"Darle la espalda al debate histórico es una gran necedad"
Elvia Gómez
Ezio Serrano Páez (Santa Cruz de Mora, 1958) expresa su preocupación porque la ausencia de un discurso estructurado con carga valorativa impide que la oposición salga al paso a las mentiras historiográficas de Hugo Chávez. Comenta que durante el surgimiento del chavismo se sintió como Copérnico rebatiendo la teoría geocéntrica, ante la concesión que las élites académicas hicieron a los mitos que "arrasaron como río por conuco" con toda la institucionalidad democrática.
Doctor en Historia (UCAB), docente de la Universidad Simón Bolívar y exdirector del Bolivarium, reconoce expresamente los aportes de los historiadores Manuel Caballero, Germán Carrera Damas o Elías Pino Iturrieta en denunciar los peligros que implicaba Hugo Chávez y su parafernalia discursiva. Insiste en que "la historia aparece indisolublemente unida al discurso político".
-¿Por qué el presidente Hugo Chávez presenta constantemente su propia versión de la historia?
-La historia va a ser permanentemente citada en las sociedades que requieren explicación a sus problemas presentes, como lo sostienen algunos historiadores, entre ellos Lucien Goldmann. Tenemos, por un lado, el discurso de Chávez, que se ajusta a un liderazgo mesiánico, carismático, personalista, que se funda en una especie de anunciación de lo que vendrá -el Caracazo o el 4-F- y por el otro, ese liderazgo, que requiere un contexto de crisis para surgir, y que tiene a la historia como su soporte.
-¿Por qué cree que la oposición ha guardado silencio?
-Para entender a la oposición hay que entender el contexto histórico en el que aparece el chavismo y eso se explica con los saberes legitimados que se aplicaron en esos años y que son prejuicios que se demuestran por sí mismos. El chavismo insurge entre finales de los 80 y la década de los 90 en medio de una crisis que Chávez interpreta bien, aunque de modo interesado, con tan mala suerte para la sociedad que las élites del momento se plegaron a esa interpretación al no tener un diagnóstico ni las herramientas ideológicas apropiadas y no supieron defenderse. El discurso chavista nos habla de la democracia y del país "podrido", formado por "cúpulas" y "oligarquías" enquistadas. En 1997, en la asamblea de Fedecamaras, Chávez habló del "cáncer" que había que "extirpar", de un "país putrefacto" donde no había nada qué salvar. Todo eso se expresó de forma clarísima en 1998 cuando se le otorga a Chávez una constituyente originaria. Se entrega el Congreso y Chávez se queda con una de las joyas de la reina: la representación de las minorías con los kinos para la constituyente.
-En la campaña para el 7-O en las redes sociales resurgió la defensa de logros democrático. ¿Es suficiente un movimiento espontáneo de reivindicación del pasado?
-¿Dónde estaría el entrampamiento de la oposición?
-La oposición si es democrática es plural y eso supone una manera diversa de interpretar los hechos. El grueso de las responsabilidades de lo ocurrido se le atribuyen a AD y Copei, pero cuando uno revisa los sucesos del año 97 y 98 uno ve que mucha de la gente que apoyó al chavismo hasta 2002, lo que yo llamo el chavismo arrepentido, tiene mayores responsabilidades que los adecos y copeyanos, porque fueron ellos los que le montaron en bandeja de plata una constituyente originaria, pero son los partidos los que llevan palo. Entonces, tenemos una paradoja histórica porque la oposición no puede dejar de ser plural, pero si revisa su pasado se van a generar acusaciones que dividen, pero la oposición necesita tener una personalidad discursiva y ahí hay un dilema que no es fácil manejar. Para darle una respuesta a ese conflicto hay que fortalecer el discurso político revisando el pasado para tomar cosas positivas que puedan nutrir los valores democráticos para confrontar ideológicamente el discurso dominante.
-¿Cuáles elementos debería rescatar la oposición?
-El discurso tiene dos funciones esenciales: movilizar a las masas y justificar la acción política. Para revisar el discurso habría necesariamente que rescatar valores y creo que hay que desatanizar el que hayamos tenido pactos. Cómo es posible que la sociedad venezolana permitiera que este discurso virulento del chavismo haya hecho creer a la gente que el Pacto de Punto Fijo fue algo grotesco, malévolo. Los acuerdos son el modo más normal y necesario de hacer política en términos modernos, porque la otra salida es que nos devoremos y nos caigamos a tiros. Otro elemento que tiene que ser rescatado es que la política se fundamente en el diálogo institucional. Cómo es posible que el poder se haya personalizado de manera clientelar y abusiva y eso haya sido naturalizado por la gente, que el Presidente disponga de los recursos públicos a su saber y entender es algo gravísimo. Otros elementos a rescatar son la imperiosa necesidad de que las minorías estén representadas y la lucha contra el clientelismo, que no es nuevo, pero a finales de los 80 ya se estaba tomando conciencia de lo pernicioso que es.
-En un reciente artículo habló de la relación histórica del venezolano con la renta petrolera ¿cómo ha sido?
-En este libro (Apaciguamiento, Miguel Ángel Martínez) se muestra el comportamiento de los precios del petróleo entre 2001 y 2005 y su relación directa con el gasto público, a eso se suma la popularidad del líder que se ve como una sombra de ese gasto. En un Gobierno personalista, donde el Estado funciona con un poder concentrado, el que el Presidente disponga de los recursos del petróleo le permite un nivel de maniobrabilidad sobre la sociedad que es muy difícil contrarrestar. ¿Cómo se enfrenta el encanto de la línea blanca china o la lotería de una casa? Detrás de esta comparsa de reparto hay una profundísima crisis social de valores que la oposición no está recogiendo. La sociedad toda se está haciendo partícipe de un acto bochornoso de robo y saqueo y es interesante hacer el contraste histórico, porque la corrupción aquella que se denunciaba como máximo grado posible de admitir en los años 90, resulta que ahora es una niña de pecho comparada con este cuadro.
-No parece haber conciencia de lo que usted señala. En la campaña para el 7-O se dijo mucho que "el país tiene más futuro que pasado".
-Si algo pesa sobre nuestra condición de opositores es la precariedad ideológica. Nosotros aspiramos a la democracia como un valor esencial porque tenemos una tradición democrática, ¿acaso Chávez inventó el fervor popular por el voto? Ese fue un proceso que costó vidas y sangre. Si algo bueno tuvo el 7-O es que toda la palabrería del Gobierno queda hueca ante el hecho incontestable de que es la corrupción lo que lo mantiene en el poder y la oposición sigue negando nuestro pasado cuando eso es lo que debería usar para desnudarlo tal cual es.
-Pero electoralmente hubo avances, ¿cómo los valora?
-Eso nos lleva a otro problema crucial: la oposición ha definido su ámbito de lucha sólo en lo electoral y la política desprovista de valores no se diferencia de una partida de póquer. En la competencia electoral hay que mimar a la gente, ofrecerle cosas y, mira la contradicción, la oposición se ve tentada a parecerse al discurso dominante, a ofrecer dádivas. A lo mejor un día gana el poder, pero lo haría sobre la misma base del Gobierno que está derrotando.
-Dada la gravedad de la situación no parece tan difícil ponerse de acuerdo en cuáles valores rescatar sin caer en acusaciones.
-Si la Mesa sigue en su rol político limitado a lo electoral lo que interesa es ganar puestos, espacios de poder y allí no cabe mucha reflexión. La Mesa hizo algo muy bueno, elaboró las bases para un programa de gobierno, pero eso no es un discurso político estructurado con valores esenciales para defender. Para lograr eso debe reconocerse la gravedad de lo que estamos viviendo y actuar en la cotidianidad, que es donde el chavismo es más fuerte. Esa cotidianidad está signada por hechos que antes eran rechazados y ahora son normales porque la gente busca sobrevivir a su modo.
-¿No cree que la oposición ha comprendido la gravedad de la situación?
-Creo que sí y por eso se da la unidad. Creo que la oposición sí llegará a un consenso discursivo pero lo hará cuando las condiciones sociales y políticas sean tan graves que anuncien un derrumbe de este sistema, que se tiene que caer porque se sostiene en la renta. Habría que pensar a largo plazo, en la superación de la Venezuela improductiva, pero para plantearse un cambio real de paradigma la sociedad tendría que llegar a una situación de colapso, y será cuando la gente se haga receptiva a este mensaje.
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