lunes, 27 de agosto de 2012


                                    ¡VADE RETRO MABITA¡


                                

Incontables son las veces que nos hemos referido al abandono criminal generalizado en que nos ha hundido esta desgracia de gobierno durante 14 años.  
La situación deplorable de hospitales, escuelas, universidades, electricidad, agua potable, oficinas públicas, calles, avenidas, carreteras, empresas estatales, puentes, parques y cárceles, reflejan que las palabras seguridad, prevención, mantenimiento y aseo no existen en el léxico gubernamental actual.
¡Cómo les gusta vivir en el desorden y la suciedad¡ Todo es improvisación y chapuza¡ No ven más allá del momento en que viven. La ranchificación de la vida es su modelo de existencia y gestión. El día a día se los come, no hay previsión, la desidia y la ignorancia presiden su conducta administrativa. Sólo su ideología política demencial les importa, las ventajas del poder y sus canonjías; y a unos cuantos vivos, el billete que podrán embolsillar mediante los mecanismos de la corrupción.
Basta viajar por el país para corroborar lo que estamos señalando. Es doloroso. Nunca antes esto se había visto. Las deficiencias de los gobiernos anteriores son nimiedades frente a la ruina presente. Las carreteras y autopistas del llano, del centro, de occidente y de oriente son intransitables por los huecos y llenas de basura. No hay señalizaciones, ni alumbrado, ni trazados. No hay respeto por las normas de tránsito, ni nadie que las imponga.
El relajo es la norma.
Pero no es esto solo lo grave. Lo son aún más las consecuencias para la seguridad y vida de los venezolanos que tal proceder acarrea. Cuántas calamidades no habríamos podido ahorrarnos si se cumplieran cabalmente con las normas mínimas y elementales en todos aquellos espacios sociales en que las vidas corren riesgos, y a cuyo cargo está, principalmente, el gobierno.
Estas indolencia e impericia criminales causan altos costos, muertes, cuando no, daños al patrimonio de todos los venezolanos. Los vehículos automotores de pobres, ricos o clase media viven en los talleres por el estado deplorable de las vías, y para rematar no se consiguen los repuestos. Debemos gastar más en seguridad privada y en clínicas costosas. Por el caótico sistema de transporte y la anomia del tránsito, perdemos horas productivas valiosas.
Todo por culpa de un gobierno inepto que no ha sabido ni tiene idea de cómo resolver los viejos problemas ni los nuevos. 
Los dolorosos hechos ocurridos en estos días en Amuay es evidencia clara de lo que venimos diciendo. El abandono negligente y criminal del que es víctima nuestra industria petrolera viene señalándose desde hace muchos años.  Desde que fue asaltada por una caterva de incompetentes chapuceros, que la han desnaturalizado, endeudado y envilecido a más no poder. El puesto destacado que tuvo como empresa petrolera en el mundo, lo perdió, y hoy da lástima.
Allí las normas de seguridad y mantenimiento no se cumplen, ni hay interés en cumplirlas. Cuando uno va a Puerto La Cruz, por ejemplo, áreas  de tuberías sensibles, cercanas a urbanizaciones y barrios, y que antes estaban cercadas y bien cuidadas, hoy las cercas están tumbadas, son basureros, y para rematar los niños y jóvenes juegan allí. ¿Es que acaso no hay dinero ni personal para que cumplan con esas labores de mantenimiento? 
En días pasados revisamos el estudio que hizo el ingeniero Diego González Cruz el año pasado sobre las causas de los accidentes en PDVSA (“Por qué ocurren accidentes en instalaciones de PDVSA”. Barriles de Papel No. 93). Son alarmantes sus hallazgos: 74% del personal no ha participado en ningún comité de seguridad; 49% no ha leído la política de seguridad de la empresa; 68% no asiste a las reuniones de seguridad industrial; el 57% afirma que está parcialmente o no formado en las labores que realiza; y el 56% no conoce el Sistema integrado de riesgos. La conclusión de González C.: hay falta de supervisión y poco compromiso de la empresa para velar por la seguridad de sus trabajadores e instalaciones.
Qué nos puede extrañar entonces que la causa última de lo sucedido en Amuay y del rosario de accidentes de los últimos años en nuestra industria petrolera, sea producto directo de la irresponsabilidad de quienes manejan ese sector.
Estos graves hechos ameritan, sin duda, una investigación exhaustiva por técnicos independientes que no escondan las responsabilidades de los que estaban llamados a prevenirlos.
Lo más cierto de todo esto es que el signo del gobierno actual es el de las calamidades. Unas ocasionadas por él y otras por la naturaleza se han incrementado.  Cientos de miles de muertos en manos del hampa en las calles; cientos de muertos en las cárceles; los asesinatos de Puente Llaguno; las muertes del deslave del Litoral; los aguaceros y crecidas de ríos; los derrumbes de cerros; Guarapiche, Yare, El Rodeo y Cúpira, el desastre de las empresas estatales; la destrucción de la capacidad productiva privada y paremos de contar.
A bañarnos con cariaquito morado bien temprano el 7 O, salir a votar y luego a defender los votos. Vade retro, mabita¡ 

EMILIO NOUEL V.
@ENouelV

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