domingo, 30 de marzo de 2014

¿Cambio del Gobierno o de Gobierno?

 
LUIS VICENTE LEÓN |  

EL UNIVERSAL
Hemos dicho por qué la gente protesta y tiene razón para hacerlo. Y hemos descrito también las razones de la crisis que el Gobierno provoca con su ideología desfasada y su ineficiencia intrínseca. Pero lo que no hemos estudiado suficientemente es por qué la oposición en esta crisis, lejos de tomar ventaja, se debilita y se divide alejándose del logro de sus objetivos.


Pongámoslo de esta manera. La oposición tiene un punto que la une: el rechazo al modelo chavista, animado en Maduro. Obviamente toda la oposición sería feliz si él renunciara, lo cual no es un planteamiento anticonstitucional. Cualquier venezolano tiene el derecho a pedir esa renuncia, el problema es que Maduro tiene el mismo derecho constitucional de tirarle una trompetilla a esa propuesta. ¿Y entonces qué? Alrededor de este "detallito" comienza la división opositora.


La primera grieta crea dos clusters opositores. Uno que piensa que el objetivo es presionar al Gobierno para negociar cambios estructurales en su modelo político y económico. Es una lucha cuyo éxito a corto plazo es lograr que el régimen cambie y en el camino construir una mayoría opositora que lo rete electoralmente en todas las próximas oportunidades que se presenten o se creen, pero en condiciones distintas a las del pasado, en términos del tamaño opositor y de cambios institucionales que se logren en la negociación por presión (cambios en los magistrados del TSJ, rectores decentes en el CNE, Fiscal confiable para todas las partes, entre otros). El segundo cluster piensa que el primer grupo es naive, colaboracionista o ambos. Que es obvio que Maduro es un dictador. Que a pesar de haber sido elegido por el pueblo (dudosamente en su opinión), es un gobierno ilegítimo por acción y que debe sacarse del poder como sea. Es "la salida" y el objetivo es cambiar al Gobierno, para lo que no es relevante quién es mayoría o si acompañan las masas populares, porque éste no es un tema electoral.


La segunda fractura la encontramos en la batalla entre líderes. Los estímulos para retener el liderazgo de Capriles, ganado a pulso y trabajo efectivo en campaña, contrasta con el deseo de otros políticos, de quienes Leopoldo López es el más destacado, de retar ese liderazgo y asumir el rol principal, algo legítimo en democracia y racional políticamente. El tema es que los retadores deben diferenciarse del líder convencional. Frente una posición moderada, contrastan la radical. 



Ya he fijado mi posición sobre este tema, pero hoy solo quiero dejar una pregunta en el aire, de la que no espero respuesta, sólo reflexión: ¿piensa el grupo radical que creando barricadas y provocando la reacción represiva e irracional del Estado contra ellos (un absurdo en el que solo cae un gobierno militarista y torpe), en algunas zonas de clase media, sin armas, sin ejército, sin plata y sin los barrios motivados para ese cambio, lograrán que Maduro se sensibilice ante la autoencerrona de vecinos opositores y tengamos un final de novela en el que el Presidente, tipo Emparan, sale al balcón del pueblo para preguntar si el pueblo quiere que mande y responde a la negativa: "entonces yo tampoco quiero mando" y se va para La Habana o es que de verdad esto es una rebelión (constitucional o no, pero real), con armas, ejércitos, guerrillas, aliados, plata y entonces el país se conduce a una guerra asimétrica entre quienes creen que deben defender su presidente (y sus negocios y su poder) y los que creen que tiene derecho a sacarlo por el 350 y además lograr que no sea Diosdado el que lo sustituya, como dice también la Constitución, sino que los militares los pondrán a ellos a gobernar, ya que no hay elecciones? 


Sin comentarios.

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