China reina en la coyuntura petrolera
Beatriz de Majo
No todos los países petroleros la están pasando mal con la brutal caída de los precios petroleros de las últimas semanas. China está en el lado de los grandes consumidores e importadores que se encontrarán frente a facturas energéticas menos abultadas a las que hacerles frente. Si el precio se mantuviera en el rango de 72 dólares por barril, el país asiático –primer importador mundial neto de oro negro desde 2013– economizaría al menos una suma equivalente a 1,5% de su PIB, tal como lo calculan los expertos. Habría, pues, que pensar que el descenso de los precios y su estabilización en niveles cercanos a los actuales contribuiría a liberar recursos para ser aplicados a su propio desarrollo económico.
Por ello es que tomar ventaja de los bajos precios de hoy se ha vuelto un elemento estratégico para quienes toman las decisiones en Pekín. El precio de venta de la gasolina en las bombas ha sido rebajado 8 veces de julio a esta parte, para citar un ejemplo.
Hasta los patrones de compra de crudo del gigante asiático se han estado adaptando a la coyuntura. El país que satisfacía su demanda parcialmente a través de contratos de compra externa de crudo a largo plazo a precios fijos, ahora ha iniciado compras masivas y puntuales para incrementar sus inventarios estratégicos. La demanda china de petróleo de este año ha sido la más baja desde 1990 y en relación con el año pasado se redujo en 2%, pero sus niveles de importación aumentaron 8,5% en 2014, con el solo propósito de incrementar las reservas estratégicas.
China ha sido un actor preeminente en la actual caída de los precios petroleros. Por muchos años ella sola impulsó la mitad del crecimiento de la demanda de petróleo a escala mundial. Ha sido igualmente tradición que cuando el ciclo de inversiones en ese país se debilita, los precios internacionales tienen a debilitarse y ello explica en buena parte el descalabro actual.
Los precios en los niveles bajos que se avizoran para bien entrado el año 2015 pudieran ser convenientes para mantener la dinámica de proyectos de inversión activos que el país desarrolla en distintas ramas. Estos alcanzan hoy los niveles de 36 trillones de dólares. Pero no todo puede verse a través del prisma de los intereses del país importador, o de la prioridad que tenga el desarrollo de estas inversiones dinamizadoras de la economía interna.
China, con las reservas más grandes del mundo, adelanta un plan para extraer gas de esquistos que le permita producir entre 60 billones y 100 billones de pies cúbicos para 2020. La coyuntura petrolera actual puede ser determinantemente negativa en la congelación de estas cruciales inversiones, muchas de ellas en etapa de ejecución.
Lo que es evidente es que la coyuntura petrolera actual va a traer como consecuencia una acentuación de la influencia china en los asuntos que atañen a la economía mundial. Aún a la fecha actual 60% de los 10 millones de barriles diarios que consume el gigante de Asia son comprados a terceros. Y fuera de los mercados petroleros también es ella la que tiene en sus manos la brújula de los flujos comerciales internacionales por la definitoria gravitación que su desproporcionada sola demanda y oferta tiene en los mercados externos.
En definitiva, el papel crucial jugado por China en los años recientes que ha provocado el efecto no solo de alterar el nivel de los precios petroleros hacia la alza o hacia la baja se va a acentuar. Todo hace pensar que el ritmo del desarrollo planetario va a continuar estando en sus manos aún por largo rato y que su capacidad de negociación en asuntos vitales para las restantes naciones se va a fortalecer.
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