Tweet
ARGELIA RÍOS | EL UNIVERSAL
La crisis lo ha revelado en toda su amplia dimensión: mientras los estudiantes e indignados ensayan en la calle su versión de la desobediencia civil, puertas adentro del oficialismo, se desarrolla lo que también parece una rebelión. Silenciosa, pero igual de agria, la insubordinación endógena luce cada vez más nítida, aunque ella esté escenificándose tras bambalinas. El mutismo en que se encuentran hundidas muchas de las voces de la revolución describe su incertidumbre ante el rudo barajo que Diosdado Cabello intenta producir puertas adentro del proceso, donde se mueve con salvaje determinación para reivindicarse, una y otra vez, como el verdadero jefe de "la sucesión" y de la lucha contra "la guerrilla" opositora.
No sería correcto señalar que Maduro es el bueno de esta historia saturada de intrigas palaciegas: siendo el consentido de los Castro, no caben dudas acerca de su indiscutible rol dentro del teatro represivo que hoy se desarrolla en Venezuela. Los relatos que se cuentan para hacerle ver como la cabeza de los "moderados" dentro de la disputa, son muy poco creíbles, a pesar de que, en efecto, su contrincante destila una evidente superioridad en el plano de los comportamientos más crueles. Maduro y Diosdado son, en realidad, dos caras de una misma moneda, aún cuando cada cual se reserve su propia brutal metodología para "salvar el legado" del Chávez.
Lo que sí es perfectamente aceptable, entre los tantos incidentes que estarían ocurriendo dentro del campo revolucionario, es lo que los episodios en sí mismos desnudan: Maduro administra una herencia que Diosdado y sus milicos consideran mal habida; una herencia en cuya adjudicación Chávez se habría equivocado, al desestimar al componente febrerista del que Diosdado sería, si hubiere habido un testamento justo, el indiscutible sujeto clave... Del forcejeo -expresado en una ristra de desacatos públicos contra Maduro- queda en evidencia que "los hijos" del comandante conforman un cardumen de pirañas feroces, en el cual la convivencia siempre estará comprometida.
Las protestas han desenmascarado la profundidad de los desencuentros dentro del oficialismo; un conflicto que debe ser muy agudo, a juzgar por el mutismo de buena parte de los cuadros del PSUV y de la alianza patriótica. Todos ellos callan -en plan de "cuide" o de miedo- porque saben que la evolución de la disputa puede derivar en algo grueso y diferente. Tratar a la oposición como a una guerrilla alzada en armas traerá graves consecuencias. Pero Diosdado cree que su hora está llegando, e impugna el testamento de Chávez, actuando con la ira de Zeus frente a Prometeo... La trama de este ajuste de cuentas no pinta bien para Maduro y mucho menos para el país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario