miércoles, 8 de octubre de 2014

A Raquel y Robert Serra
Pedro Pablo Fernandez 
Vivimos en una sociedad donde el valor de la vida no existe, una sociedad que le rinde culto a la muerte
El jueves 2 de octubre, el diputado Robert Serra y la joven María Herrera fueron víctimas de un hecho abominable en el que les quitaron la vida. El viernes fui al velorio en la Asamblea Nacional a manifestarles mis condolencias a sus familiares, amigos y compañeros y me encontré con una escena frecuente. Mucha gente con dolor: su madre, sus hermanos, sus amigos, sus compañeros de fracción, todos con una tristeza profunda. 
La escena se repite todos los días en nuestro país. Hace más o menos tres años acompañé, un 24 de diciembre, a una compañera de trabajo al entierro de su hijo mayor. Un buen muchacho, buen hijo, trabajador. Lo mataron para quitarle la moto. Los malandros siguen sueltos en el barrio y el Estado indiferente. El objetivo de ella en la vida es sacar a los hijos que le quedan del lugar donde conviven con los asesinos de su hermano. Saraí, la mayor, es una niña preciosa de 13 años, una niña buena en todo el sentido de la palabra. El otro, Isaac, da un poco más de problemas en el liceo, pero la mamá -haciendo grandes sacrificios- le pagó unas clases especiales y ahora el chamo está rindiendo bien. Raquel vive para esos niños. Como tantas madres en Venezuela, sacrifican todo por construirles un futuro mejor. ¿Con qué derecho viene alguien y les quita la vida sin ninguna razón?
El dolor de Raquel y el de la madre de Robert Serra se multiplican por todo el país. Vivimos en una sociedad donde el valor de la vida no existe, una sociedad que le rinde culto a la muerte.

Vivimos en un país donde se estimula la violencia. Se estimula desde el lenguaje político que incita el enfrentamiento y el odio, desde las instituciones del Estado que en lugar de cumplir su papel imparcial en la sociedad se convierten en instrumentos de persecución, desde un sistema judicial que en lugar de garantizar el Estado de derecho procura la violación sistemática de los derechos humanos. 
La impunidad hace un daño terrible a la sociedad. Es inaceptable someter a miles de madres en todos los sectores populares de Venezuela a convivir con los asesinos de sus hijos. 
Espero que en el crimen de Robert Serra y María Herrera las instituciones del Estado determinen los responsables, sean quienes sean, y presenten con seriedad a la opinión pública pruebas que no dejen ningún margen de duda.

@pedropablofr
pfernandez@ifedec.com

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