miércoles, 8 de agosto de 2012


POR AMOR A KARLA MAGLIOCCO

 


Leandro Area

No sé cómo decírtelo y más aún sin conocerte con las justas y sentidas palabras que requiero. Y es por eso que a falta de serenata compañera lo pronuncio en tono de declaración quinceañera practicada y aprendida de madrugada y memoria febril por quien de tan tímido costó tanto, y más siendo en público, expresar íntimos sentimientos y desvelos. Te anuncio de pasada que no necesito respuesta inmediata para esa sorpresa de amor impagable que me has dado en razón de tu actuación en los Juegos Olímpicos de Londres. ¡Pero es que no pude esperar más!

Y quiero serte sincero y a los ojos, por encima de banderías políticas que aquí estorban, pues la sinceridad es un deporte que no se ejerce a diario y lo que pueda decirte en estas líneas lo merece, pues no es un hecho cualquiera sino un lujo que me regalo al sentirte y saberte nuestra de todos como eres: de tan franca que nos hieres hasta las lágrimas; de tan humilde de verdad que das envidia; de tan tierna y fugaz que deslumbras desde la estrella que te habita; de tan aguerrida y persistente que nos abruma tu inocencia; de tan hermana predilecta que nos sublimas y muestras que podemos llegar a ser mejores deportistas, humanos, venezolanos.

Porque no es poco, Karlha, lo que tú has hechos por nosotros con tu vida y tesón; con esa temeridad de la espiga que frente al viento y la adversidad encuentra en la fragilidad su fuerza y reciedumbre de mujer-niña hecha de poco a poco, semilla casera, fogón y brasas persistentes.

Esta demostración tuya es la rendija por la que podemos ver, otra vez, que los venezolanos somos más huérfanos que pobres, mendigos enseñados a bozal de petróleo, hasta que descubramos, como tú, por fin y por principio, la íntima lucidez que es la de tomar nuestro destino desde lo más adentro de uno mismo. Y es tan así que cómo explicar sino entonces la reacción que provocas en todos, por encima otra vez de banderías políticas, que no es sino de ternura y regocijo por tus acciones en el ring que ha sido tu existencia. Cómo sino explicarle entonces a tu hija Naomi que su madre con 51 kilos apenas, nos ha guiado de orgullo por caminos por los que sin su ejemplo no nos atreveríamos a transitar. Mucha oscuridad se ha apagado contigo de compañera; se han aclarado dudas personales y colectivas; hemos llenado nuestro corazón de nuevas ilusiones y presagios. ¡Cómo pagarte Karlha! Espero y no sea fácil.

Te digo además, por si no te has dado cuenta todavía, que posees un don, eres guía, ejemplo de confianza, brújula noble con la que se puede  orientar el desencanto de muchos de los que te rodeamos. Y es que tú posees una fuerza interior, mayor y carismática, que para crecer y expandirse requiere, hoy y aquí, de ejercicio en sombra colectiva. Y hay tanto qué hacer en el país, que pudieras dedicarte a cosechar esperanzas con la misma ilusión y a carajazo limpio que has dado y recibido en el boxeo.

Pero bueno Karlha, me perdonas ya que tengo que despedirme de ti y apuradito, que si no me regañan, diciéndote que han sido muy importantes tus acciones, tus gestos, palabras y lágrimas, para un país tan íngrimo de afectos verdaderos y durables, pero capaz de hacer, si se propone, lo que tu ejemplo nos siembra en las entrañas.

¡Suerte Karlha! Eres una heroína de la edad media librando una batalla de dignidad en tiempos tan mentirosos como cibernéticos. Venezuela te necesita y te deseamos lo mejor en la vida. Te lo mereces, te merecemos. Por favor no me olvides. ¿Me lo juras?

@LeandroArea

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