oposición democrática venezolana un conjunto de tareas. Debe resolverlas, para poder convertirse en la mayoría clara que le permitirá acceder al poder en condiciones democráticas y que le permitan gobernar el país que se va a encontrar cuando ello ocurra.
La primera de esas tareas se refiere a la solidificación y la clarificación de la unidad y de sus objetivos. La oposición democrática debe resolver las diferencias de criterio que pueda haber en su seno sobre la estrategia política a seguir en el futuro inmediato y sobre cuál es la prioridad que debe servir de criterio a esa estrategia. No definir un mensaje claro al respecto, enviar señales contradictorias, significa un gran obstáculo, que le impide que la oposición resulte una alternativa convincente y confiable para sectores de la población para los que es perfectamente claro que el actual gobierno no está en capacidad de resolver los problemas del país, pero que no sienten la confianza suficiente en la alternativa opositora, a la que aprecian como ambigua en sus criterios y mensajes. Para muchos no está claro qué es lo que tiene como prioridad real, si salir ya del Gobierno o convertirse en una sólida mayoría. De esa incertidumbre, provienen muchas otras para esa población, referidas ahora a lo que la oposición haría como gobierno.
Otra de las tareas es continuar su puesta a punto como alternativa capaz de gobernar, en el sentido de tener soluciones para los problemas del país. En este terreno hay un largo camino recorrido por los equipos técnicos de la unidad. Se trata de mantener esa marcha y, más aun, de darla a conocer con mayor efectividad. El agravamiento cotidiano de los problemas exige una permanente puesta a punto de los detalles de los programas de las distintas áreas, cuyas líneas maestras se dominan sólidamente.
Otro de los puntos de agenda pendientes se refiere a la apertura de la unidad democrática. Esto a su vez tiene dos aspectos. El primero se refiere al mundo opositor. La alianza política que ha constituido la Mesa de la Unidad Democrática, gracias a su consistencia y tenacidad, ha ido avanzando hasta convertirse en una fuerza política que numéricamente está a la par de las fuerzas oficialistas. A lo largo de ese crecimiento constante ha ido aumentando la exigencia y la necesidad de que esa alianza política amplíe, abra y organice una relación más fluida con el resto de la sociedad opositora. Está presente en ella todo un mundo de organizaciones, personalidades, sectores informales, cuya postura es adversa al Gobierno o podría serlo fácilmente, pero con los que la unidad de partidos opositores no ha encontrado la forma de tener una relación efectiva y constante.
El otro aspecto de la apertura tiene que ver con el sector de la población que, a la hora de votar, ha permanecido en el terreno del oficialismo, pasando por encima de su opinión negativa sobre la situación del país y sobre la calidad del gobierno de Maduro. La oposición democrática tiene una tendencia instintiva a hablarle a su propia gente y se cuida mucho de no disgustar a sus sectores más duros. También el oficialismo dirige su mensaje a sus partidarios, pero aquí hay una gran diferencia de situaciones. El oficialismo sabe que no puede crecer, de manera que lo que tiene que hacer es evitar disminuir. La oposición sí puede crecer y está obligada a crecer. De allí que para ella es prioritario dirigirse decididamente a la conquista de públicos que están a su alcance, pero que hasta ahora le han sido reticentes.
La calidad de la gestión en las alcaldías que acaba de ganar el 8D es otro punto clave de la agenda de la unidad democrática. Es un punto muy concreto y visible, que debe jugar un papel protagónico en la expansión del campo democrático y en su capacidad de mostrarse como una alternativa de gobierno confiable y popular. Lograr gestiones de calidad en esas alcaldías vale más que muchísimas palabras.
Por último, en esta enumeración que aquí hemos hecho, la agenda de la unidad democrática incluye el punto que debería serle el más natural: hacer oposición y lograr que la gran mayoría de los venezolanos vea a este gobierno simplemente como lo que en el fondo es: un gobierno muy malo.
dburbaneja@gmail.com
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