jueves, 28 de enero de 2010

Guiñapo rojo

DIEGO BAUTISTA URBANEJA

Hace tiempo que Chávez traspasó el umbral más allá del cual la famosa estratagema del trapo rojo pierde efectividad, si es que alguna vez la tuvo. La malla de problemas se hace tan espesa, que cada nuevo problema se conecta con los demás y no puede ya jugar el papel de distracción que la idea de trapo rojo o de pote de humo sugiere. Por ejemplo, en otra etapa de esta lucha por la democracia en la que hemos estado los venezolanos por varios años, podía pensarse que el cierre de RCTV Internacional podía servir para que la gente se olvidara de algún otro asunto que hasta el día anterior había sido el tema dominante. Además, una medida como esa podía volver a conducir a las fuerzas democráticas a ocuparse de temas jurídicos y libertades públicas, dejando de lado los temas económicos o sociales. Esa división le convenía a Chávez : "las fuerzas democráticas que se ocupen de la libertad de prensa y la separación de poderes, y que me dejen a mí los temas sociales, que son los que producen popularidad entre los desposeídos".


Siempre he sido muy escéptico respecto a que las cosas estuviesen tan bien calculadas así. Pero si alguna vez lo estuvieron y si alguna vez funcionaron, ya esa etapa terminó. Ya ningún problema tapa al anterior, sino que se enreda con él, y ambos se refuerzan mutuamente. Además, la naturaleza de los problemas ha cambiado, o mejor dicho, ha cambiado la conciencia sobre la naturaleza de los problemas. El trapo rojo sirve para tapar o hacer olvidar problemas olvidables, transitorios, puntuales. Un problema puntual o pasajero, o sentido como puntual o pasajero, puede ser reemplazado por otro de la misma naturaleza. Pero cuando los problemas se convierten en permanentes y profundos, no hay manera de olvidarlos, aunque les echen encima toneladas de "trapos rojos". De repente, antes se podía, con un insulto a Condoleezza Rice y el pequeño escándalo subsiguiente, distraer la atención de alguna metida de pata reciente.

Pero, por poner un caso, no hay manera de hacer olvidar la inflación, y mucho menos la que viene. Todos los días el problema se hace presente, y confirma en los hechos el fracaso anunciado de esta política económica. A medida que se hace más gruesa la capa de los problemas de ese tipo, asuntos cuyos efectos negativos sobre su popularidad el Gobierno había logrado esquivar, como por ejemplo el de la inseguridad, de repente cobran toda su verdadera dimensión, y sus efectos políticos se acentúan. Así como no hay manera de distraer a nadie de la inflación, lo mismo pasa con el agua, con la electricidad, con la ya mencionada inseguridad. Se conforma así un verdadero alud de problemas que aplasta al Gobierno, y a estas alturas el famoso trapo rojo está vuelto un guiñapo que no es capaz de llamar la atención ni del más tonto de los venezolanos. En esas estamos. El trapo rojo se agotó, como se están agotando, ante la gravedad y el número de los problemas, todos los recursos de los que el Gobierno ha venido echando mano para sortear tantos escollos. Ante esa situación, es más necesario que nunca mantener el rumbo y la serenidad. No hay nada que pueda sustituir la acumulación de fuerzas democráticas, nada a lo que el Gobierno le tema más, ni nada que le sea más cuesta arriba enfrentar. Ese es el único escenario sobre el que no tiene dominio ninguno. El vigor de la protesta, de la resistencia a las medidas arbitrarias e irritantes, no debe interrumpir, ni dar ocasión a que se interrumpa, el crecimiento incesante del rechazo a Chávez, el crecimiento indetenible del número de venezolanos que piensa que el 2012 debe ser el último año de esa persona en Miraflores. Las fuerzas democráticas, conducidas por la Mesa de la Unidad, deben profundizar su proceso unitario y darle un alcance mayor que el simplemente electoral. Deben hacer un esfuerzo especial para expresar la marcha del nivel de rechazo al Gobierno, para conectarse con ella y mantener su paso. Debe tomar nota de los procesos de inconformidad que surgen en el seno del chavismo, y calibrar adecuadamente sus fundamentos y argumentos. Debe enviar un mensaje de respeto a las Fuerzas Armadas, cuya verdadera naturaleza y misión está hoy por hoy oculta por la presión deformante que sobre su apariencia ejerce el Gobierno. La corriente de los hechos va en una sola dirección: la de la reducción de los apoyos de este Gobierno y su paulatina entrada en sus años finales. Hay que montarse sobre esa corriente y no dejarse desviar, ni por trapos ni mucho menos por guiñapos.

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