jueves, 20 de marzo de 2014

EN PERSPECTIVA

DIEGO BAUTISTA URBANEJA |  
EL UNIVERSAL

Es enormemente difícil tomar alguna distancia respecto al acontecer inmediato que nos bombardea día tras día. Lo es porque ese acontecer es doloroso, indignante y toda toma de distancia es sentida por quien la intente como una forma de indiferencia, si no de traición, al esfuerzo y al coraje de muchos venezolanos. La idea de distancia evoca la idea de serenidad, y que cuesta arriba es obtener alguna serenidad por estos tiempos.

Pero es necesario llevar a cabo tal distanciamiento para poder poner las cosas en su correcta perspectiva, y definir con mayor acierto los tiempos y la dinámica de lo que está en juego, sin dejarse atrapar por la sucesión vertiginosa de hechos que no dejan levantar la vista.

Lo que al levantar la vista nos revela o nos recuerda es el hecho de fondo que no debemos olvidar ni un momento. Ese hecho es el de que el proyecto político de Hugo Chávez fracasó, que perdió -si alguna vez lo tuvo- todo dinamismo creador y que hoy está reducido al intento de aferrarse al poder por parte de una camarilla política.
Para llevar a cabo tal ambición la camarilla en cuestión ha puesto en juego todos los recursos que le vemos utilizar: represión desmedida, cerco de los medios de comunicación, agotadoras maniobras financieras, endeudamientos gravosos, utilización sin límites de todas los poderes del Estado, engañifas permanentes para ocultar la realidad. Con expedientes como esos va arrastrando los días de la permanencia en el poder. Es imposible saber cuál va a ser el desenlace de la actual situación, signada por una ola de protestas y de una respuesta represiva carente de toda proporción y justificación, con acciones de una saña y de una crueldad inaceptables.
Es posible que el Gobierno supere esta coyuntura, a un alto precio en su imagen internacional y después de haber sembrado una nueva siembra de indignación en la colectividad que ya tendrá su momento de dar su cosecha.
Pero es justamente en el caso de que supere esta situación y parezca que salió "triunfador", cuando hay que cuidarse de la miopía. Porque entonces espera al gobierno aquello a lo que más teme: el tener que enfrentar los problemas para los que no tiene solución. Le resulta más sencillo disolver, "solucionar" una manifestación o una serie de ellas a punta de atropellos, bombas lacrimógenas y perdigonazos que dominar la inflación, reducir el desabastecimiento, a disminuir el número de muertos anuales por homicidios. El Gobierno cambiaría de buena gana lo uno por lo otro. Preferiría estar disparando perdigones todo el año que hacer frente a las colas interminables o a tener que anunciar esa cosa confusa y ominosa llamada tarjeta de alimentación. Por si fuera poco, los perdigonazos ayudan a distraer la atención de los problemas que la tarjeta recuerda.

Son los problemas que le quedan grande al Gobierno lo que debe ser el foco de la estrategia opositora, lo que en realidad abre a la oposición venezolana una perspectiva promisoria. Sea cual sea el desenlace de la presente coyuntura de protestas y de represión, la realidad de fondo juega a favor de la oposición. Es fundamental no perder eso de vista. Si la actual coyuntura no tiene los resultados políticos que algunos pensaron que podía tener, en cuanto por ejemplo a conducir a una renuncia de Maduro, eso no debe nublar la visión del hecho de que al Gobierno le esperan peores momentos, tiempos en los cuales el descontento social va a expandirse sin obstáculos y sin distracciones y que harán que el régimen añore los días en que podía dedicarse a violar derechos humanos. O eso creía él: mientras tanto los problemas económicos afilaban sus dientes.

Queda planteada la tarea política de establecer una relación entre el actual estallido de indignación y coraje y ese otro descontento social que debe resultar de la crisis económica en puertas. Desde el punto de vista de la construcción de una mayoría democrática de oposición, son dos públicos distintos los afectados por ambos procesos. Mientras la ola de protestas tiene su protagonista en un público que ya es de oposición, la expansión del descontento abarca a público que no necesariamente pertenecen a aquélla, y que en todo caso es más amplio que la actual oposición. El gran reto, todos lo sabemos, es lograr que ese público descontento dé el paso de alinearse con la oposición. Pero por lo pronto hay que tener siempre presente que esa oportunidad se va a presentar y que esa es una oportunidad decisiva. 
dburbaneja@gmail.com

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