sábado, 4 de agosto de 2012

EL DESAFÍO DE LA GORRITA




                 FAUSTO MASÓ
¿Vale la pena darle legitimidad a una comedia, la de la supuesta neutralidad del CNE, para someterse a una reglamentación injusta?, ¿o esto representa ceder ante una falsa legalidad? No es fácil responder a estas preguntas. Quizá por razones políticas se justificaba firmar en el CNE el acuerdo sobre el reconocimiento del resultado electoral del 7 de octubre, pero nada aconseja que Capriles se quite la famosa gorrita, ya basta de darle legitimidad al brazo armado electoral del chavismo, el CNE.
Los rectores cierran los ojos ante su responsabilidad histórica, quieren asegurar el imposible triunfo de Chávez. La gorrita de Capriles representa una protesta contra un ventajismo que le está quitando el carácter de democráticas a estas elecciones.
Votemos aunque lluevan raíles de punta, pero denunciando a gritos que rara vez en América Latina se han celebrado elecciones tan desiguales.
Hay algo tan ridículo en el episodio de la gorrita de Capriles que despierta sospecha.
¿Qué busca el CNE? ¿Quiere que millares de venezolanos usen la famosa gorrita? ¿Tapar el sol con un dedo? Cualquier día le impone una multa a Chávez, o al canal 8, para aparentar neutralidad y el presidente cumple su parte y la paga. El CNE ignora las cadenas, la participación de militares, la propaganda política en los edificios públicos, en especial en los cuarteles.
Al chavismo le preocupa que internacionalmente sea un verdadero escándalo el ventajismo de estas elecciones, y más de uno se pregunte fuera de Venezuela si se pueden calificar de democráticas.
¿Qué hubiese dicho el derrotado candidato López Obrador si el PAN y el PRI hubieran regalado neveras, cocinas, artefactos de cocina, a cambio del voto de los electores mexicanos? Quitarle la gorrita a Capriles representaría darle legitimidad a un árbitro electoral que no la merece, aunque los voceros del CNE hayan desarrollado un verdadero arte de la pomposidad jurídica en sus declaraciones. Cualquiera las escucha y las toma en serio.
Teatro puro y del malo.
Chávez seguirá haciendo lo que le venga en gana, para demostrar abiertamente quién manda en el país, asentar su autoridad de monarca. La apariencia democrática del sistema actual solo es un disfraz necesario. No hay límites para su capricho, igual que ocurría con los monarcas de otra época, que en las cosas pequeñas o trascendentes hacían lo que querían. Así él declara que él mismo, por su real gana, le concede tantos millones de bolívares, o dólares, a un proyecto, anuncia que para consolar a los empresarios les distribuirá entre los que se porten bien 500 millones de dólares, lo que entusiasmará a más de un vivo.
No hay nada más deprimente que comparar el proceso del Pacto Andino con el de la entrada de Venezuela en Mercosur. Venezuela entró al Pacto Andino después de debates en los que se escuchó al sector privado. ¿Chávez invitaría a Miraflores a Fedecámaras? Chávez no cree que el crecimiento económico y el empleo dependa del sector privado, al que apenas consiente como un mal necesario, le otorga un espacio reducido en la economía; condena el lucro, no reconoce el fracaso estruendoso de las empresas estatizadas.
Que Venezuela entre al Mercosur es igual que si la Rusia soviética se hubiera abierto al mercado común europeo, un suicidio económico. ¿Dónde queda ahora el ALBA? Bla, bla, bla…

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