CARLOS MACHADO ALLISON
EL UNIVERSAL
Llueven correos, comentarios y opiniones sobre cuál debería ser la estrategia, política y ciudadana de la oposición. Sin embargo, salvo las recurrentes críticas y el desnudar las graves fallas y alertar sobre el rumbo que toma el Gobierno, poco se escucha sobre los cambios que podrían ocurrir en el seno del mismo. Algunos analistas suponen que el régimen no puede, o no quiere, cambiar de estrategia o estilo y que seguirá la inexorable senda que lo ha caracterizado hasta ahora.
Eso sería cierto en un gobierno revolucionario, animado por una ideología rígida y principios inmutables, como ocurre con a dinastía Kim en Corea del Norte. Algunos de nuestros gobernantes son así, rígidos creyentes fanáticos del modelo económico y político inspirado en Stalin, Mao, los Kim y Fidel, que bien averiados dejaron a sus países. Pero ese no es el caso, el PSUV es un partido heterogéneo, populista, con toques marxistas y un discurso igualitario, con un incontrolable afán de enriquecimiento, lícito o ilícito, patente en la pléyade de nuevos ricos y negocios emergentes adheridos a la renta petrolera, el clientelismo y los contratos gubernamentales.
Frente a la crisis, ya patente en el 2013 y que nos golpeará con más fuerza en el 2014, el Gobierno tendrá que hacer cambios macro y microeconómicos. Uno de ellos es dejar que crezca el sector privado porque el Ejecutivo no puede seguir absorbiendo empleados y subsidiando empresas fallidas. Para el Gobierno es indispensable, si quiere controlar la inflación y la escasez, aupar la producción privada de alimentos, partes y piezas para el sector eléctrico y electrónico, plomería, cemento, cabillas, productos químicos, papel y otros insumos. Los dólares no le alcanzan al régimen y a los ciudadanos tampoco le alcanzarán unos bolívares que cada día compran menos. Los vientos del cambio soplan, las fisuras del casco son profundas.
Ajustes
Es necesario ajustar el precio de la gasolina y pagar el costo político, reducir las importaciones, moderar la ayuda externa, evitar la fuga de talento, fortalecer a las universidades y adaptar su plan de inversiones para garantizar el suministro de agua, electricidad, educación, seguridad personal y salud. Para esto, como apuntaban José Virtuoso y otros opinadores, el diálogo será tan importante como la libertad de Simonovis, la de otros presos y reformas que restituyan la dignidad y eficiencia a las instituciones. Un país quebrado y dividido no le sirve a la Fuerza Armada, al PSUV y menos a la necesitada Cuba. La manipulación electoral de los pobres ya pagó dividendos y ahora Maduro deberá gobernar para 30 millones de venezolanos, aunque la mitad no comparta su ideología. Esa mitad, los que hacen oposición y los que no hacen nada, deberán revisar su estrategia, promover los liderazgos regionales y locales, movilizar y sacar al pueblo de su apatía, construir una oferta atractiva para los desposeídos que, por su misma condición, les cuesta pensar a largo plazo y entender las virtudes de la democracia.
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