FERNANDO RODRIGUEZ
TALCUAL
Un cable del lunes informa que Cuba, por primera vez desde que los barbudos entraron triunfantes a La Habana, el día de la nana, ha firmado un convenio con una empresa brasileña, subsidiaria de la muy imperialista Odebrecht, en el virginal y simbólico dominio del azúcar. Nos comeremos el azúcar tres veces al día pero no se la vendemos a los americanos, decía Fidel en los tiempos heroicos. El fracaso de la zafra de los diez millones de toneladas anuales fue uno de los hitos más dramáticos para los jóvenes demiurgos barbudos, hasta Fidel se rasgó las vestiduras. Y Sartre llamó a la revolución "el huracán sobre el azúcar". De manera que no es cualquier cosa haber atravesado ese umbral.
Pero además se ha acordado intensificar la entrega de tierras a particulares, aumentar la extensión de los lotes, los lapsos de la tenencia y la autonomía de los concesionarios. En fin, se trata de medidas obligatorias para tratar de levantar una economía agraria devastada que hace que Cuba importe casi todo lo poco que consume y gaste en ello muchos de los escasos dólares que maneja
Y para no irnos muy atrás (hasta los despidos masivos, los permisos para hacer negocios, las bendiciones eclesiásticas y la liberación de presos, el son de los herejes repuesto en la radio, etc.) baste recordar la muy reciente e importante liberalización para salir de Cuba sin ser balsero ni burócrata, que es como abrir un boquete en la reja de largas décadas de la isla-cárcel, un señalado signo de la hora de los cambios.
Por otro lado, no hay que ser muy runruneante para suponer que ese prolongado silencio de Fidel es el definitivo ocaso de uno de los grandes habladores del mundo contemporáneo y por tanto una traba fundamental que se suprime para el viraje indetenible: los dos sistemas, capitalismo y socialismo, muy bien ligaditos, con fanfarrias asiáticas. Veremos muchas cosas nuevas en muy poco tiempo, apostamos hasta que la inmortal Coca-Cola hollará muy pronto el suelo habanero.
Si esto es así, y es difícil que no lo sea, debemos pensar que sin Cuba, norte ideológico y fetiche edípico de los primitivos rojitos locales, ya no hay sino desierto por esos lados del comunismo, por comunero que sea. Que el caldo morado que Chávez ha tenido siempre en la cabeza no hará sino volverse más turbio y espeso, más cínico y primitivo. No creemos que en el futuro triunfarán los proletarios unidos de Marx ni los comuneros de París, los grandes enemigos van a ser otros. La insaciable necesidad de mantenerse en el poder del Caudillo y los suyos, que no solo nunca lo merecieron sino que es posible que ni lo soñaran; la rapiña insaciable; la ineficiencia sin lagunas; la ignorancia del sobrado; el apocalipsis populista y demagógico. La demolición excremental de una república es la que tenemos que detener. Aquí lo más parecido al Che Guevara son Rangel Silva o Arias Cárdenas. Este es un circo de mala muerte, sí, pero enormemente peligroso, justo por su torpeza ciega. Así que agárrense de las manos, por lo pronto de los votos en diciembre.
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