viernes, 21 de marzo de 2014

Vae victis!


Ibsen Martínez

 


El latinazo quiere decir : “¡Ay de los vencidos!”
Y es fama que presidía, en boca del César,  las sangrientas batallas  de gladiadores en el circo romano. Quizá más y mejor que el  clásico Tito Livio , o los voluminosos tratados del solitario  Edward Gibbon sobre la decadencia y caída del imperio romano, Hollywood nos enseñó cómo solían terminar esos combates.
La locución latina  rebota en mi cabeza desde que supe de la demanda que, por presuntos crímenes contra su honor, ha interpuesto el capitán Diosdado Cabello. Los demandados son, como ya es universalmente notorio, Carlos Genatios, articulista; Teodoro Petkoff, director de este matutino y el resto de la directiva de la editorial responsable del mismo: tres caballeros que ni arte ni parte tienen en el “día a día” redaccional de esta batalladora publicación.
Ya en el pasado, este diario ha sido objeto de numerosas arremetidas que hallaron pretexto, por ejemplo,  en una estupenda crónica de Laureano Márquez. La semana pasada, la redacción de Tal Cual ofreció a sus lectores una minuciosa cronología de los múltiples rifirrafes con el elenco de galanas figuras gobernantes.
Sin embargo, la actual ofensiva contra Tal Cual, previsible como era, descuella entre todas  por  su mostrenca e iracunda desmesura y , sobre todo, por la diligencia mostrada por el tribunal a la hora de admitir las medidas cautelares. Remito al lector que todavía a estas alturas esté desinformado skbe el caso, a un paseo por Google. Eso le permitirá apreciar la reacción internacional a este nuevo desafuero contra la libertad de expresión.
Esta nota quiere, además de solidarizarse con Teodoro y el resto de los réprobos, tender mi admiración por la actitud valerosa asumida por destacados periodistas  venezolanos en el curso de las sangrientas jornadas de febrero y marzo. Jerarquizarlas por el valor intrínseco de cada una de  sus gallardas actuaciones, sería, no sólo imposible sino irrelevante: todos se han portado a la altura de una noble tradición de lucha contra la tiranía y la barbarie que hizo de los periodistas venezolanos, en su conjunto, emblema de nuestra civilidad  durante buena parte del siglo XX y lo que va de nuestro tortuoso siglo XXI.
Los reporteros de medios radioeléctricos, los fotógrafos y los redactores que han sufrido violación de sus derechos humanos desde que el chavismo pretende enseñorearse en Venezuela merecen imperecederos reconocimiento y gratitud, pero hoy mi humilde palabra de admiración va para Omar Lugo, Tamoa Calzadilla y toda la panda de redactores e  investigadores de la Redacción Unica (RU) de Ultimas Noticias que han arrostrado con astucia y coraje las vicisitudes que entraña hacer periodismo independiente en las actuales circunstancias. Y estas no son otra cosa que el intento de instaurar definitivamente, a toda costa y arrojando lejos el antifaz con que el chavismo de tejas arriba ha pretendido mostrarse al mundo como democrático, una desvergonzada dictadura militar, inepta, rapaz, y sobre todo, deshonrosamene extranacional.  En esta sazón,  demos gracias a los escasos medios de prensa todavía independientes por mostrar al mundo el cariz dictatorial con que la fementida camarilla gobernante, integrada por farfullantes palafreneros y mozos de espuela de Raúl Castro,   pretende arteramente hacer de Venezuela un protectorado cubano. Mamporreros de Fidel, dirían en Cuba.
Hasta hace poco, fui en mi calidad de articulista colaborador, un “pasante de la tercera edad “en la RU, siglas que llegué a asociar con un trecho muy gratificador en  mi vida y en el que  frecuenté el comedor de Ultimas Noticias y tuve la dicha de compartir con los que quizá sean la crema y nata del periodismo joven venezolano. Y, todo hay que decirlo, uno de esos menudos placeres estaba en topar y hacer conversación menuda con Eleazar Díaz Rangel, emblema de probidad intelectual y de entereza periodística para varias generaciones de egresados de la Escuela de Comunicación Social de la UCV.
Dos Semanas Santas tras, releí con mucho provecho un libro suyo que aún hoy recomiendo fervorosamente por lo que tiene de escrupuloso reportaje político y de inspiradora evocación de una época atroz. Se titula “Díaz de enero : Cómo fue derrocado Pérez Jiménez”. La leí en su edición de 1998. Procrastinador como soy, no me perdono el haber aplazado indefinidamente la reseña del libro de Rangel: lo hallé sumamente pertinente   en la hora actual. En sus páginas resplandece el papel de los bravos periodistas democráticos de la época, y ello vale por igual para redactores y directivos: el inolvidable Fabrico Ojeda, el astuto padre Hernández Chapellín, ylast but not least, Miguel Angel Capriles, fundador  de la Cadena que aún lleva su apellifo pero ya no su impronta innovadora, dieron prueba de resolución y coraje en momentos sumamente adversos. Se trata, en suma, de un homenaje al denuedo de quienes, como también y de modo estelar, el Díaz Rangel de aquellos días de infamia y de muchos años  de los que siguieron,  no se rindieron nunca a la barbarie. Me quedé con las ganas de decirle personalmente a Eleazar cuánto aprecié su memoria de días   gloriosos en que la civilidad se impuso al militarismo. Tal vez lo haga algún día, pero por ahora, estamos en aceras opuestas.
Y es mejor que así sea, reza un verso de Hernando Track que no creo famoso.  ¡Ay de los vencidos por la vida!, diría el gran Pessoa.

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