EMILIO NOUEL V.
Más allá de las cautelas, prudencias y de los muy oscuros nubarrones
económicos en el horizonte, se impone celebrar, sí, CELEBRAR, con mayúsculas.
Ciertamente, la vida personal está en extremo complicada para
todos. El bolsillo ha sido golpeado como nunca.
No obstante, el 6D la libertad ganó una, y bien importante, a la
tiranía que se ha querido entronizar en nuestro país.
Mayoritariamente, los venezolanos hablaron alto y claro el
6D. Rechazaron la incompetencia gubernamental, su ineficacia y la corrupción
desbordada. Repudiaron la escasez y la inflación actuales, hijas de unas
políticas equivocadas.
Impugnaron las violaciones a los Derechos Humanos y el
sectarismo.
No quieren saber más de una obsoleta, arbitraria, hambreadora
y fracasada revolución.
Pero la reacción del gobierno ante la derrota que sufrió deja
a cualquier observador nacional o internacional atónito. Mostrando una
incongruencia insólita, hasta han puesto en cuestión al sistema electoral que
diseñaron para su propio beneficio. No se han percatado de su enorme fracaso en
la conducción del país y pretenden atribuirlo a otros.
Lo que en un país democrático normal conduce al acatamiento y
el respeto de la Constitución, en Venezuela vemos que se hace lo contrario,
desconociendo resultados electorales que le han sido adversos.
El cabello-madurismo, al perder la mayoría de la institución
parlamentaria, anda amenazando con esa entelequia que llaman poder comunal,
cuya vida depende del financiamiento gubernamental que ya ha dejado de fluir.
Con unos pequeños grupos que representan muy poco de la población, han montado
un show mediático para asustar a la oposición sin ningún éxito.
Ni siquiera sus votantes se creen los fantasiosos inventos
sobre las causas del descalabro.
Dejémoslos que se cocinen en su propia salsa, y que sigan
perseverando en los errores.
Es decisivo que oteemos el porvenir con optimismo. No será
fácil superar la situación actual. Pero ahora, digan lo que digan ciertos
opinadores que sólo ven las amenazas o buscan mezquinamente restar
merecimientos a la dirigencia de oposición, contamos con mayor fuerza
institucional, una ampliada legitimidad y también un superior respaldo popular.
Al votar por la oposición, la mayoría no sólo repudió al gobierno,
votó también por una opción que consideró la que más conviene al país. Votó por
los partidos que conforman la Unidad Democrática, un liderazgo y la oferta que
pudieron presentar con muchas limitaciones. La gente no votó, como algunos
descaminados han dicho, por cualquiera que enfrentara el gobierno. Optó por
dirigentes políticos concretos que han venido adelantando una política y en los
que ve una posibilidad de cambiar el estado de cosas actual.
A los del vaso medio vacío o casi vacío, los desesperanzados
crónicos, los que no ven el horizonte cierto que nos espera, les pedimos que se
sacudan el desaliento, que no cedan al temor que el gobierno quiere infundir en
ellos. Ese gobierno ya dejó de ser lo que fue, perdió el afecto de la mayor
parte de la colectividad y a medida que pasan los días los opositores se amplían.
De allí que esté dando bandazos, desesperados por la debacle no solo electoral
sino también moral.
Hay razones de más para estar animados, a pesar de las
dificultades, las carencias materiales que agobian y los temores que se quiere
sembrar entre los ciudadanos.
PS: Para todos los que
se detienen generosamente a leer lo que escribo por estos medios electrónicos,
mis mejores deseos para el 2016.
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