Milagros Socorro
Espadachín de muchos frentes, la unidad democrática no ha destacado lo suficiente la victoria que supuso el crecimiento de las fuerzas opositoras en las elecciones de octubre. Venezuela es prueba de esto).
Es evidente que tanto Capriles como su comando de campaña y la más alta dirigencia de la MUD confiaban en su triunfo. Eso está muy bien. Trabajaron para ganar y hasta el último momento confiaron en que su proyecto de país conectaría con las masas y las atraería a la alternativa democrática. No fue así. La opción continuista ganó en la urnas gracias a una mezcla de ventajismo, uso ilimitado de los recursos del Estado y mensaje efectivo (la amenaza es un mensaje negativo, pero puede ser más eficaz que los positivos.
Y, sin embargo, contra la maraña de acciones fraudulentas que el Gobierno tejió sin disimulo, la oposición "sumó a su causa 1.300.000 venezolanos más, contra los 700.000 que aumentó Chávez", como ha dicho Teodoro Petkoff. Eso es una hazaña. Un avance formidable que muchos no han apreciado en su justa dimensión: se han atascado en lo que no se logró y no ven lo que tienen delante, una tendencia de crecimiento irreversible, cuyo desenlace inevitable es un cambio del poder en Venezuela.
¿Hubo trampa? Claro que sí, a la vista de todos. Chávez es la simulación mayor: llegó izado sobre su supuesto rechazo a la corrupción administrativa y la ha multiplicado, con beneficio de su propia familia. Ha ganado elecciones sobre la promesa de redención de las masas y éstas son hoy más pobres. Su escandalosa ineptitud hace pensar al contingente opositor que la mayoría no puede mantenerlo apernado en el poder... y, no obstante, más de la mitad del electorado conserva la esperanza necesaria para votar por Chávez. Todo eso es evidente, no es necesario hacer componendas en la trastienda del CNE.
Quien no ve esto tampoco se da cuenta de que la estrategia del chavismo está orientada a desanimar a los votantes opositores.
¿No ven, acaso, el tiempo que Venezolana de Televisión les dedica a los "líderes opositores" que hablan de fraude electoral en la Asamblea y en otros ámbitos? Para el oficialismo esto es perfecto: la propia dirigencia desmoviliza a sus seguidores y ellos van casi solos a las elecciones regionales.
Por filtraciones de las cúpulas chavistas sabemos que, según sus cálculos, si las fuerzas democráticas repiten su caudal de votantes, el Gobierno no alcanzará ni 10 gobernaciones, porque la maquinaria que usaron para "remolcar" electores para reelegir a Chávez es imposible que la pongan en marcha en la escala regional.
Hay gente buena y comprometida con el país, pero ilusa, que le hace el juego al oficialismo: si el desaliento se sigue esparciendo, la oposición puede perder incluso la Gobernación de Miranda, que es el bastión más importante para la unidad democrática y el fortín más apetecido para el chavismo, que sólo puede ganar allí si el electorado decide quedarse ese día en su casa, mustio y cómplice de su adversario. Y, al otro día, saldrán los rapsodas del fraude a decir que Jaua ganó con trampa.
Una celada que tenemos ahora mismo delante de los ojos: el revuelo de las comunas, los consejos educativos, los supuestos demócratas que atentan contra la unidad y contra la senda electoral, todo esto es una intriga para provocar la estampida.
Si en octubre reforzaron el miedo para que los empleados públicos, así como los apuntados a las misiones y a la entrega de viviendas fueran a votar a Chávez, ahora están fajados promoviendo la idea de que el voto es gaseoso, que no sirve de nada. Llama la atención que ni siquiera las autoridades del CNE han emplazado a los voceros del fraude para que expliquen en qué consiste, cómo se hizo. Ninguno de los teóricos del fraude ha explicado cuál es el truco secreto. Y ningún chavista les pide argumentación. Para qué, si lo más conveniente para ellos es que ellos mismos caven su tumba.
Una cosa es segura, si la oposición no hubiera crecido como lo hizo, y si Chávez hubiera logrado un margen de victoria de 16 puntos, ahora mismo estuvieran montando una Constituyente para terminar de arrasar con todo: nacionalizar la banca, declarar socialista hasta la gaveta de los calzones y dar paso franco al sustituto en la Presidencia ante la falta absoluta por muerte del titular (sin necesidad de convocar nuevas elecciones). El triunfo por apenas 11 puntos, esto es, más de 6 millones de votos, les paró las patas. Si la unidad democrática consolida su crecimiento en diciembre, se dará un paso fundamental para el rescate de Venezuela.
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