Elías Pino Iturrieta
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El NACIONAL
En luchas como la que protagonizamos en Venezuela el tiempo no funciona como en las situaciones de normalidad. El horario de los eventos habituales no sirve para determinar la culminación de triunfos y descalabros que parecen definitivos pero que son apenas transitorios. Quizá se pueda marcar tarjeta cuando se inician las hostilidades para referirse al momento de su gestación, para colocar más o menos una fecha de origen, pero no se puede meter de manera anticipada la papeleta de control en la precisión de una máquina para asegurar que el asunto terminará en una jornada después de cuyo transcurso recogeremos los bártulos para celebrar o para bajar la cabeza. La historia es hija de la perseverancia, desde cuando ocurrió el primer conflicto de la humanidad. Tal vez se puedan hacer ciertos cálculos partiendo de la observación de la fortaleza de los rivales –la dictadura y la sociedad democrática, para identificarlos después de tomar partido– y en ese sentido resulta evidente que el primero de los combatientes lleva ventaja.
Parecerá extraño que ahora se hable de una situación ventajosa de la dictadura ante los factores que la desafían, especialmente porque, debido a su conducta, sobran elementos para acusarla por sus atrocidades. Esas atrocidades le hacen inmenso daño, se dirá, especialmente en el escenario internacional. Seguramente Maduro y sus secuaces, en atención a su deleite por el atropello, la tortura y la muerte de manifestantes, estén perdiendo posiciones en la consideración que se les tenía fuera de nuestras fronteras –no cabe posibilidad de obviar semejante apreciación–, pero no debe ser un problema que le impida al dictador el sueño de bebé del cual se ha ufanado. Maduro y su camarilla querían que los viéramos como ahora los vemos: férreos, feroces, sanguinarios. No soportaban las ataduras de la legalidad, se sentían incómodos ante las simulaciones de concordia aconsejadas y ensayadas por Chávez. Clamaban por una fase de “profundización revolucionaria”, para cuya realización debían deshacerse del estorbo de la convivencia civilizada, de los miramientos del parlamentarismo, de la mentira de los tribunales autónomos, de las formalidades de la democracia burguesa. Lo han logrado. Les hemos llevado el laurel en bandeja de plata. Punto a favor de la dictadura.
¿Sabía la oposición, especialmente los líderes de la facción denominada La Salida, que el madurismo se sentiría tan a gusto con la represión generalizada de la que hace gala? La falta de una respuesta convincente, la sensación que trasmiten de no saber exactamente cómo se recorrerá el siguiente tramo del camino, de no tener Plan B porque no se tuvo antes un Plan A, conduce a pronósticos desalentadores. A menos que el designio original consistiera en arrasar liderazgos legítimamente establecidos en las fuerzas democráticas y en menoscabar la unidad partidista que tanto ha costado. Si la fusión partidista se ha visto forzada a disimular su desacuerdo con las salidas supuestamente intrépidas, y a remendar el capote en la medida en que topa con las astas del toro, es mayor la debilidad que la fortaleza que muestra. Visto así el proceder de un sector fundamental de contrincantes, sería exagerado ponerse a anotar éxitos en su inventario.
Los estudiantes, en cambio, han establecido su lucha en todo el país, no dejan de pensar en las formas de renovar su acción y no se ven descoyuntados. Son el aliento y el fundamento de la contienda contra la dictadura, hasta el punto de que, gracias al énfasis que les ponen a sus movimientos y a la influencia de su conducta cristalina, depende de ellos que el pugilato se desarrolle sin solución de continuidad. Si el comentario contempla casos como el de San Cristóbal y del estado Táchira en general, excepcionales por su denuedo y por el compromiso de resistencia masiva que representan, solo queda esperar, en la más auspiciosa de las situaciones, que se enderecen las cargas de la sociedad democrática mientras la dictadura se adentra en un calvario que le saque llagas de verdad. ¿Cuándo se termina esto? ¿Quién va ganando? Esperar el sonido de la campana no es sensato a estas alturas, no hay campeón en la esquina.
epinoiturrieta@el-nacional.com
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