A Alejandro Arratia.
Zelaya recala en Costa Rica como un cohetón de feria, su pijama de rayas, sin sombrero y, -¡crueles!-, sin tinte para el pelo. ¿Hubo aquel 28 de junio de 2009 un golpe de Estado en Honduras? La generalidad de la opinión pública mundial así lo creyó y es la verdad política. Bastaba ver al conservador Presidente de México, una de las potencias latinoamericanas, de exultante director en la versión de La Flauta Mágica que montó el ALBA en Managua como reacción al incidente. Calderón representó gorrioncillo pecho amarillo sin querer queriendo y desentendido de las aviesas calandrias. El presidente Arias trastabilla, pero endereza en un movimiento con el savoir faire de Beyonce. El Congreso de la Internacional Socialista -y los gringos hamletianos- clamaban por "el regreso a la legalidad constitucional", cosa repetida por nuestros progre y aplaudida por bolivarianos que se frotaban las manos. El progresismo vuela en bandadas. Huracanes de insensatez, complicidad, perdiciones jurídicas y diplomáticas, pusieron la realidad de cabeza. Para humillar al microscópico país, Brasil mete de contrabando a Zelaya -ahora sí renacido, bigote y cabello negros pluma de cuervo, sombrero de Jorge Negrete- en su embajada de Honduras, como un agente de la resistencia francesa que desafiaba la Gestapo o Santos Yorme. Imperialismo a lo Groucho Marx y la mayor cómica de Itamaraty en cien años.
Malaparte, autor de la obra más conocida, paradójicamente no distingue golpe de Estado, una implosión -y por lo tanto en el interior del aparato de Estado-, de la insurrección leninista, asalto desde fuera a los puntos vulnerables de la maquinaria gubernamental por un partido político armado o no (los bolcheviques no hicieron fuego). Mejor que muchos tratados políticos, el Diccionario Ideológicode la Lengua Española de Julio Casares da una definición precisa y breve: golpe de Estado es cuando un poder usurpa las funciones constitucionales de otro. El diccionario supera esa maraña fenoménica que enreda la definición y confunde golpe en general con una de sus versiones, el golpe militar: tropas, toque de queda, tanques, tambores, stadiums, asalto a los medios de comunicación, proclamas de sargentos contra "la corrupción". El soporte del gobierno bolivariano es un golpe de Estado permanente, -sistemático e incruento- que lo tiñe de "ilegitimidad de ejercicio", un cementerio de golpes de Estado habituales, violaciones constitucionales sin acción militar directa, "pacíficos pero armados". Meticulosamente ignora la Constitución (autoridades electas, propiedad privada, estructura de las FFAA, legislación electoral, atribuciones de los demás poderes, y consagra la doctrina espuria del "Estado socialista"). En el mismo estilo, Ortega dio un golpe sin movilización de tanques y con el silencio de la OEA para aprobar su reelección inconstitucional. Y al revés, el hurt locker ecuatoriano, Correa, convirtió un vulgar motín policial reivindicativo en un "golpe de Estado".
La soledad de Honduras reveló la tragedia del progresismo: más viveza que convicciones, desinterés pragmático (y confusión) frente a principios fundamentales, politiquería ante el avance despiadado de la bestia: Chamberlain. La Constitución hondureña tiene un "candado" que prohíbe plantear la reelección presidencial. En medio de un debate nacional los diversos sectores le advirtieron a Zelaya sobre las consecuencias de atropellar ese principio por medio de unreferéndum sobre reelección. Al cabo, la doctrina jurídica bolivariana, aplicada en Venezuela, Bolivia y Ecuador de abolir el derecho fundamental del equilibrio de poderes por medio de referéndum, es made in Corte Suprema de Justicia de Venezuela 1999. Por consejo de su mentor bolivariano, juntó una poblada para recoger en el aeropuerto el material electoral bolivariano. Cuando ejecuta el golpe de Estado lo expulsan los poderes legítimos y apelan al "derecho a la rebelión" que consagran las constituciones democráticas. Un portazo en las narices de la dictadura bolivariana. Micheletti asume la Presidencia de la República por decisión del Congreso y la Corte, y Zelaya termina sin rinse en San José.
Desmontado hoy el entuerto, Honduras regresa a la OEA y Zelaya a Honduras. ¡Ojalá no hayan aceptado en las negociaciones convocar "el referéndum"! Es como al final de la película, cuando pensábamos que el peligro había pasado, entre las cenizas destella el rojo del ojo electrónico de Terminator. ¿Habrá nuevo capítulo?
sábado, 28 de mayo de 2011
Pijama, bigote, tinte y sombrero
CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ | EL UNIVERSAL
sábado 28 de mayo de 2011 12:00 AM
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