RAFAEL MUCI-MENDOZA
EL UNIVERSAL
Cuán triste oír esa peyorativa frase, "En este país... ", como si el nuestro fuera de otro, como si no lo sintiéremos muy adentro, como si lo despreciáramos, como si estuviéramos del todo alejados de su circunstancia... El voto es un insigne rasgo de ciudadanía y, a su vez, la expresión de pertenencia que tiene una persona hacia la sociedad en la que participa y recordatorio del deber de fortalecer sus instituciones. El voto es una condición necesaria pero no suficiente para que un sistema político sea democrático. Hay gobiernos dictatoriales como el nuestro en los cuales las condiciones de desventaja para los opositores alcanzan grado tan enrarecido que impide considerarlos democráticos. Para el totalitarismo, el voto es suerte de crucifijo ante la figura de Satán, es un conjuro, por ello le temen y tratan de disminuir su significado liberador. Si tú no votas, otro votará por ti; otro usara los números de tu cédula y serás doblemente burlado... No votar es no sentir tu patria en el corazón. No votar es sentirte ya derrotado... Nos harán trampa, eso sabemos, por mientras más votemos, mientras más salgamos a la calle para una fiesta democrática, más difícil les será cumplir su torcido cometido.
Nadie puede ser tan vil como para echar hacia afuera todo su odio; parte de su ponzoña quedará retenida, e inexorable, dañará sus defensas y por ello el cáncer acecha desde cerca a prominentes miembros de la nomenklatura, y los más refinados sufrimientos -esos que han infligido a otros-, les harán pagar por su maldad. Votaremos y lo haremos en masa; demostraremos ese, nuestro talante democrático que aunque quisieran no podrán arrebatárnoslo.
"Otras horas felices, matarán estas horas doloridas, las que hoy son heridas, se volverán mañana, cicatrices...". Gregorio Marañón.
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