LOS CÍRCULOS DANTESCOS
Américo Martin
Caída la bárbara dictadura militar de Pérez Jiménez, Mariano Picón Salas profetizó que nunca más viviríamos una situación como esa. La experiencia había sido demasiado dolorosa.
No obstante, las cifras y los hechos demuestran su lamentable equivocación. El sedicente sistema bolivariano arroja cifras insuperables de violación de los DDHH, incluidos asesinatos, represión masiva y torturas brutales. El reputado Foro Penal Venezolano ha certificado desde el 12 de febrero hasta ahora, con pruebas irrebatibles, 1500 detenidos políticos y decenas de torturados y no pocos violados con febril ensañamiento. El maltrato a las muchachas evidencia un perfil de enfermiza perversidad. A una le arrancaron el cuero cabelludo, a otras las desnudaron y arrojaron gasolina, varias con fracturas y el rostro desfigurado. ¿Cuántos gobiernos de la OEA se atreverían a cometer tan grotescos atentados contra la libertad y la integridad de sus compatriotas?
El burdo menoscabo de dirigentes opositores, la última de las cuales, la estupenda María Corina Machado, ha sido condenada de antemano al peor de los círculos del infierno dantesco ¿por un Tribunal que cubra las formas? Innecesario. La hidrofobia no tiene paciencia. El presidente de la AN ya dio la orden de bajar la guillotina. ¡Ah Diosdado! Tus ejecutorias hacen palidecer y temer a tus propios compañeros.
Cuando el presidente Santos clama que jamás apoyará salidas violentas en Venezuela se vale de una –supone él– sutil ambigüedad. Como para que Maduro piense que Colombia lo endosa y la oposición suponga que alude a una violencia abstracta, indiscernible. La carnicera violación oficialista de DDHH no le concierne.
Bachelet dice lo mismo aunque cubre el flanco desestimado por Santos, porque en un calculado “te-doy-te-quito” menciona en volandas los derechos humanos. La oposición debería sentir aquello como un tenue respaldo, y Maduro lo aceptaría solo como principio general. En total, nada. Pero dado lo que se da, podría esperarse que el bestiario oficialista se sintiera insatisfecho porque no obtuvo solidaridad automática ni expresa.
A la perseguida disidencia venezolana, intérprete hoy de una amplia mayoría descontenta, tampoco le bastará tan escasa muestra de compromiso humano. ¡Deberían recordarlo, amigos chilenos, presidenta Bachelet! Durante la noche pinochetista recibieron la más noble e incondicional solidaridad venezolana, cuando la lucha contra las dictaduras era un evangelio popular.
¿Paradoja cómica o trágica? Reconociendo que no es capaz de producir alimentos y justificando tal carencia con el pretexto de la guerra imperial, el señor Maduro se ha aferrado a la célebre libreta de racionamiento cubana
En la Isla nunca hablaron de “racionamiento” sino de “abastecimiento”, como si se tratara de aumentar el consumo y no de limitarlo. Maduro, que en todo imita a Cuba, presenta la suya con ese nombre, pero como no es posible olvidar la exuberancia retórica del fallecido eterno, le añade el cognomento “del buen vivir”. Quiere hacernos creer que ese símbolo de pobreza y prueba de incapacidad es lo que nos faltaba para entrar en el fidelista Mar de la Felicidad.
Aunque el gobierno de Raúl lidera en Venezuela tareas de inteligencia, represión y consejería ideológica, militar, educativa y política, a mí en lo personal en principio no me parece que pueda estar sugiriéndole a Venezuela la adopción de una medida de la que quiere desembarazarse cuanto antes. No sería amistoso con un aliado tan útil inducirlo a hacer algo que allá decidieron liquidar como parte de los “lineamientos de política económica y social” aprobados en el VI Congreso del PCC de abril 2011. Porque la destruida economía socialista cubana necesita una muy severa inyección de mercado.
Mucho hemos estudiado cómo eliminar la libreta pero es complicado quitarla de un golpe, dijo el ministro Marino Murillo, zar de la economía y alma de la reforma raulista.
En Cuba decidieron acabar gradualmente con aquella frustrada medida “igualitaria”. Les resulta imposible gastar mil millones de dólares anuales para sostener la libreta y no tienen manera de elevar la producción en el corto plazo. Su anunciado aperturismo va a contravía de la sequía productiva hostil a la inversión, aplicada por Chávez y empeorada por Maduro. Allá pues están eliminando la libreta al tiempo que aquí la adoptan.
Este paso lo da el zarandeado gobierno de Maduro porque su insostenible modelo fracasó. Sin saberlo –no es lo único que ignora– está honrando el ácido comentario de Churchill sobre el socialismo leninista: es la crónica distribución de la miseria.
Pero la comicidad de este gobierno no tiene límites. Le “vende” la libreta a los venezolanos como mecanismo de exclusión y la adorna con ilusorios premios para quienes acepten sin quejarse el opresivo mecanismo.
Cuba importa ocho de cada diez alimentos que consume. Venezuela, ídem. Cuba destruyó su aparato productivo. Venezuela, ídem. Pero Cuba no tenía dólares y a Venezuela le sobran en prueba de la aguda inviabilidad de su sistema y la asombrosa incapacidad de sus dirigentes.
En fin, Raúl quiere salir del hueco y por eso dejó de cavar, en tanto que Maduro se aquerenció en el hueco y sigue cavando. Fiel maniático del espionaje y el control represivo, el disparatado gobierno madurista ordenó crear un censo de huellas dactilares en PDVAL, Mercal y los abastos bicentenario. Subsidiarias listas Tascón, por si acaso.
Queriendo pegar con plastilina sus minados programas sociales, la tarjeta servirá para participar en la endeble Misión Vivienda, gozar de carros que nadie produce hoy y de planes turísticos en los escombros de la demolida revolución.
¡Luminoso futuro! Sin embargo podemos darlo por seguro si recordamos que a diferencia de Antonio Gramsci, para Maduro la mentira siempre es revolucionaria.
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