domingo, 5 de agosto de 2012

ENTREVISTA A GISELA KOZAK



La escritora subraya la necesidad de rescatar el legado cultural venezolano y de propiciar la conciencia ciudadana. Lamenta que se confunda sociedad con gobierno y sostiene que la retrechería pudiera convertirse en rebeldía orientada para dejar de lado la resignación y participar en el cambio

TAL LEVY
El Nacional








"Mira, ñángara, ¿te acuerdas cuando nos criticabas?", comenta que le dijeron recién dos escritores, otrora compañeros suyos de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. "Por eso estoy metida en política, porque estoy pagando mi maldad de ayer, así como la canción...

Estoy viendo el cumplimiento de la fantasía que, como la imaginación no perdona, es esta pesadilla que estamos viviendo del Estado metido hasta en la sopa", confiesa la ensayista y narradora Gisela Kozak Rovero.

"Este superestado chavista no es una democracia radical.

Es una estadocracia monstruosa que llena todos los resquicios de la vida social, que asfixia a la ciudadanía. Es la prolongación del pasado.

Mientras no haya un cambio que responsabilice a los ciudadanos en términos solidarios, de economía social de mercado, de que el Estado cumpla sus funciones en salud, educación, seguridad y gestión cultural, Venezuela seguirá repitiéndose y oyendo a estos donjuanes de arepera que le han calentado la oreja, uno de los cuales se ha convertido en el líder más superpoderoso de la historia venezolana".

Así como admite que Luis Britto García fue su héroe juvenil y que en la década de los ochenta se acercó al marxismo leninismo en una suerte de anacronismo comparable a bailar charlestón, no puede olvidar que en 1987 fue publicada La perestroika, de Mijaíl Gorbachov. "Mucha gente del oficialismo no lo quiere recordar. Allí se leía que lo que había dicho el imperialismo sobre la Unión Soviética era verdad: los gulags, la quiebra económica, la esclavitud política de la población, la falta de tolerancia, la decadencia científica y tecnológica. Este gobierno en su gestión de Estado, en las políticas culturales, educativas y comunicacionales, rescata rasgos de esa política fracasada del siglo XX, la diferencia es que la sociedad venezolana no se va a calar esa".

Sin ambages, Kozak Rovero afirma: "La intelectualidad tiene que revisar su historia y su vinculación con el autoritarismo y cómo ha formado a generaciones de venezolanos que ven las salidas autoritarias o de facto y el espíritu jacobino como una alternativa en lugar de la construcción democrática. Si la educación no es eficaz, las alternativas antidemocráticas proliferarán más fácilmente". Y va más allá: "El antiintelectualismo es una de las taras de la vida política venezolana, la idea de que el pensamiento y la cultura, son amenazantes".

--¿Ese antiintelectualismo es fomentado? --Absolutamente, porque a los políticos les da vergüenza tener formación intelectual y la ocultan. El ex presidente Luis Herrera se presentaba como campechano porque pensaba que la formación intelectual restaba votos. Paradójicamente, Hugo Chávez ahora se muestra como un gran lector, pero llegó a la Presidencia leyendo El oráculo del guerrero en público. El antiintelectualismo tiene que ver con ocultar lo relacionado con densidad, pensamiento programático, ideas, conocimiento. Dentro de Venezuela hay un alma fascista que desprecia el conocimiento porque el gran espíritu no es la igualdad sino el igualitarismo. ¿Por qué las universidades causan tanta desconfianza? Porque parten de que en el conocimiento hay jerarquía, que un profesor que haga un descubrimiento científico merece respeto y estar donde está; en cambio, en Venezuela decimos: No, hombre, yo puedo hacer lo mismo.

Se parte de la idea de que toda jerarquía es negativa y antidemocrática. Entonces, terminamos endiosando a un líder militar que tiene la última palabra porque hemos olvidado las jerarquías intermedias e intercambiables y perfectamente democráticas.

--Un personaje de su libro En rojo cuenta: "Te decía que nadie quiere entender que el lenguaje tiene poder y que si tú te la pasas hablando de desgracias como mi exmarido -asesinatos, quiebras y guerra civil-, las desgracias van a pasar". ¿Qué vínculo halla entre el lenguaje que ha impuesto el presidente Chávez en el poder y la realidad venezolana actual? --Hay una intención satírica en ese fragmento. Mi personaje parte de la idea, muy de cierto tipo de autoayuda, de que el lenguaje tiene tanto poder que si no hablas de la realidad las cosas no acontecen. Chávez piensa lo mismo.

Cuando dice que hay una sensación de inseguridad que no obedece a una situación real, está planteando que los hechos concretos no existen. Es una maniobra política muy de los gobiernos populistas montar un relato ficticio. Este gobierno inventó una epopeya de la revolución en la que Chávez es el gran héroe y nosotros, la oposición, el enemigo a vencer, así como los moros en El Mio Cid. En ese relato no hay manera de negociar un acuerdo, de llegar a consensos mínimos para resolver los problemas del país. La política gubernamental excluye a la mitad de la nación en términos de que representamos la maldad, el expolio, la entrega de la soberanía. Este es un gobierno asentado en la mentira.

--En una entrevista ha dicho que el venezolano es retrechero, hostil, y que su cheverismo es un autoengaño. 

¿Siempre ha sido así y ha salido a flote en los últimos años o hemos cambiado? --La historia indica que ha habido un déficit del sentido cívico, del consenso ciudadano, pero eso se ha acentuado porque el modelo rentista petrolero impone una relación de la sociedad con el Estado donde la sociedad se pueriliza y privilegia el superestado, que por defecto será ineficaz.

Los hombres y las mujeres de Caracas tienen razón de estar molestos y ser impertinentes porque la vida que les toca es extremadamente dura. ¿Qué rescato yo? La gran capacidad del disfrute. Si eso lo llevas a la cultura ciudadana, se puede convertir en grandes festividades públicas, en una cultura del entretenimiento exportable, como el Carnaval de Río, que es la exportación de la alegría. La retrechería, la antipatía, esa contestadera, esa cosa abusadora, se pudiera transformar en rebeldía orientada, en dejar a un lado la resignación y participar activamente en un cambio social, cultural y político. Otro rasgo positivo es la tolerancia con los extranjeros. La retrechería, la capacidad de disfrute y la tolerancia hacia la inmigración hay que convertirlas en cemento de la vida ciudadana.

--Como coordinadora de la Comisión de Cultura de la Mesa de la Unidad Democrática, ha asegurado que las instituciones culturales han sido secuestradas con fines políticos y que en el caso de un triunfo opositor serán devueltas a la población. ¿Cómo piensan llevar esto a cabo? ­Este secuestro ocurre cuando se utiliza una institución cultural para divulgar las ideas que forman parte de la propuesta de gobierno o se excluyen las ideas de otros sectores del país, como es el caso de la colección Milenio Libre de Monte Ávila, que publica textos de la izquierda radical excluyendo otras formas de pensamiento. Hay otro modo de secuestro. No puede ser que la sala Ríos Reyna del teatro Teresa Carreño se haya convertido en la sala de mitin del presidente Hugo Chávez. Ese tipo de espacio público y salas de espectáculo tienen que ser devueltas a su función original y que toda la población pueda disfrutar de sus espectáculos en las mejores condiciones, porque cualquier otro fin las deteriora.

La integrante de la Mesa Técnica de Cultura de la Unidad de Programa del Comando Venezuela apunta algunos de los ejes fundamentales de acción: la democratización y la descentralización; el reconocimiento de la diversidad de los derechos humanos y de la diferencia y la construcción de la ciudadanía.

Kozak Rovero subraya la necesidad de rescatar el legado cultural venezolano, de la civilidad. "En todas las áreas hay una historia que hemos construido, no estamos empezando desde cero y esa es una de las maneras de propiciar la conciencia ciudadana", afirma al tiempo que recuerda un libro suyo, Venezuela, el país que siempre nace, en el que abordó el problema de volver a empezar permanentemente.

"Tenemos metido en la cabeza que lo importante es el futuro y que del pasado nada es rescatable, lo cual es un craso error. En Venezuela se confunde sociedad con gobierno. No se quiere reconocer que en el pasado hubo cosas positivas porque pareciera que implica un reconocimiento a gobiernos del pasado. Cuando pienso en el voto de la mujer, en el IVIC, en la represa del Guri o en la Ciudad Universitaria de Caracas, por supuesto que fueron hechos en gobiernos precisos, pero esas fueron ganancias de la sociedad en su conjunto". 

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