Los no alineados
VÍCTOR M. MIJARES
Es evidente el desesperado intento de Irán por revertir el lento proceso de aislamiento internacional al que su desafío a las grandes potencias lo condena. De no ser porque sus más duras objeciones son contra los EEUU y sus principales aliados, y por su posición geopolítica central en Eurasia, Rusia y China se habrían sumado a las sanciones, pues un Irán nuclear no encaja en los parámetros de seguridad nacional de ambos gigantes.
El desarrollo de la guerra que libra su principal aliado árabe, el régimen alauita de Bashar al Asad, es alarmante en términos de alianzas, pues Irán tiene pocas que sean realmente operativas en materia de defensa colectiva. Es por eso que la cumbre del Movimiento de los No Alineados es una desesperada válvula de oxígeno ante tantos intentos por sofocar a la teocracia chií.
Pero, ¿tiene sentido el Mnoal en el siglo XXI? Los no-alineados se deslindaron de las políticas de las superpotencias americana y soviética en el auge de la Guerra Fría. La autonomía, más allá de la independencia política, fue el objetivo entonces. Ese "tercer mundo" (ni capitalista, ni socialista soviético) tenía sentido en la bipolaridad, cuando los alineamientos era más rígidos y determinantes.
La cuestión es si hoy, en un mundo multipolar, esto sigue teniendo sentido. El fin de la era bipolar hace hasta semánticamente absurda la idea de un tercer bando, no obstante los promotores del mismo entienden que el Mnoal es una plataforma internacional que permite darle relevancia a la autonomía de sus políticas exteriores, no tanto para ejercerla, pues muchos de ellos no son lo suficientemente poderosos ni lo suficientemente autónomos de las grandes potencias como para formar un orden aparte.
En el caso de India, ya es considerada un poder emergente (BRIC) con aspiraciones de co-dirigir el orden mundial junto a los poderes establecidos. El Mnoal reúne en su seno a decenas de enemigos y rivales geopolíticos que forman parte, a su vez, de múltiples mecanismos de alineamiento que son tan frágiles como lo sean sus regímenes internos, y tan fuertes como lo permita la brusquedad multipolar.
Los no alineados ni siquiera están alineados entre ellos, y en la cumbre de Teherán los acuerdos que se logren serán interpretados de un modo distinto por cada signatario, aunque oficialmente prevalezca un mensaje común de democratización del sistema internacional.
Desde Irán no saldrán soluciones a la seguridad, sino la imagen diplomática de los deseos reprimidos de subversión que por lo pronto son amenazas en la distancia, pero que probablemente se irán materializando a lo largo de los próximos años, al ritmo de la fragmentación progresiva en la distribución mundial del poder.
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