sábado, 10 de octubre de 2015

QUERER, PODER

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               AMÉRICO MARTIN

Menos de 60 días nos separan de las parlamentarias del 6D y no se divisa algún otro acontecimiento político capaz de suscitar tantos análisis y levantar expectativas tan variadas, y contradictorias, como las indicadas elecciones.
Dada la borrasca de fantasmas: optimismo, pesimismo, triunfalismo, fatalismo, derrotismo, conviene hacer un esfuerzo para situarse en los predios del análisis sereno, el de los pro y contra. Lo primero es tener presente algo obvio: decir “político” no es decir “adivino”. Y sin embargo, no pocos analistas manifiestan mucha propensión a la adivinanza. Más que predictores e incluso futurólogos, ofician de nigromantes, que son los amigos de descubrir el futuro estudiando las entrañas de animales muertos.
Lo más que puede aportar un analista político es criterios para determinar tendencias. Más allá nada es seguro, todo encierra casi infinitas posibilidades. Vaya un ejemplo tomado al azar. Respeto la capacidad reflexiva del profesor Heinz Dieterich, pero me sorprendió oírlo decir que el presidente Maduro no pasaba de abril del 2014. Efectivamente su gobierno estaba siendo fuertemente sacudido por poderosas adversidades y ya estaba claro para la mayoría que tanto el “modelo” (el llamado socialismo siglo XXI de fuerte carácter estatista, controlador y antidemocrático) como su estilo provocador habían fracasado y estaban causando un rechazo cada vez más generalizado. El caucus del poder lo sabía, sin duda, pero no encontraba la manera de salir a la superficie sin radicales cambios de signo aperturista y democrático que no sabía, no podía o no le dejaban acometer.
Estudiando un fracaso tan manifiesto como ese se puede detectar el rumbo y el ritmo de la tendencia general, pero ponerle fecha al desplazamiento de tal o cual gobierno es hundirse en el mundo de lo desconocido.
¿Y a estas alturas cuál es la tendencia predominante? Hay demasiado para decir que favorece a la oposición. Sus progresos lo confirman. Se traducen en avances tangibles, obra del azar que a ratos cubre insuficiencias del que cabalga. El gobierno va contra la corriente. Sus proyectos, aún los más inteligentes, se enervan. El viento adverso le induce al disparate. Lo atormenta el repicar de las encuestas. Durante meses las consultoras vienen ratificando la desoladora opinión de todos los estamentos sociales sobre la gestión gubernamental y el significado de las elecciones del 6D.
El 82% y algo más, está decidido a votar. Es un record histórico incluso para elecciones presidenciales, mucho más tratándose de parlamentarias. El 83% de los electores rechaza a Maduro y la inmensa mayoría pretende castigarlo con el voto. La ventaja que le ha sobrepuesto el bloque opositor al del gobierno se sitúa entre el 20 y el 35%
Distancias de esa magnitud nunca las alcanzó el presidente Chávez ni nadie más desde las elecciones universales directas y secretas de 1947, que dieron el triunfo a don Rómulo Gallegos con 74.47% contra 22.4% del doctor Rafael Caldera y 3.11% del doctor Gustavo Machado. Esa ventaja de 52% sobre el líder socialcristiano no ha sido repetida hasta el sol de hoy. La que más se le aproximaría es ese 35% que le lleva la MUD al bloque gubernamental. Por supuesto se trata de una apreciación de encuestadoras, el asunto es en un par de meses y, lo más importante: el gobierno madurista en nada se parece en equilibrio liberal al de Medina Angarita. Por el contrario: no oculta a los venezolanos y al mundo, que hará cuanto pueda para sabotear o impedir la victoria de sus adversarios, y como es un sistemático violador de la Constitución y los DDHH, se espera que juegue sucio de verdad.
De hecho ya ha comenzado. La serie de atropellos es alucinante, pero hasta ahora no ha logrado frenar la tendencia, la que más bien se ha fortalecido con los golpes recibidos. Las inhabilitaciones, prisiones y destierros no le han dado frutos. La carga emocional se ha incrementado y como lo que está en el ambiente es el voto castigo, que saque del juego a Leopoldo, Ledezma, María Corina o Vecchio no reduce el caudal opositor, lo multiplica. Otras maniobras hasta ahora fallidas van del intento de crear una causa patriótica arremetiendo en las fronteras, o tretas subalternas como la de comprar la tarjeta del MIN-unidad, ubicarla al lado de la oposición unida, con el fin de “robarle” votos al vecino como quien roba gallinas en la madrugada.
Son muchas las maquinaciones y el descarado ventajismo, pero la tendencia, señores, no cesa de crecer y consolidarse. La única “unificación patriótica” que su política produjo fue, por cierto, la de Guyana, perjudicando con su torpeza el justo título de Venezuela sobre el territorio en reclamación.
Tendencia, repito, no es verdad revelada. Sin embargo el asunto no es que el gobierno “no quiera” ceder; eso es evidente. El asunto es que “pueda” no querer. Pinochet, tan malo como serio, hizo lo indecible para no entregar y la presión colectiva se le impuso. Querer no siempre es poder.
–Es que Maduro declaró que no entregaría y que habría guerra civil.
Es verdad, pero ha dicho demasiadas cosas que no honró. Quiso dominar las fronteras –tan ganadas para el cambio– mediante los “estados de excepción” y helo ahí, resignado a dialogar con Santos. ¿Cómo alegará ahora peligros bélicos para posponer las parlamentarias?
Cuando la tendencia es favorable no resulta aconsejable librarse a magnificar peligros o temerle al crecimiento. Hay que ganar el 6D y avanzar hacia un sistema democrático, que procese las diferencias en libertad, sometiéndolas a la inexorable “última ratio” del voto popular.
Es lo primero. Es lo principal.

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