domingo, 20 de diciembre de 2015

EXORCISMO

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CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ

La política es el arte de conquistar poder al menor costo y con la menor confrontación posible. Los que pasan a la historia, para bien o para mal, son los que consiguen la grieta que fractura los bloques de poder. Es el sustituto de la guerra, o la guerra por medios pacíficos. Los dirigentes democráticos son entonces negociadores por definición, y los conflictivistas tienen más de matones putativos que de políticos, aunque muchos son como Archibaldo de la Cruz, el personaje de Buñuel, que presumía ser un asesino brutal aunque nunca mató a nadie y en la escena final de la película fue incapaz de maltratar un saltamontes. Como se sabe después de diez mil años, la mejor batalla es la que se gana sin darla. En eso consiste la política, precisamente, en vencer sin violencia y, como en las artes marciales, derrotar al adversario con su propia fuerza, aunque a veces la violencia se imponga.

La prepolítica es ese daimon que retornó del inframundo y se posesionó de muchos cuerpos. Suele usar constantemente lenguaje bélico, amenazas -a gente encantadora, incapaz de matar un grillo, le hizo descuidar hasta el glamour. Jaquetón, desafiante, desplantador, el poseído clama exorcismo. Por ventura la prepolítica se descuaderna por sus propios enredos y la mayoría impuso la estrategia pacífica, democrática, electoral y constitucional, que hace efectos milagrosos dentro y fuera del país y ha provocado mal de San Vito en el Gobierno. En frase que se atribuye a Bismark, Maquiavelo y Aristóteles, la política es el arte de lo posible, pero pudiera verse más bien como el arte de lo imposible. Hugo Chávez aspiró la presidencia como un insurrecto aplastado y con apenas 5% de apoyo popular. Cuando en 1992 aquél desconocido gobernador del equivalente de Cojedes, un tal Bill Clinton, decidió aspirar a la presidencia, los observadores se burlaron hasta el cansancio.

Cabeza de piedra

Bush padre contaba 85% de aprobación y la Presidencia, y el Gobernador era un don nadie con fama de libidinoso. La estrategia democrática se impone en absoluta desventaja contra los pronósticos e hizo saber urbi et orbi que en el país existe una alternativa confiable. Los griegos hablaban de dos diosas gemelas que se llamaban igual. Una clamaba guerra, conflicto, odio y venganza (Eris la Discordia), y la otra pedía convertir esas energías en competencia, para mejorar destrezas y saberes y ganar en las empresas de la vida (Eris la Concordia). El contagio de la mentalidad revolucionaria lleva a pensar que si el Presidente pierde la mayoría debe "irse" e iniciar la revolución contraria y a coser y cantar. Y una amplia derrota ojalá sirviera para que los cabezas de coco entendieran que la enorme mayoría repudia ese fallecido esquema, debe iniciarse una rectificación y no insistir en la autodestrucción.

El Poder Legislativo con doble mayoría calificada, casi una "constituyente", cumplirá con sus funciones constitucionales, controlará la gestión del Ejecutivo y realizará los cambios necesarios. Nada extraordinario en los países decentes, lo habitual. La prioridad uno será debatir la rectificación de la economía y no confrontaciones extrañas a los muchos, una agenda urgente de cambio social progresivo. Quienes por años escupieron el rostro de la Unidad por traidora y colaboracionista, por legitimar con su participación electoral, hoy en siniestra posesión de un diablito sinvergüenza se ofrecen para darle dulces consejos. Ojalá el Gobierno pase su purgatorio sin profundizar los errores que todos, empezando por su propia gente, rechazan, y que los apresurados entiendan que la idea del revocarlo es un autoalivio verbal, la salida mágica, la volada típica del folklore nacional, Rosalinda.

Derrota o autodestrucción

Pero en síntesis cualquier zarpazo contra la voluntad mayoritaria le saldrá más caro a quienes lo intenten que a quienes lo padezcan. Por eso notorias personas al servicio de la revolución parecen apuntar, por el momento, a la búsqueda de una evolución no traumática. Ernesto Samper dice que "Venezuela no logra encarar la economía que es su crisis de fondo". José Vicente Rangel, que la derrota fue por "... la corrupción... políticas desacertadas y contradictorias... rechazo a consensuar... y arrogancia". Lula da Silva, que "Maduro ha pagado... Aunque aún tiene tiempo, no debe repetir lo que ha hecho hasta ahora". Según Rodríguez Torres "debe cerrarse el capítulo de odio entre venezolanos... no se construye un país utilizando solo a una parte... la diatriba política entre la derecha y la izquierda pierde cada vez más sentido".

Juan Barreto: "no puedes justificarlo todo detrás de Chávez. Hay que hacer una revolución dentro de la revolución". Vielma Mora: "tenemos 100 puntos en lo social y 0 en el área económica". Ameliach: "la culpa de la derrota jamás será del pueblo, es de nosotros". Giordani y Navarro: "este proyecto se cayó solito". Incluso los chavistas heterodoxos piensan parecido. Evans: "no le diga al pueblo que la guerra económica ganó... le está diciendo bruto al pueblo... ". Didalco Bolívar: "dos millones y medio de votos nos dijeron que tenemos que rectificar". Los dirigentes que trascienden, corrigen y reinician para recuperar lo perdido. No se trata de escoger entre la derrota y la victoria, sino entre la derrota y la destrucción.

@CarlosRaulHer

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