viernes, 16 de octubre de 2015

Coragyps atratus el tuitero



               JEAN MANINAT
          
 
Día tras día, Coragyps  atratus  el tuitero, se levanta de madrugada antes que nadie, se revisa meticulosamente las patas torpes, se observa el pico en forma de gancho en el espejo; la cabeza, se diría que poseída de un tic nervioso, titila de lado a lado, de izquierda a derecha, son brinquitos intranquilos, espasmódicos, como si sospechara que alguien o algo lo acecha permanentemente. Extiende su manto negro, como alas imperiales chucutas, y regurgita agresivo, produce gruñidos y siseos para espantar sus temores. El rencor le hizo perder la capacidad de vocalización. Desde la rama muerta en la que habita, se lanza en un vuelo rasante, aleteando torpemente, regurgitando, gruñendo, siseando los primeros infundios de la jornada.
Según leemos, nuestro personaje, "Prefiere bosques húmedos en tierras bajas, en bosques de arbustos, en pastizales, pantanos y tierras húmedas, y viejos bosques degradados. Es usualmente visto planeando o posado en postes o árboles muertos". Sabemos que practica la Urohidrosis y sus hábitos alimenticios son revulsivos para los mortales, sobre todo cuando están muertos.

Pero no crea usted que Coragyps atratus el tuitero, es un ser poco gregario, ensimismado; por el contrario, gusta de andar en cambote con los de su plumaje, dando carreritas ligeras, atropellándose los unos a los otros, compitiendo en justa liza por ver quién llega primero al teclado y tuitea el primer insulto, la primera descalificación, la más grosera infamia, la más extravagante injuria del día. Él y los de su especie gustan del trabajo en equipo, de la cooperación; pero sobre todo rehúyen de los reflectores, de la notoriedad y encapuchan su destreza bajo un seudónimo, se parapetean tras una foto trucada, una imagen confiscada. Teclean sigilosos, sin rostro, entre las sombras.

No, no es verdad que sea provinciano, de estirpe estrecha y acotada. Es internacional. En el viejo mundo los anglosajones lo llaman vulture, los franceses vautur, los italianos avvoltoio y los alemanes geier. Todos lo recelan por igual. En el nuevo mundo, los mexicanos lo llaman zopilote, los colombianos y peruanos gallinazo, los venezolanos zamuro, los brasileños urubu. Todos lo recelan por igual.  En todas partes porta el mal agüero.
¡Ah! Pero ninguno como nuestro Coragyps atratus el tuitero. Nadie como él en el manejo del twitter como una hoja afilada -Twitt the Knife lo llaman sus asociados-, ninguno como él para disparar primero y preguntar jamás. Nadie como él para venderse mejor: Venezolano, creyente, anticomunista, amo profundamente a mi país y a los seres humanos, anuncia en su avatar antes de escupir la hiel que le altera el cerebro y le oscurece la visión. "Ese candidato es un traidor, colaboracionista, pagado por el gobierno", escribe con los ojos inyectados de sangre y furia. "La MUD...la odio, la odio, traidora", recita mientras abre la computadora en el frío acondicionado de Doral.

Coragyps Atratus el tuitero, no descansa, cultiva el insomnio. Reza porque nunca llegue el 6D, que sea un engaño, una mentira más del gobierno, una quimera colaboracionista. Detesta las encuestas que venden la ilusión de un triunfo opositor, aborrece el entusiasmo que empieza a surgir incluso en los descreídos; desdeña los casa por casa, los diálogos con los vecinos, la música que acompaña los recorridos, los volantes que se reparten de mano en mano. "Fuegos de artificios que alimentan la traición", piensa, con el gesto y la boquita fruncidos por el asco.

Coragyps Atratus el tuitero, está cada día más solo. Es una especie en extinción.

@jeanmaninat

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