DIEGO BAUTISTA URBANEJA
EL UNIVERSAL
Los venezolanos tenemos que ser colocados delante de opciones claramente distintas: la que ofrece el oficialismo y la que ofrece la oposición democrática.
Le corresponde a esta última plantear con toda claridad cuál es su oferta, su visión del país que quiere construir. Se trata de dibujar con nitidez las líneas fundamentales de su propuesta, de manera que se vea un contraste muy claro entre ésta y la del oficialismo.
No es cosa de entrar en los detalles de las políticas que instrumentarían esas líneas maestras. Eso diluye el contraste, que es lo que hay que acentuar y recuperar.
Eso hay que hacerlo sin complejos y sin temor. A veces se oye dentro de la oposición voces que se angustian ante lo que los sectores populares vayan a pensar, y que entonces hay que hacer propuestas que no estén demasiado alejadas de las que hace el oficialismo. No. La oposición democrática está en perfecta capacidad de hacer una propuesta fuertemente progresista en lo social -si es que esa es la angustia- que se distinga de la oficialista sin ningún tipo de ambages.
Se puede creer que la diversidad ideológica que existe en la oposición dificulta la elaboración de ese tipo de planteamientos. No es así. La vida nacional, el desastre oficialista, brinda un amplio terreno para, sin poner en liza las diferencias ideológicas, encontrar puntos comunes entre las corrientes de izquierda y derecha que coexisten en la unidad democrática. Puntos comunes que son decisivos y suficientísimos para un proyecto contundente, convincente y claro.
El país se acerca a un año lleno de dificultades sociales y económicas. Se están agotando las posibilidades de reparto de renta petrolera que el Gobierno ha llevado a cabo de una manera ruinosa para el futuro del país. La oposición democrática debe entrar en ese año y en esas circunstancias en las mejores condiciones posibles. Por ello es tan importante un buen resultado en las elecciones de este diciembre. Pero, además, debe estar en condiciones de ofrecerle al país una propuesta de gobierno y de futuro que significa una verdadera alternativa hacia la cual voltear. Esto es aún más importante que los resultados electorales. Es posible que oficialismo conserve un apoyo importante en la población, aun en circunstancias difíciles, pero es muy difícil que conserve la mayoría, si la oposición cumple las tareas aquí planteadas.
Entre ellas está también la referida al liderazgo. No basta con contar con esa oferta de la que vengo hablando. Además, hace falta un liderazgo que la transmita con vigor, efectividad política, capacidad de movilizar social y políticamente. Dar con ese liderazgo, producirlo, es una tarea que la oposición democrática tiene por delante. En el pasado inmediato esa tarea la ha cumplido la MUD y el rol jugado en ella por un político de categoría, como Ramón Guillermo Aveledo. Luego se contó con Henrique Capriles, en su papel de candidato presidencial. Ahora se entra en una etapa que someterá a prueba la capacidad de liderazgo de los distintos aspirantes a liderar la oposición, en función de los retos antes referidos. Lo único que al respecto parece claro es que se requiere alguien de mucho calibre.
Es indispensable que la oposición se mantenga unida. La MUD es más necesaria que nunca, con todas las revisiones que hagan falta. Es muy posible que el Gobierno tiente a unos y a otros con nombramientos, designaciones, concesiones, cantos de sirena, a ver qué fractura logra producir y a ver si logra quien le ayude a coger un segundo aire. Ojalá que nadie caiga en esas tentaciones.
Hay que recordar que el camino recorrido es acumulativo. Lo logrado en cada elección es el punto de partida, el piso, del siguiente resultado. Henrique Capriles obtuvo seis millones y medio de votos. Seis millones y medio de venezolanos dieron el paso de decir que quieren un nuevo gobierno, un nuevo rumbo. Ese es el piso con el que se cuenta para los futuros episodios y contiendas de nuestra política.
Si para enfrentarlos, en un contexto de grandes dificultades para el Gobierno, contamos con un planteamiento claro y contrastante, con un liderazgo capaz de transmitirlo de la forma dicha y con toda la capacidad de movilización que de todo ello se deriva, las fuerzas democráticas pueden tener ante sí una perspectiva muy promisoria. No hay nada que temer. El pueblo termina premiando a quien le dice con claridad lo que piensa y a quien le ofrece con audacia un rumbo diferente.
El voto, esa cosa loca que nos descoca
Olga K
Abstrayéndome con mucho, pero mucho esfuerzo de las peleas por el tema Voto vs Abstención decidí más bien poner el foco en la trayectoria de nuestra forma de votar para verlo desde otro ángulo. Para ello hube de ir más allá de la fórmula legal venezolana que define el voto en una frase tan escueta como imprecisa que reza “el voto es la expresión de la voluntad del elector”.
Navegué los infinitos recursos de la web buscando conceptos de “voto” hasta que entre muchos, me topé y escogí esta tragicómica definición de Ambrose Bierce en su mordaz “Diccionario del Diablo”. Dice así “Voto: s. Instrumento y símbolo de la facultad del hombre libre de hacer de sí mismo un tonto y de su país una ruina”.
Wow! Si no supiera a ciencia cierta que Bierce es un gringo-gringuísimo del siglo XIX podría pensarse que es un criollito que vive hoy en día en la Escalera 36, portal 4-A de alguno de nuestros barrios o… quién sabe, hasta calificaría para vocero estrella de Esdata.
Espoleada por este concepto que condensa de manera magistral la verdadera historia de la práctica del voto en Venezuela, decidí rastrear cómo convertimos nuestro país en una ruina…a través del voto. Pero permítanme hacer una aclaratoria importante. A la palabra “voto” le añadiré el adjetivo “inútil” y la cosa cogerá otros derroteros. Un voto inútil presupone la existencia de un voto útil. Pero de ése hablaremos en la próxima entrega. Al fin y al cabo, para hacer un artículo sobre el “voto útil” en Venezuela casi nos bastarían los 140 caracteres de un tweet.
Hablemos pues de ese Voto Inútil que ha caracterizado nuestra historia electoral.
Para ello lo primero que hemos de hacer es reconocer que a los venezolanos no nos gusta asumir culpas. Eso jamás! Tanto es así que hasta cantamos aquel estribillo “Yo no fui, fue Teté, pégale, pégale que ella fue”. Nadie lo ejemplifica mejor que la revolución que después de 15 años -o el equivalente de CAP+Luis Herrera+Lusinchi- sigue echándole la culpa a la Cuarta…vamos, ni más ni menos que aquello del ”yo no fui, fue Teté…”
Lo malo es que les voy a pedir el incómodo desasosiego personal para reconocer cuántas veces hemos sido “Yonofui” y cuántas le echamos la culpa a Teté como practicantes de ese Voto Inútil que nos tiene en este predicamento.
Quizás le sorprenda verse retratado en alguna de estas variedades que extraje de nuestra historia reciente. Eso sí…como esto lo está leyendo a solas con su compu, puede ser completamente honesto y tomar en consecuencia una decisión acorde. Estos y así han sido nuestros “votos inútiles”
* El voto nulo: una posición principista que nunca fue más allá de una anécdota personal o una catarsis: lo rayé, lo rompí, me lo comí…(a una querida amiga la detuvieron en una ocasión por comérselo…literalmente…ni les cuento el numerito para sacarla)
* El voto castigo (el favorito y más practicado hasta 1998): A un gobierno adeco seguía uno copeyano y vuelta a los adecos; practicando esa modalidad de voto castigo por ejemplo, en 1993 el respingadísimo Country Club votó en masa por Aristóbulo para castigar a Claudio Fermín; en el 98 el país votó por el golpista Chávez para castigar al mismo Caldera que lo indultó y a quien poco antes los venezolanos llevaron al poder felicísimos de ser llamados chiripero (cosas veredes Sancho…)
* El voto del copartidario: No es un voto razonado. El elector vota por el candidato de su partido y la lealtad está por encima de otras consideraciones. Es un voto de obediencia y está estrictamente identificado con los intereses del líder o el partido, más nunca y para nada, ay! con los intereses locales o de la nación. Como diría mi papá con su acento eslavo… Jao! Jao!
* El voto emotivo: El liderazgo es el que despierta, organiza y estimula a los grupos y sus intereses. El detalle es que con este tipo de voto la democracia queda reducida a la competencia por el liderazgo carismático –que no por el servicio al ciudadano como debería ser- y el líder se constituye en el eje del proceso político. Pasó con Caldera ante el congreso después del golpe, pasó –y sigue pasando- con Chávez y su “por ahora” y recientemente con su (calculada?) enfermedad. En estos casos la emoción puntual, que no el análisis objetivo, motoriza el voto. Y si además le añaden un “jingle” pegajosito (uh-ah) y mucha propaganda, el mandado está hecho para generar el “voto consumista” donde el votante no expresa su voluntad ni ejerce el voto con intención política sino actúa como un consumidor, manipulado por la propaganda y la emoción.
* El voto del miedo: Hasta 1998 este voto era más o menos discreto. En el poder había cierto pudor. De 2002 a esta parte, con un gobierno muy hábil en explotar nuestra natural tendencia al voto inútil, ha ido creciendo exponencialmente en la medida que Chávez ha ido engullendo, expropiando y acaparando el monopolio de todas las fuentes de empleo, industria y producción. Es la nueva y perversa modalidad en la que se vota por miedo a represalias, pérdida de empleos, pérdida de beneficios, de contratos o retaliaciones varias. Para algunos analistas en este renglón cabe también el llamado “voto clientelar”.
* MOROCHAS / KINO: No amigos míos, esto no es un voto, es una fórmula que conduce, ni más ni menos, que a inutilizar el posible voto útil. El nombrecito simpaticón solo busca ocultar el objetivo real que no es otra cosa que decirle al elector “no piense…no piense…no piense”.
Y finalmente El voto oportunista: Este es el tipo de voto que signa al elector venezolano de 2004 a 2012 y ha sido determinante en la permanencia de la Revolución. Esta definición exige que la lean un par de veces. Dice así: “Es igual al beneficio derivado de la aplicación del programa electoral del partido con el que simpatizas, multiplicado por la probabilidad de que éste programa se aplique”. En otras palabras, un simpatizante de PJ, AD, u otro, vota por el PSUV porque, pese a que su programa/desempeño no le resulta tan atractivo, la probabilidad de que éste se aplique es muy superior a la que tiene PJ, AD u otro partido con el que simpatice pero no ostenta el poder.
El inicio de esta modalidad arrancó en 2004: un incierto Referendo Revocatorio vs. las nacientes Misiones. El gobierno entendió cabalmente la riqueza de esta veta (algunos la llaman “esperanza”) y no ha hecho otra cosa que explotarla procurándose votos oportunistas. El zénit de esta práctica quedó plasmado el reciente 7-O.
Ese es el resumen sucinto de cómo se ha ejercido el voto en nuestro país.
Pero no conformes con eso, generamos y practicamos otra fórmula aún más peligrosa y sobre todo más ineficiente vinculada con el voto castigo: la abstención.
Ahhhh…y aquí hemos llegado al meollo del asunto.
Definamos entonces Abstención: “Es la no-participación de los ciudadanos en los procesos electorales en los que tiene derecho a votar. Abstencionista es aquel que, estando en capacidad de votar, de manera voluntaria, decide no hacerlo. Por apatía o como protesta contra las opciones electorales en disputa“.
Dicho a lo Bierce -o a lo Esdata si prefiere- “…la facultad del hombre libre de hacer de sí mismo un tonto y de su país una ruina.”
Sin ir muy lejos, la abstención de 2005 nos puso, entre muchas otras calamidades, a este CNE a quien -menudo desquicie!- esos mismos abstencionistas exigen condiciones, su renuncia y la conformación de un CNE equilibrado. (Disculpen…las carcajadas me ahogan…mi nietecita de año y medio tiene más sindéresis cuando habla con su lengüita de trapo a sus peluches).
Fuera de mucha parafernalia pseudo-científica, de muchos-deliberadamente- incomprensibles charts con rayas azules y rojas, apelando al 350 o a La Haya y teniendo como voceros algunos personajes cuyos intereses son de oscuridades inconfesables, hay una verdad que aplasta a los abstencionistas porque jamás la podrán refutar:
“La abstención no significa en absoluto que los escaños vayan a quedar vacíos”
Ouch!
Me pongo como el irritante pajarito de Twistos machacando la frase y picoteándole en la cabeza hasta que cale: La abstención no significa en absoluto que los escaños vayan a quedar vacíos… La abstención no significa en absoluto que los escaños vayan a quedar vacíos… La abstención no significa en absoluto que los escaños vayan a quedar vacíos…
Como cumpliendo una fatalidad griega, Venezuela ha practicado todas las combinaciones variables de VOTO INUTIL. Ha combinado el Voto Castigo+ Voto Emotivo; el Voto Oportunista +Voto Copartidario; Voto Miedo + Voto Consumista.
Pero la abstención es el epítome del Voto Inútil. Sus vocerías –analízalo a solas- te arrinconan y espolean estrictamente el componente paralizante de tu justificada rabia, tu miedo y tu frustración.
Lo que no te dicen es que si votas puedes ganar…si no votas, ya perdiste.
@olgak26
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