¿Qué pasó con la soberanía alimentaria?
CARLOS MACHADO ALLISON
EL UNIVERSAL
El Banco Central de Venezuela admite que el 33% de las mercancías en oferta son importadas. Por otra parte informa que la producción de alimentos bajó 6,7% en julio al ser comparada con el mismo mes del año pasado. Entre enero y julio la oferta de alimentos descendió 8,6%, pero la importación de comida y forrajes subió una vez más y en los puertos congestionados hay barcos esperando con maíz, azúcar y soya. La cosecha de café será de nuevo muy pobre, alrededor de 900.000 quintales cuando se necesitan 1.500.000, la de maíz se encuentra muy lejos de las cifras del 2007, faltan insumos desde que capturaron Agroisleña, y los productores se quejan.
En el 2008, famoso por aquello de Pudreval, el país importó 8 mil millones de dólares en alimentos y forrajes, después ha oscilado alrededor de los 6 mil millones y por los aires que soplan, más de 7.000 millones de dólares pagarán las facturas de carne, azúcar, leche, maíz, trigo, aceite, café, soya, alimento para animales y otros productos este año.
Sin embargo, al consumidor de escasos recursos no le importa mucho quién produce la comida, si ésta recibe un fuerte subsidio o si los productores y la agroindustria nacional sufren una recesión, menos aún le importa si migraron unos electores a destiempo, si alguien saltó la talanquera o pasó por debajo de ella. A ese consumidor y votante tampoco le importa mucho el deterioro de las escuelas, los apagones o la caída en la producción de acero, aluminio o automóviles. Le interesa lo inmediato, el sustento de hoy y el de mañana, la dádiva y la falsa percepción de formar parte del poder.
Gobierno insensible
El Gobierno se muestra insensible al crecimiento económico, las inversiones, la soberanía nacional y el empleo en el sector privado. Sólo está pendiente de los votos: si hay comida, vivienda o la promesa de ella, empleos públicos, electrodomésticos, misiones y algo de atención médica, tiene un caudal electoral adecuado. La seguridad alimentaria de Venezuela depende más de los dólares que percibe el Gobierno y los eventos electorales, y menos de las remuneraciones o la producción nacional. El Ministerio de Agricultura pesa poco, el de Alimentación es cada día más importante. El control de precios y de divisas tiene agobiada a la agroindustria, la diversidad de la oferta de productos procesados disminuye. ¿Dónde quedó eso que llaman soberanía alimentaria y que nadie entiende? Pues en Puerto Cabello y en La Guaira.
¿Hasta cuándo aguantarán las finanzas públicas tanto desatino? Pues quizás por no mucho tiempo más. El precio del petróleo subió mucho entre 2006 y 2011, pero ahora parece haberse estabilizado con la crisis europea, pero el Gobierno se comporta como si tuviera garantizada una elevada y creciente renta a perpetuidad. Pero el ciudadano no tiene nada asegurado, salvo la incertidumbre, el peligro de ser víctima del hampa o de un gobierno sin rumbo ni valores. Por eso y mil razones más hay que seguir votando. Recuerda, somos más de seis millones.
cemacallison@gmail.com
En el 2008, famoso por aquello de Pudreval, el país importó 8 mil millones de dólares en alimentos y forrajes, después ha oscilado alrededor de los 6 mil millones y por los aires que soplan, más de 7.000 millones de dólares pagarán las facturas de carne, azúcar, leche, maíz, trigo, aceite, café, soya, alimento para animales y otros productos este año.
Sin embargo, al consumidor de escasos recursos no le importa mucho quién produce la comida, si ésta recibe un fuerte subsidio o si los productores y la agroindustria nacional sufren una recesión, menos aún le importa si migraron unos electores a destiempo, si alguien saltó la talanquera o pasó por debajo de ella. A ese consumidor y votante tampoco le importa mucho el deterioro de las escuelas, los apagones o la caída en la producción de acero, aluminio o automóviles. Le interesa lo inmediato, el sustento de hoy y el de mañana, la dádiva y la falsa percepción de formar parte del poder.
Gobierno insensible
El Gobierno se muestra insensible al crecimiento económico, las inversiones, la soberanía nacional y el empleo en el sector privado. Sólo está pendiente de los votos: si hay comida, vivienda o la promesa de ella, empleos públicos, electrodomésticos, misiones y algo de atención médica, tiene un caudal electoral adecuado. La seguridad alimentaria de Venezuela depende más de los dólares que percibe el Gobierno y los eventos electorales, y menos de las remuneraciones o la producción nacional. El Ministerio de Agricultura pesa poco, el de Alimentación es cada día más importante. El control de precios y de divisas tiene agobiada a la agroindustria, la diversidad de la oferta de productos procesados disminuye. ¿Dónde quedó eso que llaman soberanía alimentaria y que nadie entiende? Pues en Puerto Cabello y en La Guaira.
¿Hasta cuándo aguantarán las finanzas públicas tanto desatino? Pues quizás por no mucho tiempo más. El precio del petróleo subió mucho entre 2006 y 2011, pero ahora parece haberse estabilizado con la crisis europea, pero el Gobierno se comporta como si tuviera garantizada una elevada y creciente renta a perpetuidad. Pero el ciudadano no tiene nada asegurado, salvo la incertidumbre, el peligro de ser víctima del hampa o de un gobierno sin rumbo ni valores. Por eso y mil razones más hay que seguir votando. Recuerda, somos más de seis millones.
cemacallison@gmail.com
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