JUAN CARLOS GIRAUTA
HAY quien ha visto una trampolín político en las redes sociales. No tardará en arrepentirse. No es que las extensiones más gregarias de la red no puedan aprovecharse; es que el provecho depende de acotar el campo a algo que interese a un número limitado de personas: nostálgicos del rock sinfónico, buscadores de setas (»cazadores», los llamamos en Cataluña), aficionados al cine noruego de terror, coleccionistas de posavasos. Pero imaginen un mundo donde todos opinaran sobre posavasos. Airadamente, con posturas rígidas, dispuestos a mentar a la madre de quien exhiba una pieza de plástico. Imaginen un mundo donde se discutiera sobre posavasos a toda hora, sin que concurriera prácticamente nunca el menor conocimiento sobre tan fascinante universo.
Hubo una época en que se distinguía entre columnistas y lectores, entre redactores y lectores. Nadie sospechaba entonces que, algún día, por la simple razón de que podía hacerse, las piezas que el profesional escribía y publicaba estarían condenadas a permanecer adheridas a un colgajo informe en forma de «comentarios». Por toda la eternidad. Comentarios a menudo anónimos, infestados de argumentos contra el hombre, permeables a la mentira y al insulto, malintencionados. Y lo que es peor, mal escritos. Porque en el oficio está todo. Moriremos aplastados por los improvisadores, los eruditos a la violeta y los maestros ciruela que se ahorran estudio, investigación, cotejo. ¡Y estilo!Todo eso que creen prescindible y pesado porque desconocen las dulces horas de lámpara, libros, pantallas y humo. Sí, humo.
Échenle un par y monten su partido, plataforma o corriente de opinión en mitad de esa jungla virtual, ensordezcan en millones de piadas, enloquezcan en el diabólico «libro de caras» que no son de nadie, o que son de pequeños narcisistas engañados acerca de su presencia pública por culpa de un acople: la fuente captando su propia señal. Atrévanse a preguntar a saco y a pelo por la pena de muerte, por los trabajos forzados, por la cadena perpetua de verdad, por la retroactividad de las leyes penales, por los castigos físicos, por la prisión por deudas. ¿Qué voces creen que se impondrán Porque gritan más, y porque, admitámoslo, son más, ganarán de calle los partidarios de «regenerar» la democracia trayendo de vuelta esas sombras de la historia.
Échenle un par y monten su partido, plataforma o corriente de opinión en mitad de esa jungla virtual, ensordezcan en millones de piadas, enloquezcan en el diabólico «libro de caras» que no son de nadie, o que son de pequeños narcisistas engañados acerca de su presencia pública por culpa de un acople: la fuente captando su propia señal. Atrévanse a preguntar a saco y a pelo por la pena de muerte, por los trabajos forzados, por la cadena perpetua de verdad, por la retroactividad de las leyes penales, por los castigos físicos, por la prisión por deudas. ¿Qué voces creen que se impondrán Porque gritan más, y porque, admitámoslo, son más, ganarán de calle los partidarios de «regenerar» la democracia trayendo de vuelta esas sombras de la historia.
Pregunten al banco de peces del río revuelto donde piensan obtener su ganancia cómo habría que remunerar a los políticos. Qué bruto anual les parece adecuado. Recojan opiniones sobre la inmunidad parlamentaria, sobre sus preferencias entre mandato directo e indirecto. Ustedes no querrán dedicarse a la política una vez comprueben el concepto en que los pececillos tienen a los servidores públicos, el valor que conceden a su trabajo y a su tiempo. Huirán de esa profesión salvo que estén realmente desesperados y no sepan hacer nada útil. O salvo que sean muy muy ricos y no necesiten más ingresos, se compren la inmunidad y doten una red de actores a sueldo para suplirle en el peor populismo: el que no sólo estrecha todas las manos, sino que simula escuchar mas o menos personalmente todas las opiniones, quejas, propuestas, reproches, ofrecimientos, delaciones, oposiciones y ambiciones.
Ustedes mismos. Tírense de la moto, organicen su chiringuito. Twitter es gratis y en cuatro días están en boca de todos. Y como la red y la prensa se han convertido en vasos comunicantes por el enorme tubo con que los han empalmado (que es el tubo de las tragaderas de todos nosotros), pronto saltarán a las portadas cuando haya que echar mano de un factoide. Luego comprenderán que Twitter sólo es soportable bloqueando a los lerdos, a los resentidos sociales, a los envidiosos y a los ágrafos con ínfulas
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