Emilio Nouel V.
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Soy de los que cree que no todo apoyo de los gobiernos de la región a la neotiranía militar de Venezuela deviene de razones crematísticas. La cosa es más compleja que eso, los simplismos no ayudan a comprender bien el asunto.
Soy de los que cree que no todo apoyo de los gobiernos de la región a la neotiranía militar de Venezuela deviene de razones crematísticas. La cosa es más compleja que eso, los simplismos no ayudan a comprender bien el asunto.
Ciertamente, unos cuantos voltean
hacia otro lado frente a las arbitrariedades del gobierno venezolano y votan en
instituciones intergubernamentales a favor de él, por causa de jugosos negocios
o porque reciben dádivas muy generosas, contrastando éstas con las muchas
penurias de nuestro país. Allí no hay
discusión.
Sin embargo, hay gobiernos cuya
conducta de cara a lo que acontece en nuestro país responde a intereses
distintos, político-ideológicos y/o geopolíticos. No es lo mismo lo que mueve a
Brasil o Cuba que lo que induce a República Dominicana o Grenada a comportarse
de esa manera. El “bozal de arepa”, como decimos en Venezuela, no opera
para todos de igual manera y en todos los casos.
La votación que favoreció al gobierno
en estos días en la OEA con ocasión del intento fallido del gobierno de Panamá
de volver a llevar nuestra crisis a discusión, es una muestra adicional de cómo
tales motivaciones se combinan para un resultado. Por cierto, mediáticamente
hablando, el tiro le salió por la culata en esta oportunidad a los que
impidieron el tratamiento del tema. La cobertura periodística a las
declaraciones de la diputada venezolana María Corina Machado, presente en esa
reunión, fue mayor.
Pero lo más llamativo, sin duda, es
el chantaje que ha ejercido el gobierno venezolano durante estos años, sobre
pequeños países, a los que prácticamente se les ha regalado nuestro petróleo.
La indiferencia ante las violaciones a los derechos humanos en Venezuela tiene
su precio, y allí los principios morales salen muy mal parados.
A tal punto ha llegado el “agradecimiento”
de estos gobiernos, que en la campaña electoral pasada en República Dominicana,
ocurrió algo insólito. El candidato Hipólito Mejías llegó a declarar que Chávez
era “el segundo padre de la Patria”. No sé qué habrán pensado entonces
los dominicanos sobre tal aseveración, pero a uno, desde lejos, no deja de impresionar.
En estos días el canciller de
Dominica manifestó que Chávez fue “el hombre más generoso del mundo”, y
claro, después de haber recibido estos años el correspondiente subsidio, no es
para menos.
Estos países del Caribe representan
en la OEA 14 votos. Si a este número sumamos los de Brasil, Argentina, Bolivia,
Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Surinam y Guyana, compinches todos del
chavismo, la mayoría está garantizada para cualquier decisión que interese a
este último.
Para los que ignoran la historia de
Venezuela, incluso la reciente, antes de que llegara el gobierno chavista, los
países de Centroamérica y el Caribe gozaban de un trato especial y diferenciado
en materia de suministro de petróleo. Mediante el Pacto de San José suscrito
con México en 1980, se acordó suministrar 160 mil barriles de petróleo diarios
a esos países, lo que incluía también un programa de cooperación para el
desarrollo.
Obviamente, Chávez cambió las
condiciones colocándolas a niveles de casi regalo, de allí que se haya ganado tales calificativos lisonjeros.
No nos debe entonces extrañar que
suceda lo que sucede en instancias como la OEA.
“Por la plata baila el perro”,
dice la sabiduría popular, y tiene mucha razón las más de las veces. Pero no
hay que olvidar que en política internacional hay también otros porqués.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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