¿Otra mayoría en Venezuela?
Carmen Beatriz Fernández
Tras cada proceso electoral presidencial es la norma, tanto en Venezuela como en otras partes del mundo, que al ganador le rodee una aureola de victoria y el perdedor quede cabizbajo tras la derrota, y que ambos fenómenos se expresen en las mediciones de opinión pública. Ninguna de la dos cosas pasaron en Venezuela luego del 14A. Ninguna aureola coronó a Nicolás Maduro y ningún descrédito apabulló a Henrique Capriles. Por el contrario, lo que sugieren los estudios de opinión pública es que tras el 14A Maduro continuó perdiendo afectos populares, aunque disminuyó la velocidad de la caída, y Capriles siguió sumándolos, aunque también a ritmo mucho menor del que el que traía en campaña.
Luego de la elección del pasado 14 de abril se reveló un virtual empate en los dos bloques políticos que componen al país. Pero abril señaló con gran claridad que existía una nueva mayoría nacional que pujaba por emerger demandando un cambio ¿Qué ha ocurrido desde entonces?
Hoy ya más de un 55% del país juzga la gestión de Maduro como “mala” o “muy mala”, pese a que un nada desdeñable 45% la defiende (Varianzas Julio 2013). El liderazgo opositor intenta hacer de las elecciones del 8D un plebiscito hacia la gestión de Maduro y trasladar esa reprobación a la gestión en un bloque político que consolide la nueva mayoría nacional. Nunca el Gobierno ha sido tan débil, sin embargo hace alardes de fuerza como nunca antes.
Las elecciones regionales generan discusiones locales que versan sobre los temas que tienen importancia para el elector de las regiones. La figura de los candidatos, su contraste, sus cualidades y su idoneidad tiene gran incidencia en la contienda. No siempre se puede imponer un tema nacional en una contienda local. En este proceso, sin embargo, hay dos temas que cruzan con igual intensidad geográfica las preocupaciones de los electores: la inseguridad y el desabastecimiento. Son temas nacionales, pero inciden con tal fuerza en las agendas locales que podrían permear y hacer de esta elección local un plebiscito nacional que jugase a favor de la tolda unitaria.
Por otro lado tiene también la Unidad a su favor el haber conducido un proceso de primarias con reglas claras y concurrir con candidaturas unitarias en 334 de los 335 municipios del país. El proceso fue hace cierto tiempo con lo cual muchas de las inevitables heridas de las pugnas por el poder se han superado. A diferencia de procesos anteriores, la Unidad está presente en el tarjetón electoral con una única tarjeta, lo que le facilita una unidad de imagen y mensaje que es de gran valía en comunicación política.
La Unidad es bien vista por un mayoritario 58% del país, cosa que probablemente la convierta en una institución de las más prestigiosas de este país de desprestigios masivos (IVAD julio 2013). Ambos elementos representan una ventaja competitiva y un favorable contraste con el partido oficialista, cuyas heridas por las pugnas recientes son más fuertes y más recientes. El hecho de que el bloque oficialista convocara a unas primarias y fijara sus reglas para ello, para finalmente burlarlas y someterse a la decisión del dedo, abrió unas heridas que tardarán en sanar. Concurre por ello con varios candidatos y distintas tarjetas en casi todos los municipios del país, y aunque es probable que las siglas del PSUV sean las que terminen imponiéndose habrá una merma importante que proceda de los partidos menores. Tiene a su favor el oficialismo que finalmente ha logrado la “hegemonía comunicacional” largamente ambicionada. Hay un nuevo esquema nacional de medios que privilegia claramente la voz oficial. Claros ejemplos de esta hegemonía nacional las observamos en novedades como que sólo una de cada diez noticias en Noticias 24 deja de favorecer al oficialismo. O que el noticiero de Globovisión dejará próximamente de transmitir sucesos. O el hecho de que la nueva administración de Últimas Noticias posiblemente logrará que la gente empiece a denominar al diario Buenas-Últimas-Noticias.
Basta un ejemplo: Capriles viajó al Vaticano invitado por el Papa a una entrevista, y la noticia se dejó de reseñar por muchas primeras planas de los diarios, ello en un país mayoritariamente católico en un 96%. La censura, y la autocensura en un país cuyo gobierno controla las divisas para acceder al papel, son notorias y buscan invisibilizar a Capriles y desmoralizar a la oposición.
La hegemonía comunicacional parece estar logrando su empeño de invisibilizar a Capriles, como sugiere esta gráfica de Google Trends que contrasta las apariciones noticiosas de Capriles (en azul) con las de Maduro (en rojo) para los tres últimos meses:
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