miércoles, 2 de septiembre de 2015

EL NACIONALISMO XENOFÓBICO NO EVITARÁ LA DERROTA EL 6D


 
     Emilio Nouel V.
 
De chapuza en chapuza va el gobierno del cabello-madurismo hacia su hundimiento definitivo. Afortunadamente, para todos los venezolanos de bien que aspiran a un cambio del estado de cosas actual.

Los últimos episodios políticos reiteran que haga lo que haga todo le sale al revés de lo que pretende, y hasta la manipulación del asunto de la frontera se le está revirtiendo en su contra.

Ni siquiera con su perversa exaltación del chauvinismo frente a un supuesto enemigo externo, logrará los resultados que espera, por mucho que algunos desinformados caigan en esa trampa.

En este caso se evidencia, en toda su magnitud, las graves falencias de la gestión gubernamental del chavismo.  En él confluyen desaciertos que explican un fracaso sin precedentes. Hace poco se leía en Bloomberg que Chávez debía ser considerado uno de los líderes más desastrosos que ha visto el mundo en mucho tiempo, y no le falta razón.

El chavismo, sin duda, es la cúspide, la apoteosis de la mediocridad política y administrativa. Nunca antes padecimos tanta ineptitud.

Nadie desconoce que en toda frontera hay problemas complejos, y las más de las veces, de difícil solución. Particularmente, en la colombo-venezolana están presentes situaciones que se arrastran desde hace mucho tiempo y que exigen atención especial y un tratamiento adecuado por parte de ambos países. Se ha fallado mucho en tal sentido.

No todo lo que allí ocurre de malo, debe decirse, es culpa exclusiva de un solo país.

Desafortunadamente, en esa frontera se han dejado pudrir ciertas cuestiones, a pesar de que se han establecido mecanismos de cooperación bilateral para abordarlos y tratar de solventarlos.

La crisis fronteriza se potencia, por un lado, gracias a una política económica disparatada; un sistema kafkiano de controles de precios, de cambios, de distribución de productos y de estatizaciones impuesto por el gobierno chavista, que con el tiempo se ha ido enmarañando de manera enloquecida y ha descoyuntado toda la economía, poniendo al ciudadano a padecer las más abyectas humillaciones como consumidor, menoscabando su poder de compra y deteriorando su calidad de vida.

Por otro lado, demuestra la desidia e irresponsabilidad en materia de relaciones políticas y comerciales con un país al que nos unen siglos de convivencia y vínculos humanos enormes. Dos economías complementarias, que en las últimas décadas habían establecido canales de comercialización que aumentaron positivamente los volúmenes de intercambio y apuntaban a una integración sólida y ascendente hacia el futuro, hoy experimentan un estado de desconexión absurdo, sin justificación alguna.

El gobierno venezolano ha sido negligente frente a los asuntos de seguridad de la frontera que nos ocupa. No es un secreto sus vínculos con la narcoguerrilla terrorista que ha asolado a Colombia durante muchas décadas, y la prueba última de esto es el apoyo que las FARC hacen de los desmanes recientes cometidos por el gobierno venezolano. En ésta, esos delincuentes y otros (paramilitares y narcos) se pasean libremente amparados por el consentimiento o la inacción de autoridades de uno y otro lado.

La corrupción militar, la de siempre, se ha incrementado. Las exportaciones ilegales de productos se han convertido en un negocio altamente lucrativo, mucho más de lo que pudo haber sido antes, gracias a una política económica que lo incentiva.

Venezuela tiene la potestad soberana de tomar medidas en su territorio y nadie puede negarlo. Pero ellas deben enmarcarse en su ordenamiento jurídico y responder proporcionalmente al problema planteado, sea cual fuere éste. Un Estado de excepción no tiene justificación.

Es inaceptable la violación de normas constitucionales y de tratados internacionales que garantizan los derechos humanos de propios y extraños.

Una vez más Venezuela se desacredita ante el mundo por causa de unos gobernantes ignorantes, incompetentes y arbitrarios, que irresponsablemente aprovechan un hecho irregular para distraer al país de sus graves problemas y tratar con ello de remontar la cuesta de la popularidad que hoy se encuentra en su más bajo nivel.

Pretenden revertir la amplia diferencia que le lleva la oposición democrática en intención de voto.

Pero un discurso tramposo y la exacerbación de un nacionalismo trasnochado y xenofóbico no les servirá para acortar la brecha y hacer olvidar el desastre económico, la escasez y la inflación inaguantable que sufren los venezolanos.

El 6D comenzará la resurrección de la democracia y la libertad, y no podrán evitarlo.

EMILIO NOUEL V.

@ENouelV

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