PINKY Y CEREBRO
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“¿Qué
vamos a hacer esta noche, Cerebro?”,
preguntaba Pinky
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“Lo mismo
que hacemos todas las noches, Pinky, tratar de conquistar al mundo”, contestaba Cerebro
Gustavo Méndez A.
La mayoría de las hablillas à la
carte que propalan ‘las viudas del abstencionismo’ —tan del gusto de los
irredentos enemigos de las elecciones— son producidas en algunos de las temidas
‘salas situacionales’ en las que el gobierno malgasta nuestros dólares. ¿Lo
sabe el General Peñaloza? Rafael Poleo sí.
Es fácil estar al tanto. Los cubanos contemporáneos gozan haciéndose ver como
una especie de ‘Cerebro’: ‘se las dan de mucho’, siendo tan poca cosa, decía BAYARDO
SARDI. La
verdad es que los isleños post-Batista son unos perdedores: desde Machurucuto
hasta sus guerras africanas, pasando por la espantosa aventura de Guevara en
Bolivia, no han hecho sino anotar derrotas en el inmenso lado rojo de su
contabilidad. Hay mucha razones; pero les digo sólo una,
porque es atinente al tema que trato: la aproximación de los cubanos de esta
era a la informática es apurada y embarazosa, como corresponde a herederos
ideológicos del Padrecito STALIN que, según se cuenta, solía ‘atravesársele’ al
estudio y desarrollo del procesamiento automatizado de datos … “por ser la computación
una ciencia burguesa”.
Ni Peñaloza ni sus
epígonos, Poleo y (a veces) Goicochea, nos han informado los detalles de cómo trabajan
los fraudes del cable submarino, del satélite, de la sala de totalización, de
la captahuellas. No los sorprende que —sin inconvenientes para funcionar desde
aquí, desde el propio lugar de los acontecimientos— los cubanos prefieran arrastrar
el timo del cable para la Isla. No es que trasieguen ‘data’ de ida y vuelta,
es que lo que ‘trasladan’ son dólares, sólo de ida, claro está. Esta misión si
es cumplida ‘con éxito’ por los avispados agentes de CASTRO, como puede
corroborarse en los Runrunes de BOCARANDA. Allí podrán percatarse del destino
final de los $80 millones que manejaron RICARDO ALARCÓN, hoy Presidente de la
Asamblea Nacional de la isla y gestor del «Comité de vigilancia de empresas
extranjeras» y su hombre de inteligencia MIGUEL ÁLVAREZ, hoy preso por no
distribuir con equidad (privada equidad) los dólares del programa de tendido
del cable submarino.
El proyecto fue negociado
con la compañía TRI STAR CARIBBEAN. A cero costo, montados en la ‘modernidad’
venezolana, pretendieron los cubanos renovarse en lo que atañe a la trasmisión
de datos, como atajo necesario para acceder a su propia renovación. Pero si no
pudieron poner a funcionar Internet para
fines propios, a través del cable submarino suministrado por la ‘generosidad’
venezolana ¿cómo es que si podrán modificar desde la Isla los resultados
electorales de este país?
La característica chapucería cubana se
manifestó en este caso induciendo al gobierno venezolano a comprar un proyecto
en que los materiales de recepción no son compatibles con la fibra óptica que
es el vehículo de transmisión, ni lo son con el sistema de transferencia de
señales. PLAYA PUNTILLA, en Santa Fe, al Oeste de La Habana, no es una estación
terminal del inmenso sistema de computación que la Sala Situacional y sus
tontos útiles pretenden hacernos creer. Es el final de un simple escurridero de dólares hacia bolsillos
caribeños.
No obstante, les es útil,
porque su lejanía y difícil acceso impregna de misterio el asunto, al borde de
lo pasmoso. Es suficientemente sugestivo y enigmático
como para que Peñaloza y los otros puedan darnos explicaciones sobre hechos que
ellos mismos no comprenden, como lo han perpetrado desde siempre los chamanes y
nigromantes de todas las latitudes.
En la época del esplendor
del comunismo soviético se llamaba ‘tonto útil’ a aquél que se creía un leal y
favorecido aliado de la URSS pero que, en realidad, era tratado con desdén y
cínicamente utilizado por la potencia. Modernamente, el
vocablo derivó hacia la consideración de la persona como un ingenuo
manipulable, candoroso e inocente, objetivamente al servicio de intereses
ajenos (a veces contrarios) a su pretensión. Creyendo que le hacen favores a la
democracia, estos sonsos sólo son útiles al propósito de quienes quieren
combatir.
LA ULTIMA OPORTUNIDAD
Roberto Giusti
Esta es la última oportunidad de la democracia, si esta vez perdemos la derrota será definitiva, estamos ante unas elecciones que decidirán si el país quiere vivir en democracia o en dictadura. Esta y otras frases dramáticas y dilemáticas han sido el lugar común cuando se acerca un torneo electoral y a pesar de muchos reveses (sobre todo al principio) y de unos cuantos aciertos (la mayor parte en los últimos tiempos), el país no ha entrado en una fase irreversible.
Es cierto, nos hemos mantenido en un equilibrio inestable, en un eterno tira y encoge, en una pugna cerrada y a veces desalentadora porque mientras un bando dedica todo su esfuerzo en lograr el control absoluto de la sociedad, el otro se entrega, íntegro, en evitar que eso suceda. En el intervalo el país se diluye en los trances de la polarización, nadie se ocupa de unos problemas que, desatendidos como están, van adquiriendo dimensiones catastróficas y si de una parte no se logra imponer la dominación total, de la otra no se termina de avanzar en el objetivo de establecer lo único que debe ser definitivo: la alternabilidad inscrita en un marco democrático.
Otro lugar común que sale a relucir cuando se advierte sobre esta indefinición crónica es que “ahora sí este es el último chance”. Si no lo logramos ahora, esto se lo lleva el diablo y yo ya tengo pasajes para el 8 de octubre. Y saben qué: esta vez sí aplica la moraleja del pastorcillo travieso, las ovejitas y el lobo. Ya sabemos que los lugares comunes suelen ser verdades obvias y un triunfo de Chávez significaría su enésimo intento por cogerse el país entero.
Digo intento porque podría seguir ocurriendo lo de siempre, la indefinición, sólo que entonces sí estaríamos ante un panorama desolador: el derrumbe de un sistema que se está consumiendo en la podredumbre moral, el divorcio entre el discurso y la realidad y una clientela que perdió la ilusión y sólo se mueve por el estímulo material. Pero ese escenario resulta similar o peor que el de una sociedad tutelada por un déspota porque significaría el caos y la anarquía.
Por suerte los números de las últimas encuestas resultan negativos para la opción continuista, cuya propuesta del líder necesario y providencial no está siendo comprada con la facilidad de otros tiempos. Efectivamente, estamos ante la última oportunidad pero también es verdad que Henrique Capriles se dedicó a construirla con ejemplar tenacidad, voto a voto, pueblo a pueblo, en un recorrido entrañable por el país que será decisivo a la hora de contar los votos. Al final aquella lucha no resultó estéril y sobre ella emerge un liderazgo que sabe amoldarse a los anhelos de una creciente mayoría.
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