viernes, 16 de noviembre de 2012


AQUIESCENCIA



          Ibsen Martínez

1.- Como tantas otras palabrejas que me gusta sacar a pasear los domingos para exasperación de mis lectores, “aquiescencia” también proviene del latín. Significa asenso, consentimiento.
"Aquiescente" trae consigo "que consiente, que permite o autoriza." No sé si sea apropiado decir que se trata de un sentimiento moral. En cualquier caso, la aquiescencia es una disposición que llamaré anímica, un algo que se encuentra muy adentro y sumamente extendido y que dificulta la acción política opositora en Venezuela. Me la figuro como una especie de lenteja lacustre moral que asfixia al espíritu contestatario, demócrata y liberal.
Demasiados comentaristas de nuestras calamidades políticas proponen últimamente que  un  abstencionista  es más perspicaz que toda la clase política y que, espontáneamente, ha dado con la estrategia que acabará con Chávez para siempre: esa estrategia consiste en quedarse en casa el 16 de diciembre.
A estas notas interesa preguntar si cierta facción que se dice opositora sin serlo no estará imbuida de algo mucho peor y más eficazmente catastrófico que el abstencionismo. Tengo para mí que la mayoría opositora no es toda ella abstencionista, sino que hay un sector muy significativo de ella que es aquiescente, algo a todas luces peor.
En efecto, existe una parte de la masa opositora, acaso la más vehemente, la más ferozmente antipolítica,  que consiente y tolera a consciencia la satrapía de Chávez. Esta paradoja es tan resplandeciente como desconcertante y por eso no creo que sea perder el tiempo hurgar por un rato en la distinción que aquí hago entre abstencionismo y aquiescencia.
Un abstencionista es alguien que promueve, de buena fe y con los medios a su alcance, la abstención electoral porque, con razón o sin ella, piensa que abstenerse puede tener algún efecto político decisivo. Un aquiescente, en cambio, es alguien a quien le da igual lo que pase o deje de pasar en diciembre pues se inclina a pensar que, apartando la retórica clasista, antiyanqui y antiglobalizadora, los mandos chavistas son más o menos como adecos corruptos de los tiempos de Blanca Ibáñez y Cecilia Matos.
En consecuencia, algunos aquiescentes preferirían que los chavistas,  con Chávez o sin él, permanecieran en el poder al menos el tiempo suficiente para  contratar con ellos pingües negocios. No sé cuán grande pueda ser hoy día ese sector, pero está claro que se puede ser abstencionista al mismo tiempo que aquiescente. Para ser más precisos, se es primero aquiescente y luego, aunque no en todos los casos, abstencionista.
En efecto, no todo abstencionismo expresa aborrecimiento militante del gobierno autoritario, manirroto y pendenciero de Chávez o un rechazo principista al ventajismo electoral. Sé de muchos que se dicen abstencionistas y contratan con el mismo gobierno que en privado llaman corrupto. Hay casos desternillantes de puro vergonzosos. Estoy seguro de que usted, mientras lee esto, puede enumerar mentalmente al menos tres personas o instituciones dirigidas por personas de lo más "escuálidas", que al tiempo que contratan con el gobierno pueden ordenar sin parpadeos un discursillo o moralina de ocasión contra la clase política y "esta oposición que lo que da es vergüenza" y que sólo quieren hacer de comparsas de Chávez "legitimándolo" al participar en unas elecciones amañadas por el CNE, ectétera, etcétera.
2.- Al decir esto tengo en mente, sin buscar más lejos, al gremio de los cineastas venezolanos. Aunque sé que hay gremios o corporaciones más vastas (¡ y más importantes!) , el de los cineastas  criollos es un microcosmos cuya catadura moral colectiva ilustra la distinción que quiero hacer. A los cineastas los tengo, por razones profesionales, más a la mano y sólo por ello los traigo aquí como ejemplo. El fenómeno de la aquiescencia se manifiesta en todos los demás gremios y corporaciones, desde la banca privada  hasta los transformistas de la avenida Libertador.
Pues bien, difícilmente hallará usted un cineasta venezolano que se tenga a sí mismo por chavista. La mayoría  se dice opositora, pero a la hora de juzgar al Cenac ( organismo encargado de repartir los reales con los que los cineastas criollos ruedan sus peliculitas),  el cineasta aquiescente dirá  que, créalo usted o no, el Cenac funciona como una helvética burbuja de excelencia, como un oasis de pluralismo y eficiencia financiado por el mismo gobierno que nos ha dado el caso Afiuni, Pudreval y la catástrofe de Amuay. Lo más estomagante, como dirían en España,  del cineasta que así se expresa es la autocomplacencia moral y los aires de suficiencia con que el Fellini de patio de bolas te cuenta esos prodigios que harán posible cobrar su crédito y despalillarlo en otra película infumablemente mala.
3..- Desde luego, el abstencionismo tiene una enorme ventaja vestimentaria por sobre la idea de participar decididamente en las elecciones del 16 D : declararse asbtencionista permite al aquiescente mostrarse intransigente; le presta un aire de opositor puro y duro que siempre es de muy buen tono. Y no exige, en verdad, demasiado de él: apenas una retórica intransigente mientras campanea un whisky.
Ni siquiera estás obligado a explicar cómo es que dejar de votar en diciembre va a hacer que Chávez se “deslegitime a los ojos del mundo” y abandone sus manifiesto designio de instaurar un régimen comunista en Venezuela.

Ibsen Martinez está en @ibsenM

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