“VIEJA” O “NUEVA”: ¿SERÁ POSIBLE CAMBIAR LA FORMA DE HACER
POLÍTICA?
Emilio Nouel V.
Hace unos años, alguien que no
recuerdo ahora, decía que la primera consigna de los revolucionarios del siglo
XIX, fue “cambiar el mundo”; luego, los movimientos políticos de los
años sesentas del siglo pasado, generación a la que pertenezco, plantearon que
se trataba, mas bien, de “cambiar la vida”, y que ahora en el siglo XXI,
la mot d’ordre es “cambiar la política”.
Viene a cuento esta referencia a causa de un artículo reciente del amigo Henry Ramos Allup, Secretario General de Acción Democrática.
Viene a cuento esta referencia a causa de un artículo reciente del amigo Henry Ramos Allup, Secretario General de Acción Democrática.
En él, titulado “La vieja Política”,
se remonta a varios siglos antes de Cristo, para de alguna manera apuntalar su
argumento cuestionador de aquellos que en Venezuela estarían erróneamente hoy
hablando o planteando una suerte de “nueva política” o de un relevo
político generacional. Tal despropósito, pareciera decir Henry, estaría
desmentido por el hecho de que la política es más vieja que Matusalen.
Leamos a Ramos: “la política es
sumamente vieja, lo cual no significa que sea apriorísticamente
mala o buena, como tampoco lo es la cacareada ‘nueva política’, tema tan arcano
y difuso como el socialismo del siglo XXI. La política es política a secas.”
En esta frase se resume lo que nos
quiso transmitir el dirigente adeco.
No obstante, a mi juicio, vale la pena comentar la idea central de Ramos, sobre todo, porque la remite a nuestra realidad política, y aquí puede uno introducir elementos debatibles.
No obstante, a mi juicio, vale la pena comentar la idea central de Ramos, sobre todo, porque la remite a nuestra realidad política, y aquí puede uno introducir elementos debatibles.
Ramos afirma que algunos que utilizan
el dilema vieja/nueva política en el campo opositor, “se tragaron
completa la discursiva oficialista”, que colocaría a AD, COPEI y otros
en el lado de la vieja. Los acusa de “acomplejados e impostores que
refuerzan el discurso chavista”.
Aunque estoy de acuerdo con la idea de que algunos se han tragado el discurso oficialista en éste y muchos otros temas, no comparto que ella sólo contenga el binomio vieja/nueva política en los términos en que lo hace la interpretación chavista. El asunto tiene otras aristas y profundidades, más sugerentes y sustantivas.
Lo que me quedó, en dos platos, del artículo en cuestión es que la política tendría una “esencia inmutable” y que lo importante, después de todo, es su bondad o ineficacia/inadecuación a la realidad. Lo demás sería secundario.
Por otro lado, señala Henry -y en esto estamos de acuerdo también- que la edad de la personas no determina la buena o mala política, aunque, y esto lo digo yo, siempre sea lícito preguntarse, qué se entiende por buena o mala y para quién; sobre la base de cuáles criterios se va valorar la bondad o no de ella. ¿Es buena porque se gana una elección? ¿O hay elementos intrínsecos de bondad en una política determinada, a pesar de que no se gane una elección? ¿Es necesariamente mala una política porque no se ha arribado al poder con ella en un momento determinado?
Aunque estoy de acuerdo con la idea de que algunos se han tragado el discurso oficialista en éste y muchos otros temas, no comparto que ella sólo contenga el binomio vieja/nueva política en los términos en que lo hace la interpretación chavista. El asunto tiene otras aristas y profundidades, más sugerentes y sustantivas.
Lo que me quedó, en dos platos, del artículo en cuestión es que la política tendría una “esencia inmutable” y que lo importante, después de todo, es su bondad o ineficacia/inadecuación a la realidad. Lo demás sería secundario.
Por otro lado, señala Henry -y en esto estamos de acuerdo también- que la edad de la personas no determina la buena o mala política, aunque, y esto lo digo yo, siempre sea lícito preguntarse, qué se entiende por buena o mala y para quién; sobre la base de cuáles criterios se va valorar la bondad o no de ella. ¿Es buena porque se gana una elección? ¿O hay elementos intrínsecos de bondad en una política determinada, a pesar de que no se gane una elección? ¿Es necesariamente mala una política porque no se ha arribado al poder con ella en un momento determinado?
Para este modesto opinador está fuera
de duda que hay formas viejas y nuevas de hacer política.
Independientemente de que se tengan o no canas, o de las “esencias
inmutables” de la política, hay modos de actuar en política que
notoriamente no se compadecen con los tiempos en lo tocante a valores, madurez
política de una sociedad, a sus expectativas y también a lo adjetivo.
Y cuando digo “tiempos", no me refiero sólo a la utilización de instrumentos tecnológicos contemporáneos, a las estrategias, a modelos organizativos novedosos, a diseños de mensaje, entre otros asuntos, me refiero también a los principios y valores, al modo de relacionamiento con los ciudadanos y compañeros de partido, a la labor de pedagógica política y a los instrumentos de decisión y participación de la gente, sin que esto signifique adscribirse a la llamada “democracia participativa”, que en el fondo y la mayoría de las veces es cualquier cosa menos democracia.
Y cuando digo “tiempos", no me refiero sólo a la utilización de instrumentos tecnológicos contemporáneos, a las estrategias, a modelos organizativos novedosos, a diseños de mensaje, entre otros asuntos, me refiero también a los principios y valores, al modo de relacionamiento con los ciudadanos y compañeros de partido, a la labor de pedagógica política y a los instrumentos de decisión y participación de la gente, sin que esto signifique adscribirse a la llamada “democracia participativa”, que en el fondo y la mayoría de las veces es cualquier cosa menos democracia.
Ciertamente, se es a menudo muy
injusto con los partidos tradicionales, los "viejos", por causa de
las ejecutorias de algunos de sus dirigentes en el pasado y el presente. Los
partidos corren con la suerte de quienes los dirigen mal. Los nuevos partidos y
dirigencias tampoco están exentos de las taras de los viejos liderazgos, de las
viejas formas de hacer política. ¡ay, las esencias inmutables¡
Pero en Venezuela estamos en una competencia por el poder; de un lado, frente a la barbarie representada por el militarismo autoritario que gobierna, y de otro, al interior del liderazgo de la oposición democrática. Quizás ambas contiendas en el fondo sean una. Hay en ciertos sectores de la oposición, que no en todos, un pensamiento y modos de proceder que no son muy distintos a los del chavismo. A mi juicio, en ambos bandos el atraso, en lo ideológico y lo práctico, es legión. ¿Atavismos inevitables? Puede ser, pero siempre queda la esperanza del cambio posible.
Pero en Venezuela estamos en una competencia por el poder; de un lado, frente a la barbarie representada por el militarismo autoritario que gobierna, y de otro, al interior del liderazgo de la oposición democrática. Quizás ambas contiendas en el fondo sean una. Hay en ciertos sectores de la oposición, que no en todos, un pensamiento y modos de proceder que no son muy distintos a los del chavismo. A mi juicio, en ambos bandos el atraso, en lo ideológico y lo práctico, es legión. ¿Atavismos inevitables? Puede ser, pero siempre queda la esperanza del cambio posible.
Ciertamente, la política es vieja,
como lo evoca Henry, y que lo que interesa, pragmáticamente hablando, es si se
hace o no buena política. Queda, no obstante, por dilucidar, qué se debe
entender por tal en las circunstancias actuales de nuestro país, espacio en el
que tiene lugar una lucha entre el despotismo militarista y los que buscan
preservar la libertad y la democracia, lo que no es tema de estas líneas.
En fin, juzgo cardinal el grave
asunto de la forma de hacer política. Me atrae la consigna de cambiar
la política, repensarla en sus contenidos y formas; obviamente, desde
una perspectiva realista, no ingenua, ni candorosa. Los intereses, las
pasiones, las ansias desmedidas de poder, las maniobras y zancadillas, siempre
estarán ahí, hasta el fin de los siglos. De allí que no nos quede otra que
propiciar y estimular los contrapesos democráticos para que el resultado último
sea el “menos peor”. Suelo recordar al maestro Raymond Aron cuando decía
que la elección en política no es entre lo bueno y lo malo, sino entre lo
preferible y lo detestable. Y hasta la fecha, ésa observación parece ser la
mejor guía que he conseguido en estos asuntos.
A pesar de las esencias inmutables y del escepticismo que nos acompaña, sigo apostando por que es posible un modelo de liderazgo y de organización política distintos a los amortizados que ya conocemos, los que de alguna manera nos trajeron estos lodos en que estamos hundidos. Aspirar a una nueva forma de hacer política no me luce tan inalcanzable ni utópico para el dirigente o partido político que quiera trascender la medianía imperante. Digo yo.
A pesar de las esencias inmutables y del escepticismo que nos acompaña, sigo apostando por que es posible un modelo de liderazgo y de organización política distintos a los amortizados que ya conocemos, los que de alguna manera nos trajeron estos lodos en que estamos hundidos. Aspirar a una nueva forma de hacer política no me luce tan inalcanzable ni utópico para el dirigente o partido político que quiera trascender la medianía imperante. Digo yo.
EMILIO NOUEL V.
Twitter: @ENouelV
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