jueves, 9 de enero de 2014

VENEZUELA: RESIDENCIAS 2014
     MIGUEL ÁNGEL SANTOS |  

EL UNIVERSAL

A mediados de los ochenta un grupo constructor en Valencia levantó unos edificios en el pié de una montaña. En aquél entonces el conjunto estaba retirado de los números de casas más altos del Trigal Norte: había que subir hasta el final de la calle Libra y tomar a la izquierda, atravesar unas cuantas vías mal asfaltadas que serpenteaban entre árboles y maleza (hoy en día ya sustituidos por la selva de concreto) para poder alcanzar la hilera de torres imponentes. Sus balcones tenían una de las vistas más privilegiadas de los amaneceres de Valencia, pero ya luego quedaban inundados por el Sol de frente, razón por la cual se les instalaron unos techos corredizos de lona amarillo ocre que les daban una apariencia muy característica (me imagino que ya hoy en día han sido también "cerrados", cada uno a su manera). Yo recuerdo que siempre que pasaba por allí, de ida o vuelta de la casa de los Gorbea o de visita a las hermanas González, me preguntaba no solo qué habría llevado a los promotores a escoger aquella fecha, sino también dónde estaríamos todos en aquél futuro que se me antojaba tan lejano (entiendo que algo similar le ocurre a generaciones anteriores con la novela de George Orwell, 1984, o a los más adictos a las series televisivas con Espacio 1999). Residencias 2014. Como escribe Javier Marías, casi todos los días llegan y casi ninguno es como esperábamos. El futuro nos sigue sorprendiendo, pero lamentablemente lo hace en una única dirección. Creo que a ninguno de nosotros, aún en medio de la confusión y desorientación tan característica de la adolescencia, se nos llegó a ocurrir que llegaríamos aquí, al 2014, tan confusos y desorientados.

El gobierno de Nicolás Maduro parece haber superado su peor momento político. Su peor momento económico aún está por llegar. El Gobierno realizó algunos ajustes, pero por encima de todo sacrificó la inflación (56%) y la megadepreciación del bolívar en el mercado paralelo (71%), para sostener el consumo público (3,2% hasta el tercer trimestre) y privado (4,3%). Ahora bien, el crecimiento del consumo no ha venido a costa de mayor producción (1,5%) ni mayores importaciones (las no petroleras cayeron 7%), lo que nos deja como única alternativa la reducción de inventarios. La medida del stock de existencias es más un arte que una estadística, pero basta darse una vuelta por ahí o preguntarle a uno o dos sobrevivientes industriales para saber que estamos cerca del inventario cero. El hueco fiscal quedó prácticamente igual (déficit 15%), porque la devaluación (32%) no fue suficiente para mantener la contribución de Pdvsa, lo que obligó a imprimir dinero a un ritmo fenomenal (70%). A partir de aquí al Gobierno le quedan muy pocas opciones, y ninguna se ve bien. Lo más probable es que devalúe (80%, hasta la vecindad de 11 o 12), y subaste una cantidad aún indeterminada de divisas en Sicad a 18-20. Esto traería consigo una fuerte caída en el consumo, reduciría el déficit en algo menos de la mitad, y aún seguiría haciendo falta imprimir dinero para pagar gasto, pero a un ritmo menor.

Para hacer frente a este deterioro económico el Gobierno parece haberse cubierto las espaldas. Ha puesto contra la pared a los directores del BCV, cerrado el ancho de banda de la oposición, y arreciará la represión política. El argumento de la guerra económica será esgrimido hasta el cansancio, y numerosos operativos serán organizados para crear la ilusión de que se está haciendo algo para "proteger al pueblo del sabotaje opositor". Esas circunstancias exigen una reinvención de la forma en que hemos venido haciendo política: ya no será posible seguir haciendo lo que nos trajo hasta aquí -45%-50% del voto popular- y en cualquier caso es muy probable que tampoco si lo fuese nos habría llevado a otra parte.

Y eso me trae de vuelta a mi argumento inicial. Aunque quería utilizar la referencia a las Residencias 2014 apenas como una suerte de puerta de entrada al argumento, es evidente que me he extendido mucho más allá. La memoria cotidiana de aquellos días, los pequeños detalles, se impone por encima de las imágenes del golpe de febrero de 1992 y el correspondiente toque de queda. Lo que se ha vivido y se vive se nos impone con una urgencia mucho mayor a lo que se escucha o se ve por televisión o Internet. Quizás esa localidad que tiraniza nuestra atención sea la clave de la nueva acción política. Acaso también sea la única, puesto que ya no nos ven y sólo a ratos nos escuchan. Quizás se trate ahora de buscar maneras de resolver problemas inmediatos, y empaquetar esas soluciones con la intención de crear la percepción de una gestión eficiente, alternativa ¡Feliz Año 2014!

@miguelsantos12

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