FAUSTO MASÓ
Lo ignora pero las opiniones petroleras de Nicolás Maduro copian las de Rómulo de mediados del siglo pasado. Maduro quiere presionar para aumentar el precio del barril. Dice, textualmente: “Estamos trabajando en una estrategia de una nueva alianza para la defensa del mercado, la defensa del precio de nuestros recurso fundamental, para mantener el ritmo del desarrollo y el ritmo de la expansión económica de nuestra Venezuela”.
Venezuela ya no pesa en el mercado como sucedía en los años sesenta. Hoy Rusia y Arabia Saudita, los grandes productores, no se sacrificarán por la OPEP. Desde hace mucho ambos países apuestan por aumentar su participación en el mercado. No ven el petróleo como un arma, sino como un negocio. El presidente de Rosneft, Ígor Sechin, declaraba que la producción rusa podría rebasar los 14 millones de barriles diarios. Vladimir Putin ha ido aumentando paulatinamente las exportaciones de hidrocarburos a la región (26% de sus ventas al exterior en 2014 fueron para Asia y Oceanía). Moscú se convirtió en el primer proveedor de petróleo de China en 2014, y superó a Arabia Saudita por primera vez. Las previsiones de la petrolera estatal señalan que la cooperación energética entre Rusia y China generará un volumen de negocio cercano a los 500.000 millones de dólares en 2035.
El ministro de Energía ruso, Alexander Novak, dijo el miércoles que Venezuela y Ecuador le han pedido a Rusia que reduzca la producción de petróleo. “Creemos que cualquier reducción artificial no traerá nada bueno, sino lo contrario, exacerba la situación en el futuro”, dijo Novak. “Esto en el corto plazo podría tener un efecto, pero en el largo plazo, no”, agregó. El petróleo y el gas ruso llegan a los países de Asia por ferrocarril o a través de buques cisterna, ya que solo existe un oleoducto entre los dos países. Por eso, Gazprom y la compañía energética CNPC han firmado recientemente un memorándum de entendimiento para construir un gasoducto que una China con el Lejano Oriente ruso.
Venezuela vive todavía en los tiempos de Pérez Alfonzo, cuando impulsaba a la OPEP y era el principal exportador a Estados Unidos. Hoy Pérez Alfonzo habría reconocido la realidad, el chavismo quiere manejar el petróleo como en los tiempos de Betancourt. De cierta forma, Maduro es el último betancourista. Si Venezuela produjera 10 millones de barril otra sería la historia. Sirve de poco poseer teóricamente las reservas mayores del mundo, lo que cuenta es ser el principal productor del petróleo, competir exitosamente.
La OPEP está preocupada por la caída de los precios del crudo y ha dicho que está lista para discusiones con otros productores sobre el mercado petrolero. A Rusia y a los sauditas no les interesa la OPEP.
Los dólares no le alcanzan a Venezuela, a pesar de que al gobierno de Caldera le sobraban con un precio del barril cinco veces menor, porque el país producía alimentos. Hoy el chavismo arruinó a Venezuela y Maduro anda angustiado. ¿Seguirán financiándolo los chinos?
El chavismo vive en el pasado. No hay otra salida que duplicar y triplicar la producción petrolera. ¿Cómo? Abriendo la industria a las multinacionales, de verdad, no como ahora que en las asociaciones Venezuela les pide a sus socios que pongan la parte de la inversión que le corresponde al país y expulsa a la Exxon.
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